Economía

May convoca la enésima gran cumbre para consensuar una posición post-Brexit

Theresa May, Primera Ministra del Reino Unido. Foto: Reuters.

Las reuniones de alto nivel del Gobierno británico para intentar cerrar una posición común para el futuro post-Brexit han derivado en un bucle en el que la única constante es la divergencia crónica. 

La sucesión de encuentros anticipados por Downing Street como la cita en la que el desacuerdo se transformaría en consenso ha dejado una sensación de déjà vu, por lo que la cena prevista este jueves en la residencia de asueto de la primera ministra es esperada, inevitablemente, con las expectativas a ras de suelo.

Theresa May ha convocado a la plana mayor de su gabinete a una cita en la casona de Chequers, en plena campiña inglesa. El único ingrediente del menú es la salida de la Unión Europea y el resultado ansiado pretende que nadie regrese a Londres sin haber jurado pleitesía a la estrategia que la premier defenderá no solo ante un cada vez más hastiado bloque comunitario, sino ante el verdadero desafío: el Parlamento británico, responsable último de dar luz verde al acuerdo final pactado con Bruselas.

Pese a los desalentadores precedentes, la razón por la que esta cena mantiene un cierto sentido de anticipación es por el indisputable factor temporal. Reino Unido se verá con sus todavía socios en el primer Consejo Europeo del año, el 22 y 23 de marzo, y su ambición es cerrar para entonces el grueso de la transición que regirá tras el divorcio. La UE no tiene tanta prisa y lo máximo que está dispuesta a autorizar es un memorándum que recoja los progresos logrados hasta entonces en lo referente a la fase de implementación.

En cualquier caso, los 18 meses posteriores a la ruptura son solo la punta del iceberg. De ahí que los Veintisiete no hubiesen previsto excesivos obstáculos, puesto que, en teoría, lo que verdaderamente importa a Reino Unido es lo que vendrá a continuación, es decir, la nueva relación. Sin embargo, en la práctica, las partes se han enrocado ya en aspectos cruciales para un período que, desde el principio, nace con vocación temporal.

Aunque es cierto que ambos interlocutores han aceptado una cierta suavización, en nombre de la defensa de un proceso civilizado -la UE ha decidido reformular la 'cláusula de castigo' que prometía vetar el acceso británico al mercado común en caso de incumplimiento del acuerdo, mientras que Boris Johnson, uno de los cabecillas pro-Brexit, ha admitido la posibilidad de un alineamiento regulatorio-, el ministro de Exteriores británico insistía la semana pasada en que la prevalencia de la justicia europea tras el Brexit sería "antidemocrática e intolerable" y las diferencias sobre los derechos de los ciudadanos comunitarios continúan como uno de los grandes puntos de fricción.

La prueba de fuego para todos, no obstante, será lo que se discuta este jueves en Chequers. La asimetría que domina en el Ejecutivo de Theresa May sigue pareciendo irresoluble, como quedó de manifiesto en el discurso supuestamente de alto nivel protagonizado por Johnson la semana pasada. Nunca temeroso de saltarse la línea oficial en su beneficio, la intervención del titular de Exteriores se caracterizó, ante todo, por la indeterminación. Las respuestas que había prometido facilitar brillaron por su ausencia y, más allá de una cierta apelación a los partidarios de la continuidad en la UE, su comparecencia perpetuó todas las incógnitas.

Por una vez, Johnson se vio en la piel de May: incapaz de garantizar lo que no sabe si podrá materializar y rehén de una división que imposibilita la mínima toma de decisión. La propia primera ministra lo volvió a sufrir el pasado sábado en Alemania, donde un discurso en materia de seguridad para la era post-Brexit solo logró invocar el desiderátum de una "sociedad profunda" con la UE.

Lo único destacable, es más, fue lo que más perjuicios le puede causar, ya que la premier se las arregló para incluir una advertencia de corte político que difícilmente gustará en Bruselas. A partir de aquí, el denominado por el Número 10 'Camino al Brexit' tiene pendientes las intervenciones del ministro del Brexit, un experto en el escapismo retórico; del secretario de Comercio Internacional, puesto que no puede desarrollar en su verdadera extensión hasta que los lazos con la UE hayan sido cercenados; del ministro de Gabinete, único partidario de la permanencia en el bloque, y por último, May.

La primera ministra confía en haber cerrado una posición unitaria para cuando le toque enfrentarse a las masas, pero sus deseos distan de la realidad, cuando ni su propio Gobierno confía en su capacidad de alumbrar una salida exitosa, ni cuenta con la mayoría parlamentaria para respaldar su apuesta.

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