
La abultada deuda pública italiana es como un elefante en una habitación. Todos los partidos que se preparan para las próximas generales, previstas para el 4 de marzo, fingen que no está ahí para evitar lidiar con el enorme problema que implica.
Sin embargo, fuera del país hay mucha más inquietud. Hace un mes la Comisión Europea (CE) expresó su preocupación por el persistente y elevado endeudamiento público italiano tras realizar un análisis de los planes presupuestarios nacionales. "La deuda pública de Italia sigue siendo una vulnerabilidad clave (...) Visto el tamaño de la economía italiana, representa una fuente de preocupación para la zona euro en su conjunto", advirtió la CE en una carta enviada a Roma.
Lo que la Comisión dejó entre líneas es que la alta probabilidad de inestabilidad política tras las generales podría volver a poner a la prima de riesgo italiana en el punto de mira de la especulación. Mientras el sistema bancario intenta recuperarse (deshaciéndose de miles de millones de créditos dudosos), la incertidumbre sobre la formación de un Gobierno amenaza con perjudicar al crecimiento de la tercera economía de la eurozona.
Italia ha vuelto a crecer, pero sigue siendo el farolillo rojo del continente con un progreso del PIB en el 2017 del 1,5% frente a la media continental del 2,2%. De ser así la deuda italiana se situaría en 132,1% del PIB en el 2017, en 130,8% en el 2018 y, en 130% en el 2019, mientras que el endeudamiento público de la Eurozona sería, respectivamente, de 89,3%, 87,2% y 85,2%.
La semana pasada la directora del FMI Christine Lagarde declaró, en un entrevista al diario económico transalpino Il Sole 24 Ore, que ahora es el momento oportuno "para sanear las cuentas y poner la economía en el camino de la reducción de la deuda" .
Pero, para los líderes políticos no hay tanta prisa. Al contrario, piensan que hay que subir el déficit cuanto antes. El Partido Demócrata de Matteo Renzi, que apoya al Gobierno de Paolo Gentiloni, propone abandonar el Pacto fiscal europeo firmado en 2012 y volver a Maastricht.
Según explica Renzi en la web de su partido democratica.com esta propuesta -que permitiría subir el déficit hasta el 2,9% del PIB, en vez de perseguir el actual objetivo del 2,1%- "vale entre 30.000 y 50.000 millones de euros". "Esta operación nos permitirá invertir en el crecimiento y al mismo tiempo bajar los impuestos a las familias y a las empresas que crean puestos de trabajo".
En fin, la enorme deuda pública transalpina -y el riesgo de especulación en caso de inestabilidad política- no preocupan al antiguo primer ministro que, en Twitter, resume así su actitud frente a Europa "Queremos + crecimiento y - austeridad, + atención a la sociedad y - tecnocracia". Y añade: "¿Queréis entregar vuestro futuro a los que quieren salir del euro?".
La indirecta va al Movimiento 5 Estrellas. La receta del candidato a primer ministro del movimiento antipartidos, Luigi Di Maio, es muy parecida a la de Renzi: más déficit para estimular la economía.
"La deuda pública sigue rompiendo récords. Según nosotros para invertir la tendencia hay que subir el déficit para volver a pagar la deuda con los frutos de las inversiones productivas" declaró Di Maio hace algunas semanas en una entrevista al diario La Repubblica.
El centroderecha de Silvio Berlusconi (líder de la formación conservadora Forza Italia) y de Matteo Salvini (de la xenófoba y eurófoba Liga Norte) propone la introducción de un tipo fijo de IRPF. "No somos irresponsables como Renzi. Nuestro tipo fijo hará subir el crecimiento" declaró a la prensa italiana Renato Brunetta, antiguo ministro, en los Gobiernos de Berlusconi, de Administraciones Públicas. "El mismo impuesto para familias y empresas llevará a un incremento de la recaudación porque con un tipo fijo, frente a los muchos tipos actuales, muchas más persones pagarán los impuestos reduciendo el fraude fiscal" explicó Berlusconi.
Y mientras los principales líderes políticos no quieren ni oír hablar de reducción de la deuda, la patata caliente está en las manos del primer ministro Paolo Gentiloni. De hecho, en caso de un Parlamento "colgado" (es decir, sin algún partido o coalición que pueda formar Gobierno) el gabinete de Gentiloni seguiría en funciones durante un tiempo. Y muy probablemente seguirá allí cuando Bruselas, en mayo, enviará a Roma sus evaluaciones definitivas sobre el estado de salud de la economía transalpina, con un posible procedimiento de infracción.
Tal y como declaró la semana pasada Silvio Berlusconi, en caso de unos comicios sin un ganador, "la solución más adecuada sería dejar a Gentiloni en el Gobierno, por lo menos durante tres meses. Luego habrá que votar otra vez".