Economía

¿'Quo vadis' Cataluña?

  • La gente de la calle desconfía de los números y se mueve por emociones

Cataluña está partida en dos. Los separatistas podrán seguir en el Gobierno de la Generalitat mediante la reconstrucción de la antigua alianza de Junts pel Sí entre PDeCat y ERC con el apoyo puntual de la CUP. Los independentistas han perdido unas décimas en porcentaje de voto (47 por ciento), pero han ganado 100.000 votos. La gran movilización lograda por la lideresa de Ciudadanos, Inés Arrimadas, impidió un descalabro del bloque constitucional, que lo hubiera dejado en una preocupante minoría.

Si alguien pensaba que la aplicación del 155, la marcha de más de 3.000 empresas o el desplome de la inversión extranjera iba a hacer mella en el ánimo del separatismo, está muy equivocado. Las amenazas y el catastrofismo económico nunca funcionan en política. Lo vimos con el Brexit, cuando los británicos optaron por separarse del resto de Europa, pese a que el exprimer ministro, David Cameron, alertó de su elevado coste, y después con la victoria de Donald Trump, pese a que Wall Street auguraba un derrumbamiento de la economía en EEUU.

La gente de la calle desconfía de los números, se mueve por emociones o por sentimientos, y en eso los populismos ganan por goleada a los políticos tradicionales, porque ofrecen un mundo nuevo lleno de bondades, que en la mayoría de las ocasiones jamás se cumple, como en Cataluña.

Puigdemont y Junqueras supieron dar la vuelta en la campaña electoral a las acusaciones que los responsabilizan de la huida masiva de empresas o la fuerte caída del turismo. Lo atribuyen a la desconfianza generada por la aplicación del artículo 155.

Más de 3.000 empresas cambiaron su sede social, pero solo un diez por ciento modificaron su sede fiscal, es decir, dejaron de pagar im- puestos en Cataluña. Muchos de sus empleados creen que se trata de un movimiento táctico y que seguirán en el territorio. Están equivocados, naturalmente, pero cuando lo descubran será demasiado tarde para revertir el daño causado.

El resultado de los comicios alejará las inversiones que necesitan a medio plazo para mantener la competitividad de sus centros productivos. Sin inversiones nuevas para modernizar las fábricas, poco a poco se producirá un éxodo hacia otros lugares, dentro o fuera de España.

En cuanto a la caída del turismo, afecta sobre todo al área de Barcelona, pero no a Lleida ó Girona, que están más protegidas de la globalización. En definitiva, los catalanes no padecen apenas los efectos de una hipotética separación. Se trata de procesos muy lentos, que llevará muchos años en ser reconocidos.

Puigdemont y Junqueras interpretaron, además, muy bien su papel de víctimas de la represión del Estado, cuando en realidad están pagando por las torpezas de sus decisiones, como declarar la independencia sin respaldo popular suficiente o saltarse todas las normas, tanto constitucionales como del Estatuto. No es verdad que los independentistas hayan ido a las urnas en inferioridad de condiciones que el resto de candidatos, sino al contrario, han sacado provecho de esta circunstancia ante sus votantes. Las condenas penales de sus líderes los enaltece, los convierte en héroes ante sus seguidores.

El panorama es muy complicado. El resultado avivará la fuga de empresas, que se había apagado prácticamente durante las últimas semanas. La bolsa española reaccionó este viernes de manera prudente, porque las primeras declaraciones apuntan a que respetarán la legalidad vigente. La vuelta a la vía unilateral despertaría los fantasmas del pasado y obligaría al Ejecutivo de Rajoy a reinstaurar el artículo 155. ¿Quo vadis?, ¿adónde va Cataluña?

Después de oír los discursos en la noche electoral, tanto de Puigdemont como de Marta Rovira, número dos de ERC, se espera que se den más tiempo para convencer a Europa de su legitimidad para la República.

Un tiempo que debería aprovechar el Gobierno para enmendar los errores del pasado. El resultado se debería interpretar como una oportunidad, probablemente la última, parar reconstruir el sentimiento españolista en Cataluña.

Si hay dudas del vencedor de los comicios, sobre el perdedor todos están de acuerdo: Mariano Rajoy. El problema no está en el 155 o en que haya tardado demasiado hasta su entrada en vigor, porque con ese tiempo logró ganarse el apoyo de Pedro Sánchez. Tampoco en que convocara tan rápido elecciones, como explicó este viernes, porque lo contrario hubiera prolongado las tensiones. En esta ocasión hizo lo que debía.

El error fue mantenerse de brazos cruzados, en dar durante tantos años la espalda a una parte importante de los catalanes. Los españoles deberíamos admitir, de una vez por todas, que existe un importante sentimiento nacionalista en Cataluña, y que es necesario escucharlo, respetarlo y atender una parte de sus reivindicaciones, si queremos mantener España unida.

La unanimidad conseguida en Europa en contra el proceso separatista se fragmentará en mil pedazos en el momento que logren el apoyo del 60 o el 70 de la población. Para evitar que este porcentaje siga al alza, habrá que reformar la financiación autonómica, corregir el mecanismo de solidaridad que engorda la ineficiencia y el despilfarro en otras regiones, respetar la diversidad lingüística y, sobre todo, incrementar la presencia del Estado en Cataluña. Bélgica, por ejemplo, cuenta con un Gobierno repartido por las regiones de Flandes y Valonia, además de la propia Bruselas.

Empeñarse en que España es única e indivisible porque lo dice la Constitución puede provocar a largo plazo su partición. La solución se antoja lejana y llena de quiebros e incertidumbre, lo que resultará dañino para la economía catalana y la española en general. El vía crucis económico acaba de comenzar.

Por lo demás, la semana estuvo marcada por el importante consenso logrado por la ministra de Empleo, Fátima Bañez, entre los agentes sociales (patronal y sindicatos) para incrementar el salario mínimo el 4 por ciento, muy por encima de la inflación, y hasta el 20 por ciento en tres años. Bañez pretende aflorar el 20 por ciento del PIB en economía sumergida. Para no dañar la productividad, tratará de desligar la evolución del SMI de las alzas salariales en los convenios. Pero los sindicatos aprovecharán para pedir subidas que más que duplican la inflación. ¡Una locura!

La otra satisfacción importante es ver cómo la Justicia europea comienza a desmontar las mentiras de la economía colaborativa, al calificar a Uber como una empresa de transporte y no de Internet, lo que debería ser extensible a otros sectores como los de la comida rápida o los alojamientos turísticos. ¡Bienvenidas las empresas que aprovechan los adelantos tecnológicos! Pero no a costa de la precariedad del empleo o de eludir el pago de su factura fiscal en beneficio de todos los consumidores. Sobre todo, cuando la competencia tradicional, las pequeñas empresas y los autónomos están fritos a impuestos por Montoro.

PD.-La sentencia del Constitucional que pone al descubierto la vía exprés utilizada por Florentino Pérez para cobrar la indemnización del almacén de gas Castor es otra prueba de las argucias del empresario con los gobiernos de todos los colores para lograr favores políticos. No quiero preguntarme qué otorgó a cambio, pero debería ser la causa de una investigación. Prácticas así van en detrimento de los em-presarios y de su prestigio social, cuando en su inmensa mayoría actúan con transparencia y contribuyen al progreso de la economía. ¡Feliz Navidad!

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky