Economía

Theresa May prepara un discurso sobre 'el camino al Brexit'

  • Las expectativas de concreción son mínimas
Theresa May, saliendo de la residencia oficial en Londres. Foto: Reuters.

El Gobierno británico prevé emplear las próximas tres semanas para exponer públicamente su visión para el futuro posterior a la salida de la Unión Europea, pero es difícil que el grado de concreción satisfaga las expectativas.

Downing Street hablará del "camino al Brexit", una serie de intervenciones de máximo nivel con las que los ministros relacionados con la ruptura desvelarán las actuales incógnitas. El colofón llegará con el discurso de Theresa May, el mismo que debería dar respuesta a los interrogantes que mantienen dividido al Ejecutivo y en vilo a Bruselas. El problema es que despejar el enigma desencadenará una tormenta en casa que amenaza con desalojar a la premier del Número 10 y dejar al proceso huérfano en el momento más crucial de las negociaciones.

Este potencial desenlace se suma a la evidente fractura con la Unión Europea, donde observan con preocupante estupefacción la parálisis británica y la palpable incapacidad de May de decantarse por fórmula alguna. Su calculada indeterminación tiene sentido desde una perspectiva de supervivencia política, pero a medio plazo podría convertirse en el catalizador último de su caída. El tiempo se acaba al mismo ritmo que la paciencia en el continente y las crecientes divergencias que separan a ambos interlocutores han llevado a figuras clave como Michel Barnier a advertir de que ni siquiera la fase de transición se puede dar por hecho.

De ahí que las expectativas ante el discurso de May sean mínimas. No es la primera vez que el Número 10 crea un sentido de anticipación ante una de sus comparecencias y la experiencia ha demostrado que la certeza más probable es que genere más preguntas que respuestas. La semana pasada, la llamada gran cumbre para aunar posiciones concluyó como había empezado: con un Gobierno dividido en torno al grado de ruptura y la decisión esperando por una mínima voluntad política que permita desbloquear el estancamiento del proceso. Las incógnitas permanecen y es difícil que el atasco encuentre solución, al menos, mientras la falta de concreciones siga evitando a May la guerra civil que, oficiosamente, ya está desencadenada.

Lo único que las dos facciones enfrentadas comparten es la vocación de que los intercambios comerciales con la UE tengan lugar con la menor fricción posible y con las mínimas tarifas. El problema procede del método que cada una propone para materializar esta realidad: alineamiento regulatorio máximo en el caso de quienes pretenden mantener lazos estrechos con Bruselas y ruptura limpia para los que ambicionan un soberanismo unilateral que otorgue libertad para priorizar pactos comerciales fuera del marco de sus futuros ex socios.

En consecuencia, ante el "camino al Brexit" reivindicado por Downing Street tanto el aparato comunitario, como los negocios, pueden esperar. La primera ministra es consciente de que cualquier pronunciamiento desequilibrará la balanza y la facción que no se beneficie pasará a la acción. De ahí que el Gabinete de Guerra para facilitar respuestas haya constituido una prueba más de la parálisis que atenaza al Gobierno.

Destacados conservadores pro-UE ha advertido ya de su intención de unir fuerzas con el Laborismo para impedir el divorcio planteado por May, que acarreará el abandono del mercado común y de la unión de tarifas. Una de las diputadas que en diciembre habían provocado la derrota del Gobierno en el Parlamento, Anna Soubry, declaró ayer que la mayoría en Westminster apoya la continuidad en el bloque comercial, un respaldo con profundas implicaciones prácticas, puesto que la iniciativa aprobada en el último mes de año con el apoyo de once rebeldes otorga a la Cámara de los Comunes la última palabra antes de que cualquier acuerdo pueda entrar en vigor.

Por ello, una de las claves será la posición que el Laborismo adopte finalmente. Su líder, Jeremy Corbyn, había sido tradicionalmente uno de los más críticos con la UE en la izquierda británica, pero la eurofilia con la que habitualmente se identifica al partido lo obliga a revisar sus fobias. Por ello, el partido ha decidido convocar una cumbre en las próximas semanas para revisar su estrategia en relación a la salida y acordar una posición común no solo para influir sobre la misma, sino para maximizar políticamente el divorcio.

Cada vez son más los parlamentarios que creen que el Laborismo debería abogar por continuar en el mercado común y emplear esta apuesta para menoscabar a los tories, por lo que cualquier cambio al respecto actuaría como un importante revulsivo. La visión en Westminster es que las decisiones anticipadas por May, la mayoría resultado de la presión de los eurófobos, amenazan la prosperidad económica y elementos cruciales como el proceso de paz en Irlanda del Norte.

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