Faltan varias horas para el cierre de las urnas, pero las generales italianas ya tienen un ganador: Silvio Berlusconi. El magnate, con 81 años, promete volver a ser el amo de la política transalpina durante la próxima legislatura.
Quienes le habían dado por acabado en noviembre de 2013, tras la inhabilitación para ejercer cargos públicos, debido a su con condena por fraude fiscal, se equivocaron. De hecho, erraron también los muchos analistas que unos meses antes -durante las campaña electoral para las generales de aquel año- habían previsto una derrota de Berlusconi y una hegemonía del tecnócrata Mario Monti sobre el ala liberal y conservadora del Parlamento. Acabó siendo al revés: tras cinco años, el partido de Monti, Scelta Civica, ya no existe, mientras que Berlusconi, por contra, ha personificado durante esta campaña electoral su enésima resurrección.
En las elecciones europeas de 2014, cuando el antiguo Cavaliere -título honorífico que le fue retirado tras la condena- cosechó el 16 por ciento de los votos, lo que parecía la señal de su ocaso político. Varios de sus hombres de confianza (empezando por su delfín Angelino Alfano) le abandonaron para pasarse al bando de Matteo Renzi, el líder progresista 40 años más joven que Berlusconi, que en los mismos comicios cosechó con su Partido Demócrata (PD) el 40,8 por ciento.
Ida y vuelta del 'Renzusconi'
Cuando ambos sellaron un pacto para las reformas clave, el pacto del Nazareno, pareció que por fin Berlusconi tenía heredero político, aunque en el bando opuesto. De hecho, Renzi abandonó la tradicional actitud antiberlusconiana del centroizquierda y propuso una agenda económica liberal, parecida a la del partido Forza Italia del magnate, empezando por el abaratamiento del despido, bandera histórica del programa económico conservador.
Pero el acuerdo entre Renzi y Berlusconi, que los medios italianos bautizaron como Renzusconi, no prosperó y la derrota en el referéndum constitucional de 2016 determinó el prematuro ocaso del joven líder progresista y la enésima resurrección del magnate octogenario.
Berlusconi está protagonizando su séptima campaña electoral como líder del centroderecha. El resultado de su partido, Forza Italia (un 18 por ciento, según varias encuestas) está lejos de los éxitos del pasado. Pero el magnate será igualmente determinante en la próxima legislatura, gracias a una coalición con la derecha de Matteo Salvini (Liga Norte, con el 15 por ciento en las encuestas) y Giorgia Meloni (Hermanos de Italia, con el 5 por ciento). Así, el centroderecha unido lidera los sondeos, con un 38 por ciento, mientras la coalición de Renzi no llega ni al 30 por ciento. Y aunque la inhabilitación le impide ser presidente, en el símbolo de Forza Italia aparece bien grande la rúbrica Berlusconi presidente.
Berlusconi será imprescindible en el futuro Parlamento. Si su coalición gana, será él quien nombrará al primer ministro, muy probablemente su exportavoz y ahora presidente del Europarlamento, Antonio Tajani. Sin embargo, como pa- rece probable, de las elecciones saldrá un Parlamento colgado, y cualquier Gobierno tendrá que pasar por la aprobación de Berlusconi.
Según la mayoría de analistas, lo más probable es que tras las elecciones vuelva el Renzusconi, con un Ejecutivo de amplia coalición entre el partido berlusconiano y el PD. Pero como la formación de Renzi cae en los sondeos, el acuerdo se extendería a pequeños partidos de centro como Noi con l'Italia (que se presenta en la coalición de centroderecha) y Cívica Popolare (centroizquierda), además de otras pequeñas formaciones progresistas (Insieme, que reúne ambientalistas y socialistas) y liberales (+Europa, de la excomisaria Europea Emma Bonino). Todos estos pequeños partidos, aparte de Insieme, están formados por exaliados de Berlusconi o incluso tránsfugas que dejaron su partido en la pasada legislatura.
Igual que en las ultimas dos décadas, el Parlamento tendrá que ocuparse otra vez de los intereses económicos del magnate. Los negocios, en particular las televisiones, siempre han sido la otra cara del compromiso político de Berlusconi. Antes de fundar su partido en 1994, era amigo íntimo del secretario so-cialista Bettino Craxi. Gracias a ello, Berlusconi consiguió una posición ventajosa en la reestructuración del sector televisivo y la ley orgánica de televisiones de 1991 le permitió seguir controlando tres de las seis televisiones nacionales. La combinación entre Mediaset y las formaciones políticas fundadas por Berlusconi siempre ha sido muy fuerte. Tanto, que los medios italianos usan la expresión "partido-empresa" para su formación. Dos décadas después, la cosa sigue igual: la semana pasada, Berlusconi, en una entrevista en Canale 5, excedió los límites temporales que la ley fija a cada candidato, además de hablar de las encuestas, algo prohibido en las dos semanas previas a los comicios. La presentadora parecía preocupada por una posible multa de la Autoridad de las Comunicaciones, y el magnate la serenó: "No te preocupes, aquí quien paga soy yo".
El imperio mediático berlusconiano, sin embargo, empieza a mostrar grietas: el magnate acaba de vender su equipo de fútbol, el AC Milán, a unos inversores chinos, pa-ra mejorar las cuentas de su holding Fininvest; además, en el Tribunal de Milán ha empezado un juicio entre Mediaset y Vivendi. La cadena italiana acusa al grupo galo de no respetar los acuerdos sobre la compraventa de la televisión de pago Mediaset Premium y pide una in-demnización de 3.000 millones. El grupo francés se opone y ya está a un paso de lanzar una opa sobre Mediaset, donde tiene una participación próxima al 30 por ciento. Esta batalla legal se entrelaza con otra operación de Vivendi, socio de la telefónica TIM (Telecom Italia).
El Gobierno de Gentiloni usó en octubre su poder de veto para impedir un control extranjero sobre las redes telefónicas e informáticas transalpinas, consideradas "esenciales para la defensa y los intereses estratégicos" de Italia. Lo más probable es una escisión de la red que pasará a manos italianas, lo que se decidirá el 6 de marzo. Así, los franceses se quedarían con la operadora TIM e intentarían alcanzar un acuerdo con Mediaset para crear un gigante europeo de los medios. Un rediseño de todas las comunicaciones, en el que el nuevo Gobierno tendrá un rol central.
Y para Berlusconi hay dos cosas ciertas: que no podrá ser primer ministro y que seguirá siendo el líder más influyente de la política italiana.