
La Gran Recesión ha sido el mayor golpe de la economía mundial (exceptuando la Segunda Guerra Mundial) desde la Gran Depresión del 29. Aún así, sus efectos negativos sobre la economía se podrían haber exagerado. Se habló con claridad de la llegada de una nueva normalidad dominada por el bajo crecimiento y fuerte inactividad en los mercados laborales. Sin embargo, la mayor parte de los países desarrollados han cerrado su brecha de producción, el PIB crece por encima de su supuesto potencial, mientras que los desequilibrios no aparecen por ningún lado. El daño sobre el mercado laboral (histéresis) y de capital (maquinaria, tecnología, fábricas...) ha sido importante, pero su recuperación muestra que los datos que manejaban la Comisión Europea o la OCDE eran extremadamente pesimistas.
Las heridas o cicatrices de la Gran Recesión puede que sólo fueran arañazos. Se temía que una parte del capital humano quedase fuera de la fuerza laboral (inactivos) tras años de crisis. Que la falta de inversión hubiera restringido la capacidad producir. Con la perdida de estos recursos se habría reducido el crecimiento potencial de los países del euro, una reducción del lado de la oferta que iba a mermar la capacidad de crecer a un ritmo similar al del pasado sin generar desequilibrios.
Finalmente, la temida histéresis de la que tanto habló el BCE entre 2015 y 2016 se ha quedado en una versión light. La tasa de empleo en la Eurozona ha llegado en el cuarto trimestre de 2017 al 71,4% (población entre 20 y 64 años), superando las cifras de 2007 y 2008. Mientras que la tasa de actividad (ocupados más parados que buscan empleo de forma activa) se encuentra en el 78% frente al 75% de 2007, lo que deja entrever que las personas en edad de trabajar han vuelto al mercado laboral, incluso en países como España o Grecia. Por otro lado, la tasa de paro ha caído hasta el 8,5%, pero sigue levemente por encima del 7,9% de 2007.
Benoit Coeuré, miembro del Comité Ejecutivo del BCE, destacaba hace unas semanas durante un discurso que "las brechas de crecimiento se han cerrado en la mayoría de las economías avanzadas, incluida la Eurozona... mientras que la inflación de los países de la OCDE se está estabilizando en el 2% y no hay signos de aceleración. La inflación excluyendo los alimentos y la energía no se ha movido apenas en los últimos cuatro años". Coeuré cree que esta situación es una especie de "misterio".
Errores en las previsiones
El economista francés cree "hay algo mal en la forma en la que se mide la capacidad de producir de las economías". En los momentos más duros de la crisis se creyó que esa situación iba a ser la 'nueva normalidad'. Por ejemplo, en 2013, la Comisión Europea pronosticó que la nueva NAIRU (una aproximación de la tasa de paro estructural ) de la Eurozona se encontraba en el 11,6%, sin embargo en la actualidad la tasa de paro es del 8,5% y Bruselas estima que la NAIRU es del 8,4%. La OCDE en previsiones de 2015 establecía la NAIRU de España en el 18,52% para 2017 y España terminó ese año con una tasa de paro del 16,6%.
"Las actuales estimaciones de desempleo estructural confirman que las revisiones iniciales exageraron el impacto que la recesión podía haber tenido en la participación de la fuerza laboral. Pero también podrían estar exagerando ahora el impacto de la expansión actual y la revisión a la baja del desempleo estructural", avisa el experto del BCE.
Los efectos persistentes que ha dejado la Gran Recesión en la economía son notables, pero no tan profundos como se había creído. Aunque las tasas de paro, actividad y empleo se hayan recuperado, el porcentaje de personas que trabajan a tiempo parcial de forma involuntaria se ha incrementado, al igual que la proporción de empleos temporales. Estos son los arañazos que ha dejado la crisis.
Ni tan dramáticos ni duraderos
Coeuré cree que estos efectos "no son tan dramáticos ni duraderos como sugería el punto de vista de la histéresis. Dado que estos trabajadores han permanecido ligados al mercado laboral, por lo que representan una definición más amplia de slack (holgura) de este mercado más que una nueva categoría de trabajadores estructuralmente desempleados, y de hecho, medir la holgura de esta forma ayuda a explicar mejor la baja inflación reciente".
"Estas personas, en otras palabras, han sido arañadas por la crisis, pero no necesariamente marcadas de por vida con una cicatriz. Esto no quiere decir que estos arañazos no sean profundos, en particular en las economías que han sido más golpeadas por la crisis", señala Coeuré.
Por ejemplo, en 2007 un 24,4% de las personas que tenían un empleo a tiempo parcial de forma involuntaria porque querían trabajar más horas y no podían. Esa misma cifra es en la actualidad de un 29,2%, llegando a superar el 60% en países como España e Italia. Los trabadores con contrato temporal suponían el 16% en 2007 en la zona euro, mientras que ahora son el 16,2%. En este caso han sido países como Alemania o Países Bajos los que han contribuido más a este leve ascenso. También se han incrementado las personas que tienen un segundo trabajo.
Es decir, el mercado laboral no goza de la salud que en el pasado, pero está mejor de lo que se preveía durante y poco después de la crisis. La 'nueva normalidad' basada en un crecimiento muy bajo y unos tipos de interés reales cercanos a cero podría no ser tal: "Si el crecimiento potencial no ha caído tanto como habíamos pensado, esto podría implicar que tiempo de interés neutral (el coherente con el pleno empleo y una inflación controlada) es mayor de lo que se estima".