El presidente de EEUU, Donald Trump, ha vuelto a romper con la diplomacia y ha optado por contagiar el caos e incertidumbre propios de su Administración al comercio internacional. Su intención de imponer aranceles del 25 y el 10 por ciento a las importaciones de acero y aluminio se ha convertido en arma de doble filo, tanto para las negociaciones en curso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN o NAFTA, por sus siglas en inglés), sus relaciones con sus aliados, como Reino Unido o la UE, y el pulso que Washington echa a Pekín. "El problema de sobrecapacidad en las industrias del acero y el aluminio es real y está causado principalmente por los subsidios chinos a sus productores", señala Edward Alden, experto del Council on Foreign Relations. Aún así inciden en que "las medidas propuestas son ampliamente indiscriminadas y afectarán a muchos países, entre ellos los aliados más cercanos de EEUU y otros que han cumplido con las reglas del sistema de comercio", añade.
De hecho, el lunes el mandatario estadounidense coincidía en este punto al confirmar que "el mayor problema para el comercio es China". Aún así, desoyó completamente la presión de los líderes en el Congreso de su propio partido para frenar la imposición de estos gravámenes. El presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, se mostró ayer "extremadamente preocupado" por las consecuencias que podría tener una posible guerra comercial urgiendo así a la Casa Blanca a que no siga adelante con su plan.
Precisamente, como adelantó Reuters, los legisladores en el Congreso han tomado una dirección opuesta al Despacho Oval reduciendo y eliminando aranceles en alrededor de 1.662 productos tras la aprobación en enero, de forma unánime, de una ley que busca reducir los precios que pagan los consumidores estadounidenses sobre una amplia gama de bienes, entre los que se incluyen desde juguetes hasta accesorios para cámaras. Pero mientras los legisladores buscan bloquear cualquier medida que frene el impacto positivo de la reforma fiscal sobre la economía, el inquilino de la Casa Blanca aseguró durante su encuentro, ayer, con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que no tiene intención de dar marcha atrás. Fiel a su mensaje de antaño, Trump recordó que EEUU "ha sido estafado" por otros países en materia comercial. "Hemos perdido 800.000 millones de dólares y vamos a solucionarlo", sentenció.
Mientras el presidente consideraba que esta situación no tiene que acabar en una guerra comercial tampoco dudó en usar sus polémicos aranceles, de los que todavía se desconocen detalles más allá del porcentaje, como moneda de cambio en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte cuya séptima ronda se ha celebrado en México.
"Tenemos grandes déficit con México y Canadá. El TLCAN, que está renegociándose, ha sido un mal acuerdo para Estados Unidos, gran reubicación de empresas y empleos. Los impuestos en el acero y el aluminio serán retirados únicamente si un nuevo acuerdo es firmado", dijo vía Twitter. En su red social de cabecera, Trump dijo que Canadá "debería tratar mejor a nuestros agricultores". También hubo mensajes para su vecino del sur ya que el republicano exigió a México "hacer mucho más para impedir que las drogas inunden Estados Unidos. No han hecho lo que se debe hacer. Millones de personas son adictas y están muriendo", añadió. Posteriormente, el presidente de EEUU reiteró que su país tiene "un mal acuerdo con México y con Canadá".
Al mismo tiempo, tras su visita a Washington la semana pasada de Liu He, el principal consejero económico del presidente Xi Jinping, EEUU y China estarían preparados para debatir su desequilibrio comercial en un encuentro que tendrá lugar en Pekín.
Aún así, el anuncio realizado por Zhang Yesui, portavoz del gobierno, no incluyó fecha concretas ni que funcionarios acudirán a dicha reunión bilateral. Zhang reconoció que la fricción de ambos países no es sorprendente dado el volumen de comercio entre ambos, que a finales del año pasado alcanzó los 580.000 millones de dólares.
Aunque Trump señaló a China como "el principal problema" a nivel comercial, su decisión unilateral de imponer aranceles a las importaciones de acero y aluminio para atajar el problema del exceso de capacidad del gigante asiático juega en detrimento de sus principales aliados. La primera ministra británica, Theresa May, recordó al presidente de EEUU durante una conversación telefónica el domingo que "las acciones multilaterales son la única forma de resolver este problema con los intereses de todos", señaló su portavoz.
En 2016, China alcanzó el 49 por ciento de la capacidad mundial de producción de acero, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en comparación con el 15 por ciento en 2000. La fundición de aluminio del país también se ha disparado durante la última década pasando de los 5,4 millones de toneladas en 2002 a los 41 millones de toneladas, según la Oficina Nacional de Estadísticas del país.
La Unión Europea ha sido uno de los principales interesados en solventar esta situación y de ahí que impulsase el Foro Global sobre Capacidad Excesiva del Acero, un grupo formado en diciembre de 2016 y compuesto por el Grupo de los 20 y otros miembros de la OCDE. Dicho esto, la Administración Trump no ha confiado demasiado en este esfuerzo, algo que quedó probado cuando el representante de comercio de EEUU, el embajador Robert Lighthizer, envió a su jefe de Gabinete a la reunión ministerial celebrada en noviembre en Berlín, una decisión que muchos consideraron como un desaire diplomático, según señaló The Wall Street Journal.