
Como los 20.000 millones de flexibilidad presupuestaria, concedidos por Bruselas a regañadientes durante los últimos tres años no han servido, Matteo Renzi pide otros 30.000 millones para relanzar la economía italiana. El líder progresista ya no es el primer ministro de Italia (tuvo que dejar el cargo el pasado diciembre, tras la derrota en un referéndum sobre su reforma constitucional), sin embargo, sigue desafiando la Comisión Europea.
La semana pasada la prensa italiana publicó algunos extractos de su nuevo libro, Avanti (Adelante) en el que el secretario general del Partido Demócrata propone su agenda económica y presupuestaria de cara a las próximas elecciones generales de 2018.
En el punto de mira de Renzi está el Pacto Fiscal Europeo cuya "insensata aplicación" hace parecer los, aunque estrictos, antiguos criterios de Maastricht "un manifiesto progresista".
El deseo de los demócratas
Italia -defiende Renzi- cuyo Parlamento aprobó por gran mayoría el Pacto en 2012, ahora debería dar marcha atrás. "Nosotros pensamos que Italia debería poner el veto a la introducción del Pacto Fiscal Europeo en los tratados y proponer un camino de largo plazo. Un acuerdo fuerte con las instituciones europeas con negociaciones cada cinco años y no cada cinco meses.
Un acuerdo con el que Italia se compromete para reducir la relación de deuda sobre PIB tanto a través de un crecimiento más fuerte, como con una operación sobre el patrimonio público que Cassa Depositi e Prestiti (el banco postal italiano) y el Ministerio de Economía ya han estudiado, aunque necesita ser perfeccionada; propondremos esta operacion solo a través de un acuerdo que dure el tiempo de una legislatura y en cambio del visto bueno a la reintroducción de los criterios de Maastricht, con el déficit al 2,9%" escribe Renzi.
El líder transalpino lleva tiempo conduciendo una batalla sobre el techo del déficit. Italia llega al 2,4%, un nivel inferior al de países europeos como España, defienden los consejeros económicos de Renzi. Lo que se olvidan mencionar es el crecimiento de la deuda pública italiana (que durante los mil días de Gobierno de Renzi ha pasado del 129% del PIB de 2013 hasta el 132,6%) y los 19.000 millones de derogación a los compromisos con Europa durante los últimos tres años.
Es verdad que Italia no ha conseguido en este tiempo estimular el crecimiento: en Roma se celebró por todo lo alto la reciente revisión a la alza de las estimaciones por parte del FMI (que indica un progreso del PIB del 1,3% en 2017, frente al 0,7 previsto anterioriormente), pero la economía italiana sigue creciendo menos del resto de la eurozona (1,7% de crecimiento medio previsto este año).
Por esto, Renzi pide aumentar aún más el déficit, aunque manteniéndolo por debajo del umbral de 3% previsto por lo criterios de Maastricht: "Esto nos dará 30.000 millones de euros de recursos adicionales en los próximos cinco años para reducir la carga tributaria y remodelar las estrategias de crecimiento" indica Renzi, subrayando: "Mi propuesta es simple: hay que utilizar todo el espacio de maniobra fiscal para la reducción de impuestos y seguir así con la operación estructural empezada durante los mil días de Gobierno".
El desafío de Renzi ha sido recibido con preocupación en Bruselas: hasta el año pasado el secretario del PD parecía el único líder europeísta en una política italiana protagonizada por el ascenso de dos fuerzas eurofóbas: la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas.
Además, el hecho de que Renzi utilice el pulso con Europa en la campaña electoral, pone el Gobierno de Roma entre la espada y la pared: Paolo Gentiloni, que ha reemplazado a Renzi en la presidencia de Gobierno, tiene una línea mucho más conciliadora y está a punto de firmar con la Comisión una nueva (aunque ligera) derogación a los compromisos sobre el déficit que facilitaría la elaboración de los próximos Presupuestos.
Sin embargo, Renzi es el principal sostén al actual Ejecutivo y su contrariedad podría echar a rodar los esfuerzos en las negociaciones con Europa. Así que, mientras la Comisión Europea se ha negado a comentar la propuesta de Renzi alegando que tiene por interlocutores al Gobierno italiano ("No hacemos comentarios sobre comentarios de personas que está fuera de ese efectivo círculo", ha zanjado un portavoz comunitario), también el ministro de Economia italiano Pier Carlo Padoan ha comentado, molesto, que "se trata de una propuesta externa al Gobierno".