
"Vamos a ganarla (la guerra comercial) porque tenemos todas las cartas", aseguraba el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un rally en Great Falls, Montana, justo un par de horas antes de que su Administración impusiera aranceles del 25% a una lista de 818 productos chinos por valor de 34.000 millones de dólares (29.000 millones de euros). Un misil arancelario que pronto contó con la respuesta equitativa de Pekín, donde el Ministerio de Comercio chino acusó al mandatario de "lanzar la mayor guerra comercial en la historia de la economía".
El Gobierno de Xi Jinping optó por responder, como hacen el resto de socios comerciales de Washington, con la misma moneda, un gravamen del 25% sobre un catálogo de 545 bienes estadounidenses. Hasta la fecha, el duelo comercial entre las dos economías más importantes del mundo afecta ya a una retahíla de productos por valor de 37.000 millones de dólares (31.500 millones de euros), aunque Trump amenaza con ampliar sus gravámenes hasta un total de 416.000 millones de dólares en importaciones de productos chinos, casi la totalidad de importaciones chinas al país.
Sin embargo, en un momento en que la brecha comercial de bienes entre EEUU y China se amplió un 18,7% en mayo, hasta los 33.200 millones de dólares, y crece un 9,9% en lo que llevamos de año, Larry Kudlow, director del Consejo Económico Nacional, incidía recientemente en que la visión del inquilino de la Casa Blanca es lograr realmente un comercio libre de aranceles y barreras aunque ello implique tomar medidas para defenderse del "mayor ofensor" comercial de Washington, como es China.
Dentro de la propia Administración estadounidense existe un grupo liderado por el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que busca que con estas represalias China vuelva a responder con un plan para aumentar la compra de productos Made in the USA, como ocurrió en las negociaciones de esta primavera, cuando el equipo liderado por Liu He, viceprimer ministro chino, planteó la posibilidad de que Pekín aumentase sus importaciones de productos estadounidenses en al menos 70.000 millones de dólares.
Pese a que en el bando contrario, liderado por el director de política comercial, Peter Navarro, y el representante comercial, Robert Lighthizer, exista un extremo excepticismo al respecto, el propio Trump ha demandado asiduamente que China se comprometa a reducir la brecha comercial con EEUU en al menos 200.000 millones de dólares. Eswar Prasad, experto de la Universidad de Cornell, indicó a The Wall Street Journal, que "existe cierta sensación en Pekín que la forma de intentar resolver este conflicto es diseñar un paquete de medidas que aumente las importaciones".
Aunque la Ley del Talión se ha convertido en protagonista del pulso arancelario, el Gobierno del republicano ha soltado la soga china en distintos frentes, quizás el más importante de ellos el relacionado con parte de las sanciones que pesan sobre el fabricante de equipos de telecomunicación chino ZTE. También ha moderado la aplicación de restricciones a las inversiones chinas en el país, con el objetivo de proteger la tecnología y la propiedad intelectual patrias. Por su parte, el Gobierno de Xi no ha instigado un sentimiento antiestadounidense entre su población, en busca de que el consumidor chino boicotee a los productos americanos. De hecho, pese al tono agresivo empleado por algunos medios esponsorizados por el Gobierno, el Partido Comunista ha dado la orden de no agitar demasiado la batalla comercial entre ambos países.
Es cierto que aunque el Gobierno de EEUU haya impuesto aranceles sobre un total de 85.000 millones de dólares en importaciones del extranjero, lo que equivale al 3,6% de sus importaciones totales, la meta de Trump es sentar a la mesa de negociaciones a buena parte de sus socios comerciales tras instigar la mayor oleada de aranceles desde 1930. De hecho, según Chad Bown, experto en comercio del Peterson Institute for International Economics, la cifra total de tasas impuestas a productos extranjeros alcanzará los 165.000 millones de dólares en las próximas semanas.
Además, el presidente amenaza con implantar gravámenes a casi medio billón de dólares en productos chinos, 117.000 millones de dólares en bienes de México, 62.000 millones de dólares en importaciones canadienses, 56.000 millones de dólares en productos nipones y hasta 50.000 millones de dólares en bienes procedentes de la UE. Aún así, esta semana conocíamos como, por ejemplo, las automotrices germanas apoyaban la oferta del embajador estadounidense en Alemania, Richard Grenell, de acabar con los aranceles en el comercio de coches entre EEUU y la UE, una medida que la propia canciller, Ángela Merkel, también respaldaría.