Economía

Merkel coquetea con el debate de la reestructuración de deudas

Con algo más de un año cumplido de la victoria de Emmanuel Macron en Francia, y con algo menos de un año antes de las elecciones europeas, Angela Merkel finalmente ha detallado dónde ve la frontera al desarrollar la Unión Europea (UE) y al profundizar su núcleo: el euro.

En su entrevista con el Frankfurter Allgemeine Zeitung, publicada este fin de semana, la canciller alemana cumplió con su promesa hecha a Macron de subirse al carro de las reformas de la eurozona, aunque sus ideas representan más un guiño a las propuestas enarboladas por la Comisión Europea, menos ambiciosas. Y también desarrolla su visión para un futuro Fondo Monetario Europeo (FME), que amplíe los poderes del actual Mecanismo Europeo de Estabilidad, es decir, el fondo anticrisis de los socios del euro.

Merkel quiere que el futuro fondo añada a los rescates duros, con préstamos a 30 años y una severa condicionalidad, además de la posibilidad de créditos a cinco años no exentos de requerimientos, aunque uno se imagina que menos exigentes, para lidiar con turbulencias externas.

Pero sobre todo la capitana del bloque comunitario volvió a sacar ante el diario germano, que representa la ortodoxia conservadora alemana, la idea de que el futuro FME no solo supervise las economías de los Estados miembros sino también la posible intervención sobre su deuda soberana como condición para acceder a la ayuda. En unos términos poco concretos, la canciller Merkel señaló en la entrevista que el fondo debe tener "los instrumentos apropiados a su disposición para restaurar" la sostenibilidad de la deuda soberana de los Estados miembros "si fuera necesario".

El 'fantasma' de Italia

Su comentario coquetea peligrosamente con la exigencia de reestructuración de las deudas soberanas para acceder a la ayuda de los socios europeos que ya propusieron en octubre de 2010 la propia Merkel y el entonces presidente francés, Nicolas Sarkozy, en un encuentro bilateral en Deauville (Francia). La tormenta que provocaron en los mercados, con unos inversores que dejaron de considerar la deuda de los socios europeos como segura, les obligó a recular. Más aún, cuando la eurozona estaba sobrepasada por los primeros compases del rescate griego, y una crisis económica en la que pronto volvería a recaer.

Pero la polémica idea nunca desapareció. Fue la posición del ministerio de Finanzas alemán bajo la batuta de su anterior responsable, Wolfgang Schäuble. El guardián de la disciplina fiscal del euro propuso desde su atalaya de Berlín un mecanismo automático de reestructuración, a través de una extensión de los vencimientos, de la deuda de todos aquellos países que solicitaran ayuda al Mede. Era una manera no solo de reducir la factura de los futuros rescates con el fondo común, sino también de introducir más disciplina (porque, ¿quién querría cargar con semejante estigma ante los inversores?).

Los herederos de Schäuble han sido el grupo de ocho países liderado por Holanda. En un documento que representa una enmienda casi a la totalidad de las propuestas de Macron, abogan por que "se exploren las modalidades de un marco reforzado para una reestructuración ordenada de la deuda soberana en caso de niveles insostenibles" como parte del futuro Fondo Monetario Europeo.

La reaparición del debate sobre reestructuración de los títulos soberanos llega justo cuando los mercados tienen los nervios a flor de piel por la crisis política en Italia. Tras una semana de vértigo, los inversores se calmaron al ver como finalmente se formaba Gobierno en Roma y el partidario de sacar a Italia del euro, Paolo Savona, no aterrizaba en el ministerio de Finanzas. Pero la tormenta continúa en el horizonte porque el nuevo Ejecutivo está dispuesto a saltarse las normas fiscales de la UE. Una amenaza difícilmente ignorable cuando tienes 2,3 billones de euros de deuda emitida y tus bancos están horadados por créditos morosos.

Consonancia con Bruselas

Para Guntram Wolff, director del centro de análisis Bruegel, los comentarios de Merkel representan más bien un esfuerzo en el sentido contrario, un intento por "suavizar" una posición alemana ya de sobra conocida.

"No pide una reestructuración de la deuda, porque ella no apoya esa opinión como otros muchos en Alemania", comenta a este diario.

De ahí que aprecie una vaguedad intencionada en la respuesta de Merkel sobre los instrumentos para intervenir la deuda (¿una extensión de vencimientos, quitas?) o sobre si también entrarían en acción para la concesión de los créditos más modestos. "Restaurar la sostenibilidad de la deuda no es necesariamente una reestructuración, puede ser apoyo fiscal", comenta.

La Comisión Europea prefiere de momento esquivar el debate, más aún cuando su posición sobre este tema ha sido históricamente la cautela. Su vicepresidente para el euro, Valdis Dombrovskis, se limitó a saludar que las propuestas de Merkel son similares a las del Ejecutivo comunitario en lo relativo al instrumento para apoyar las inversiones o las reformas estructurales en los Estados miembros. "Espero que progresemos y haya resultados concretos en la cumbre de junio", dijo ayer a elEconomista.

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