Economía

El motor de europa ya no brilla tanto

La canciller alemana Ángela Merkel. Foto: eE
En Alemania, la primera economía europea, el país que siempre se ha vanagloriado de su estado del bienestar y su justicia social, también existen pobres, como la clase política parece haber descubierto esta semana.

La llamada nueva clase baja, un ocho por ciento de los habitantes del país, no pasa hambre, pero se enfrenta a la falta de perspectivas y a una creciente marginación. Unos culpan al anterior gobierno, otros a los ricos y conservadores, y el resto a la coyuntura económica o la globalización. Pero ninguno parece tener la receta.

Un estudio presentado por la fundación Friedrich Ebert, cercana al gubernamental Partido Socialdemócrata (SPD), ha desencadenado un polvorín político que el presidente de esta formación, Kurt Beck, encendió con sus declaraciones: "Hay demasiadas personas en Alemania que no tienen ninguna esperanza de lograr un ascenso social o económico". Siempre han existido personas con bajos ingresos, pero ahora muchas de ellas se han resignado a vivir así el resto de sus días.

De hecho, si se compara con los datos de países en vías de desarrollo, podría decirse que los pobres germanos nadan en la abundancia. Disponen de una media de 424 euros mensuales, la mayoría de ellos cuentan con una casa, asistencia sanitaria y pueden comer caliente cada día. El Estado alemán sigue garantizando a sus ciudadanos una cobertura social que envidian muchos de sus vecinos.

Perdedores y competencia

Pero el problema que ha detectado la fundación se escapa de las estadísticas al uso para acercarse a un test psicológico y sociológico de la Alemania actual. Buena parte de los nuevos pobres se consideran perdedores, se sienten fuera de una sociedad que no les da oportunidades y se han acostumbrado a vivir de la ayuda social, por muy jóvenes que sean.

Muchos de ellos culpan a los partidos tradicionales y a los trabajadores extranjeros de su situación, por lo que simpatizan con la ultraderecha o la izquierda más radical. No tienen perspectivas de mejorar y transmiten a sus hijos esa visión pesimista. Si bien los seis millones y medio de ciudadanos en situación precaria presentan perfiles y orígenes diferenciados, y por tanto carecen de conciencia de clase, la fundación apunta a una mayoría de hombres, con escasa formación y procedentes del este del país.

Perdedores de la unificación

Mientras que un cuatro por ciento de los alemanes occidentales pertenece a la nueva clase baja, el porcentaje asciende al 20 por ciento entre los germano-orientales. Son los llamados perdedores de la reunificación, los que no fueron capaces de adaptarse al nuevo sistema en regiones donde la oferta de trabajo sigue siendo muy baja.

El estudio, que los socialdemócratas quizás quisieron emplear para acercarse a su clientela obrera tradicional, se ha vuelto como un bumerán contra ellos. Y es que son muchos, incluso dentro de sus propias filas, los que señalan hacia los recortes sociales emprendidos por el anterior gobierno de Schröder de esta marginación social.

Y otros los consideran demasiado generosos. Según el socialcristiano Markus Söder, el programa Hartz IV, que reúne a los parados de larga duración y a los receptores de asistencia social, proporciona ayudas superiores a las de un salario mínimo y no invita a la reinserción laboral.

Élites

La cúpula socialdemócrata, en cambio, apunta hacia los conservadores, a los que acusan de promover la formación de élites. Y es que los grandes empresarios no deben esperar a que empiecen a arder coches delante de su casa, como señalaba esta semana el titular de Finanzas, Peer Steinbrück, en referencia directa a Francia.

El ministro del SPD recordaba el papel ejemplarizante que los directivos parecen haber olvidado en Alemania. "Se han perdido las proporciones", y resulta moralmente inadmisible que los altos cargos se suban el sueldo de manera astronómica mientras piden a sus trabajadores que se aprieten el cinturón. La industria fomenta "un sistema capitalista propio de predadores en el que el valor bursátil de las empresas aumenta a medida que éstas racionalizan sus plantillas", corroboraba el conservador Heiner Geißler.

La globalización se lleva buena parte del rapapolvo. La bajada de salarios, para frenar la inflación, y el traslado de fábricas a países de bajo coste no contribuyen a mejorar la situación. Para Steinbrück la solución pasa por "hacer más permeable la sociedad", sobre todo, a través de la educación. Desde los sindicatos se empieza a hablar incluso de instaurar programas estatales de ocupación.

Nadie parece tener, en todo caso, una solución inmediata y ni siquiera hay consenso sobre la existencia real de una clase baja. Los expertos, que desde hace años advierten sobre la precariedad en la que viven muchos ciudadanos, se alegran de que al menos la política reconozca ya el problema.

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