
"La situación en Italia no está mejorando. Cualquiera puede verlo en los números". El vicepresidente de la Comisión Europa (CE), Jyrki Katainen, anticipa así la carta que Bruselas enviará a Roma el próximo miércoles, tras la petición de aclaraciones de octubre. No se trata de un ultimátum, pero Bruselas parece tener una estrategia en dos tiempos.
Ahora la amenaza de un procedimiento de infracción queda suspendida a la espera del resultado de las elecciones generales de primavera, aunque la Comisión pedirá al nuevo Gobierno italiano respetar los compromisos presupuestarios y en caso de incumplimiento aplicará sus sanciones. La decisión se tomará en mayo, cuando tendrá todos los datos definitivos de 2017.
Hace algunas semanas ,la Comisión escribió una carta al titular transalpino de Economía Pier Carlo Padoan para pedirle aclaraciones sobre el plan presupuestario para 2018 y sobre la reducción del déficit. Según Bruselas, en las previsiones de Roma falta un 0,1%, es decir, 1.700 millones de euros. El Ministerio de Economía italiano contestó a la carta de la Comisión, esgrimiendo que no hay un problema de recursos y que todo se debe a maneras distintas de calcular la brecha de producción, la diferencia entre el crecimiento potencial y el crecimiento real de la economía. Según Roma, Bruselas subestima el crecimiento potencial italiano y por esto pide correcciones más duras.
"Los Presupuestos respetan las reglas, no contesto a Katainen", volvió a reafirmar Padoan tras las declaraciones del vicepresidente de la Comisión. Sin embargo, los últimos informes del Banco de Italia, del Tribunal de Cuentas y de la Oficina Parlamentaria de Presupuestos están de acuerdo en definir "inciertas" parte de las recaudaciones previstas por los Presupuestos para 2018. Según el Parlamento, faltarían entre 2.000 millones y 3.000 millones por un efecto negativo de los impuestos diferidos de la banca.
Por este motivo, Bruselas no se da por convencida. La única exención otorgada por la Comisión es aplazar las sanciones hasta después de las elecciones. Más que un favor a Gentiloni, se trata de evitar una ayuda a los partidos antieuropeos: el M5S, que lidera las encuestas con un 28% y la Liga Norte que roza el 15%.
La Comisión, además, no puede repetir los errores cometidos con Matteo Renzi. En 2014, Bruselas había cedido a las presiones el entonces primer ministro italiano, cuando pidió dos años para estimular la economía y hacer las reformas, para luego volver a la senda de saneamiento de las cuentas. Sin embargo, tras beneficiarse de casi 20.000 millones de euros de derogaciones a los compromisos presupuestarios, Renzi no cumplió sus promesas y ahora Italia tiene una deuda que no para de crecer y que en 2018 superará el 130% del PIB rozando los 2,3 billones, unos 310.000 millones más que en 2012.
Reducción de la deuda
Por su parte, el Gobierno de Paolo Gentiloni se limita a celebrar la tanto esperada recuperación económica. Los datos del Instituto de Estadísticas Istat, difundidos la semana pasada, indican un crecimiento de la economía italiana del 0,5% en el tercer trimestre con respeto al trimestre anterior; un 1,8% interanual, el dato más alto desde 2011. "Hay grande optimismo entre los inversores. Italia crece como previsto, en realidad un poco más" dijo Padoan la semana pasada a la cadena norteamericana CNBC añadiendo que "nos esperamos una notable reducción de la deuda en un futuro próximo".
"Se habla mucho de reprimendas de la UE, pero en la reducción del déficit avanzamos mucho. Quien no se da cuenta está despistado por la retórica del farolillo rojo, pero debería recapacitar porqué no es así" añadió el primer ministro Gentiloni, que anunció una revisión a la alza de las previsiones de crecimiento. "La realidad es una Italia que probablemente crecerá del 1,8% este año", un resultado mejor del objetivo del 1,5% fijado hace dos meses por el Gobierno en sus previsiones.