Economía

Juncker remata el portazo internacional a las pretensiones de Puigdemont

  • Observadores independientes confirmarán en unos días la invalidez del referéndum
Jean-Claude Juncker, Comisión Europea

El abrazo de Europa y el reconocimiento internacional, o al menos un silencio lo suficientemente ambiguo para apuntarse el tanto, abrían la única ventana a la vista del Govern de Cataluña para dar oxígeno a su empresa independentista. Tras el salto al vacío dado por el president Carles Puigdemont el pasado martes, congelado en el momento de la caída intentando buscar asideros para no cometer un suicidio político, esa ventana se cerró definitivamente. A Europa se le ha acabado la paciencia, como dejó ayer claro el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.

La comunidad internacional le ha dado totalmente la espalda, y sus llamadas a una mediación extranjera han caído en saco roto. Más aún, los observadores independientes presentes durante el referéndum le han privado del barniz de legitimidad que, también de manera unilateral, quiso aplicar al voto del 1-O.

Sin estándares aceptables

"Nuestra conclusión es que el referéndum no reúne los estándares internacionales para poder ser aceptado", resume por teléfono Daan Everts, diplomático holandés y jefe al cargo del grupo de observadores. Presentará en los próximos días su informe definitivo. Y, según cuenta a elEconomista, las conclusiones son claras. La falta de legitimidad, la "problemática" ley del referéndum, y las especiales circunstancias del voto, incluida la respuesta policial del Gobierno, impiden que el voto pueda ser vestido de referéndum. Everts no se atreve a cuestionar la declaración de independencia que el presidente catalán precisamente derivó directamente del voto que consideró como referéndum. Pero señala que el diálogo es la única opción para superar el choque entre la "ilegalidad" de los independentistas que se han saltado el Estado de Derecho, y el argumento democrático de los 2,2 millones de catalanes que salieron a votar.

Apunta algunos nombres de grandes personalidades de la escena internacional o expresidentes para facilitar un posible diálogo si el bloque continúa (Kofi Annan, Barack Obama). Explica que no ha sugerido ningún nombre ni la Generalitat le ha pedido consejo. "Eso le corresponde a Madrid y Barcelona", comenta. Además, opina que la vía parlamentaria aún no está muerta. "Nunca es muy tarde para dialogar", sentencia.

Estas llamadas al diálogo han sido una constante desde la UE en las semanas previas. La Unión era un punto de referencia obligatorio para la Generalitat, ya que ofrecía al mismo tiempo una solución para superar la falta de legalidad y legitimidad, y la promesa de una realización política con la que terminar de convencer a una mayoría de catalanes para apoyar la ruptura unilateral. Europa se ha quedado afónica insistiendo en el respeto a la Constitución Española y aclarando que una Cataluña independiente se quedaría fuera de la UE. Pero tras la declaración de independencia suspendida, la Comisión ha cambiado la llamada al diálogo por un respaldo a la respuesta dada por el frente constitucionalista desde el miércoles. Juncker insistió ayer en este apoyo al Gobierno central. Pero sobre todo enterró definitivamente la intervención europea deseada por Puigdemont para escapar del callejón sin salida. "Si la Comisión, el presidente Tusk o el Consejo Europeo fueran en esta dirección cuando solo un lado pide mediación, esto llevaría a serias disrupciones en la UE".

El luxemburgués, que realizó estos comentarios en una charla con estudiantes en Luxemburgo, incluso ironizó al responder diciendo que hacía los comentarios en alemán para que nadie en Cataluña le entendiera, consciente de la manipulación a la que han sido sometidas sus palabras para encajarlas en el discurso independentista. De su mensaje también se destiló una velada advertencia a Mariano Rajoy. Juncker rechazó la intervención para no deslegitimar la labor de Madrid o de las instituciones españolas.

Temor a la balcanización

Pero dejó caer un toque de atención para que el presidente del Gobierno no cometa errores, dado que podría llevar a la balcanización de Europa. "Si permitimos que Cataluña se separe, y no depende de nosotros, otros lo harían lo mismo también, y no me gustaría eso", comentó. "Es relativamente difícil [una UE] con 28, con 27 no será fácil [tras el Brexit], pero con 98 imagino que es imposible", remató en referencia a las regiones europeas.

La república independiente que proclamó y suspendió Puigdemont se asemejaba así más a una nación paria. Y no sólo por la ruptura del orden internacional implícita en la propia definición, sino también por la cascada de críticas y condenas que continúa sumando su embestida contra la legalidad, y los apoyos cuestionables que cuenta entre sus filas. Frente al rechazo de todos los socios europeos, las principales naciones del globo, incluidos Estados Unidos y China, y naciones de todos los rincones, como Botswana, el Govern sólo puede hacer gala del apoyo de Venezuela, los nacionalistas escoceses, el controvertido Julian Assange, y una amalgama de asilvestrados, populistas y xenófobos europeos como el holandés Geert Wilders o Nigel Farage.

A pesar de carecer de la fuerza legal o moral para completar su aventura independentista, de la asfixia económica por la fuga de empresas, y del vacío internacional, Puigdemont parece decidido a completar su caída hacia el fondo del pozo, inmerso en lo que The Economist ha descrito como un "pensamiento mágico" al que le espera un trágico final.

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