
El rescate a la banca vuelve a pasar factura a Matteo Renzi. El antiguo primer ministro italiano quería aprovechar la Comisión de Investigación del Parlamento, requerida por la oposición tras la intervención pública de varias entidades, para echar la culpa de la situación a la falta de vigilancia del Banco Central.
El mes pasado, nada más comenzar la campaña electoral, Renzi pidió que no se renovara al gobernador del Banco de Italia Ignacio Visco, subrayando que el Partido Demócrata "ya no podía defender el actual orden del sector financiero". Sin embargo, la jugada "antisistema" le salió mal. Hace diez días, la audición del Fiscal Roberto Rossi volvió a llamar la atención sobre el rescate de Banca Etruria y sobre las relaciones entre la entidad y el antiguo Gobierno del líder progresista. De echo, por las consecuencias políticas de su quiebra, este pequeño banco se está convirtiendo en una especie de Bankia a la italiana.
Rossi, que es Fiscal jefe de Arezzo, ciudad en la que se investiga la quiebra de Banca Etruria, es sólo el último protagonista del caso. El magistrado ya fue cuestionado una vez por el CSM (el Consejo General del Poder Judicial italiano) por haber sido anteriormente asesor jurídico de la Presidencia de Gobierno durante los Ejecutivos de Enrico Letta y Matteo Renzi. Según el CGPJ transalpino, el papel del antiguo asesor de Renzi y la responsabilidad de investigar sobre Banca Etruria no son incompatibles. Los miembros de la Comisión de Investigación parlamentaria, sin embargo, reprochan a Rossi cierta reticencia a la hora de comunicar, durante una reciente audición de la Comisión (que tiene los mismos poderes que un tribunal), que el padre de la ministra Boschi, que hasta el rescate fue vicepresidente de Banca Etruria, está siendo investigado otra vez.
Así, la fiscalía de Arezzo ha vuelto a ocuparse de Boschi por fraude en la emisión de bonos, tras un informe de la Consob (la CNMV italiana) que denuncia una falta de transparencia sobre los riesgos en el folleto de emisión. En el punto de mira de la CNMV transalpina hay la venta de bonos subordinados que la entidad llevó a cabo en 2013. Valores que bajo las reglas europeas del "rescate desde dentro" (bail-in), se convirtieron en 2015 en papel mojado, ya que la quiebra de Banca Etruria costó más de 8.000 millones de euros y la vida de un pensionista que se suicidó tras perder 100.000 euros.
El padre de la ministra Boschi, defiende que el consejo de administración, del que era parte como vicepresidente de Banca Etruria, delegó la redacción del folleto al director general de la entidad, eximiendo su responsabilidad.
Sin embargo, esto no elimina el daño de imagen para la hija Maria Elena y para su mentor Matteo Renzi. Además, en los mentideros políticos y financieros, se afirma que el papel de la ministra en el caso no fue tan irrelevante como ella afirma. Boschi declaró en el Parlamento que nunca se había ocupado del banco de su padre. Sin embargo, hace algunos meses, Ferruccio de Bortoli, uno de los periodistas más famosos del país (fue director de grandes periódicos como Il Corriere della Sera o Il Sole 24 Ore), desveló en un libro que la ministra, antes de la intervención, llamó a Federico Ghizzoni, por aquel entonces consejero delegado del principal banco italiano, Unicredit, para pedirle que comprara Banca Etruria.
Ghizzoni declaró que "es normal que los banqueros hablen con los políticos y viceversa". Boschi, en su lugar, desmintió la reconstrucción del periodista, y fue sólo la semana pasada, cuando los problemas de la entidad volvieron a salpicarla, cuando anunció que pedirá una indemnización a de Bortoli.
Los largos tiempos de la Justicia civil italiana impedirán cualquier veredicto antes de las elecciones. Por esto, será clave la comparecencia de Ghizzoni ante la Comisión de Investigación. A pesar de los titubeos del PD, la Comisión decidió el pasado miércoles convocar al antiguo consejero delegado de UniCredit, junto a una decena de otras protagonistas del sector (banqueros y antiguos ministros), a falta de la fecha definitiva para la audición.
Entretanto, el asunto está pasando factura a Matteo Renzi en una campaña electoral muy difícil para el líder progresista. Mientras el centroderecha está cerrando filas, el antiguo primer ministro no consigue cohesionar el centroizquierda.
La equidistancia del PD
El frente progresista sigue estando dividido y Renzi, acorralado, no tiene más remedio que jugar a dos bandas. De un lado se propone como el único bastión contra el populismo del M5S y del centroderecha (donde conviven Berlusconi y la xenófoba y eurófoba Liga Norte). Del otro, acentúa sus consignas antisistema arremetiendo contra el Banco Central.
Sin embargo, por el momento Renzi no parece tan contundente como lo era cinco años antes cuando se impuso en la escena política transalpina prometiendo renovar el país y "enviar al desguace" a la vieja clase dirigente.