
La primera ministra británica se ha cansado del papel de convidada de piedra al que el batacazo electoral la ha confinado en su propio Ejecutivo y ha intervenido para exigir a sus ministros disciplina interna, tras la escalada de filtraciones interesadas para promover la agenda personal de algunos de los miembros más destacados de su Gobierno, entre quienes se encuentra el titular del Brexit, o el responsable de Exteriores.
Aprovechando la inminencia del receso estival, Theresa May recuperó ayer un cierto sentido de la autoridad que le había sido arrebatada el 8 de junio para advertir de que "hay una necesidad de mostrar fortaleza y unidad como país y esta empieza en la mesa" del Gabinete en minoría que encabeza, carcomido por los personalismos y las maniobras sucesorias en la sombra.
La mandataria, que sabe que su salida del Número 10 es solo cuestión de tiempo, ha decidido asumir el escarnio del varapalo en las urnas, pero no está dispuesta a asistir en silencio a la cristalización de las luchas de poder que cada día aparecen más en evidencia en un aparato mediático que disfruta de la fagocitación a la que se han entregado voluntariamente los gerifaltes.
May es consciente del daño que las evidentes divisiones de su gabinete acarrean en la opinión pública, sobre todo en un contexto en que Reino Unido se enfrenta a un Brexit al que el Gobierno parece concurrir no solo sin hoja de ruta, sino sin cohesión interna. El ministro del Tesoro ha denunciado que los compañeros de gabinete que no comulgan con su aproximación a la salida de la UE, basada en priorizar empleos y economía, han iniciado una campaña de desprestigio para menoscabar su autoridad.
Grietas profundas
Las grietas, no en vano, son profundas. Cuando Philip Hammond asumió el Tesoro hace un año, se lo había considerado una apuesta casi tediosa, pero su determinación por defender su receta económica, incluso pese a la impopularidad de medidas como la continuidad del límite a la subida salarial del sector público, lo ha puesto en el punto de mira. Su despido se daba por hecho antes de las generales, pero la debilidad en la que los comicios han dejado a May impidió a la premier deshacerse de él.
Los sospechosos habituales son el popularmente conocido como titular del Brexit, uno de los grandes tipificados para mudarse al Número 10, y el de Exteriores, dos de las figuras más reconocidas del frente anti-UE, quienes de momento comparten objetivo, pero que, dadas sus ambiciones sucesorias, pronto podrían hallarse en corrientes enfrentadas. En su contra, ambos tienen el apoyo que el grupo parlamentario conservador ha trasladado a May para deshacerse de los desleales.