
La intención de Emmanuel Macron es poner fin a la malversación del dinero de los contribuyentes y terminar con el abuso de poder que lleva al enriquecimiento ilícito de quienes lo detentan y sus allegados. Es uno de sus grandes compromisos y lo está cumpliendo.
En realidad, no podía actuar de otra manera. El hastío que la política despierta en los franceses no ha desaparecido; algo que volvió a dejar muy claro el alto índice de abstención en las elecciones parlamentarias. Eso no impide reconocer que se trata de un valiente paso con el que reafirma su credibilidad. De los cuatro ministros que se han visto obligados a abandonar el Gabinete, tres de ellos son miembros del socioliberal Movimiento Demócrata (MoDem), liderado por el centrista François Bayrou. Se sospecha que la formación del veterano político desvió recursos de la Unión Europea para financiar procesos internos. Algo que en Gobiernos anteriores habría sido considerado una bagatela sin importancia.
Si se compara con la falta del candidato conservador François Fillon, que posibilitó el pago de hasta un millón de euros a su esposa por labores todavía no comprobadas, es, desde luego, una pequeñez.
Sin margen para tropiezos
Pero Macron que llegó al poder prometiendo "hacer limpieza" no se puede permitir estos tropiezos. En la extrema izquierda y en la ultraderecha, formaciones como Francia Insumisa y el Frente Nacional están a la espera de que el nuevo Gobierno dé sus primeros pasos en falso con miras a sacarle provecho al existente potencial radical del electorado. El presidente sabe que su gestión se mide con arreglo al cumplimiento de su promesa de transparencia. El propio Bayrou, hasta hace pocos días ministro de Justicia del Ejecutivo de Édouard Philippe, había anunciado la entrada en vigor de la norma para "mejorar las maneras de la vida política nacional". Es decir, la ley para luchar contra la corrupción.
La situación en que se encuentra el máximo mandatario francés es complicada. Poco puede ya esperar de su socio electoral MoDem teniendo en cuenta que hasta su líder ha tenido que retirarse. Puede afirmarse que Macron ha perdido a su principal aliado. La credibilidad se ha roto a costa de la coalición. El presidente acierta si considera que una pequeña mayoría vale más que cero credibilidad.
El jefe del Estado debe estar lamentando a estas alturas haber establecido una alianza con MoDem. Recuérdese que con su La République En Marche (LRM) obtuvo la mayoría en la Asamblea Nacional incluso si se le resta la ayuda del partido de Bayrou.
Inexperiencia política
Ahora deberá llenar los huecos con personal de sus propias filas. Algo que no será fácil, porque más de la mitad de la gente disponible carece de experiencia política. La misma promesa de renovación de Macron deja en evidencia la escasa competencia de quienes lo respaldan. Por otro lado, dispone de un mayor margen de maniobra.
Otro duro golpe ha sido la dimisión del peso pesado del Gabinete, Richard Ferrand, a quien la Justicia investiga por nepotismo. Se trata de un exsocialista que se convirtió en uno de los primeros partidarios clave de Macron. El hombre más cercano al presidente fundó junto a él LRM que ha emergido victoriosa de las cenizas del bipartidismo. Fue, además, su segundo durante la campaña presidencial. Macron quiere convertirle en jefe de su grupo parlamentario, el más nutrido e inexperto en toda la Quinta República. Se ha deseado evitar que una imputación por un asunto de tráfico de influencias en 2012 fuerce una dimisión más traumática, ya que Macron considera que un ministro imputado debe dimitir al instante.
Lo acontecido en el país vecino ha venido de la mano de dos circunstancias. La elección del joven Macron y la aún más sorprendente mayoría absoluta de LRM en la Asamblea con la consiguiente transformación radical del panorama político galo. Para restar legitimidad al triunfo de Macron los derrotados se agarran a la alta abstención como a un clavo ardiendo. Los franceses cuentan ahora con un Parlamento lleno de caras nuevas. La proporción de jóvenes y mujeres es alta y Macron ha devuelto las esperanzas a una nación abrumada por la recesión y el paro.
La marcha económica, clave
Tras su victoria, el presidente cuenta con un margen de confianza del electorado. Sin embargo, esas concesiones no son ilimitadas. Para que su proyecto salga adelante y funcione Macron precisa resultados rápidos. De lo contrario el entusiasmo inicial se convertirá en una nueva radicalización. El éxito de Macron dependerá de que sea capaz de encauzar la economía. Esto depende a su vez de su habilidad para encontrar el equilibrio entre sus protecciones sociales por un lado, y la competitividad y el mercado por otro. Se trata de reformas liberales a las que se oponen tanto la extrema izquierda como los socialistas o los supervivientes del ultraderechista Frente Nacional.
El significado de las elecciones es grande también fuera de Francia. Ha supuesto un freno al ascenso de los nacionalismos populistas en Europa. Macron ya está oxigenando una devaluada UE. Con respecto a lo ocurrido, el editorial de The Economist afirmaba con acierto: "Bienvenidos a la revolución".