
El país asiático se convertirá de nuevo, el año que viene, en un referente del deporte mundial. Las competiciones invernales al máximo nivel tendrán lugar en la zona noreste del país y, aún a más de 12 meses vista, Corea del Sur lo tiene todo prácticamente listo para que el acontecimiento sea un éxito.
En los últimos meses, Corea del Sur no ha dejado de ser una referencia para los medios de comunicación a escala global. Pero, sin duda, no lo ha hecho por razones positivas. El escándalo de corrupción política que condujo a la cárcel a su presidenta, Park Geun-hye, ha sido ampliamente comentado en todo tipo de foros, políticos y económicos. No en vano algunas de las principales empresas tecnológicas del país se han visto salpicados por la mencionada trama de tráfico de influencias.
Pero aún más repercusión ha tenido la escalada de amenazas que ha emprendido la totalitaria Corea del Norte, una potencia nuclear en manos de un régimen impredecible, que transmite el poder de forma hereditaria (ya va por la tercera generación), capaz de desestabilizar una zona estratégica tan importante como es la península coreana. Es admirable cómo los habitantes de Seúl y de otras grandes ciudades de Corea del Sur se afanan en continuar con su vida cotidiana pese a los impredecibles movimientos de su vecino septentrional. Sería un error interpretar esa actitud como mera indiferencia. De hecho, la última edición de la Conferencia Mundial de Periodistas, celebrada este mes en el país, ha estado totalmente centrada en la importancia de trabajar y asegurar la paz a escala mundial.
Sin embargo, también debe reconocerse que la economía y la sociedad civil surcoreana tiene tareas clave entre manos que le impiden distraer su atención. Entre ellas, una de las más importantes es la culminación de los preparativos para la celebración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno el año que viene, entre los días 9 y 25 del próximo mes de febrero. El país tiene razones para estar orgulloso. No en vano se tratará de la tercera vez en la historia que este tipo de competición tiene lugar en Asia y será la primera ocasión en la que se celebrarán fuera de Japón.
Es más, el ya notable palmarés surcoreano de grandes acontecimientos deportivos se verá incrementado, tras acoger en Seúl los Juegos Olímpicos de 1988 y la Copa del Mundo de Fútbol que, en 2002, organizó en colaboración con su vecino nipón. En ambas ocasiones, Corea del Sur sorprendió al mundo por su alta capacidad organizativa. Ahora, todo apunta a que el país volverá a estar a la altura de su alto estándar de eficiencia combinada con rapidez en el despliegue de estrategias y de movimientos. Sin duda, aquí no se observarán problemas y demoras como las que se vieron en Rio o en Sochi.
Ese afán se demuestra en la planificación y ubicación misma de las instalaciones deportivas para los juegos invernales. Aquéllas se caracterizaron por estar muy dispersas en otras citas anteriores. No será el caso de Corea. Existe una gran cercanía entre los dos complejos fundamentales, situados entre las localidades de Gangneung y PyeongChang (no confundir en ningún caso, con la capital norcoreana, de similar grafía). La visita, que ya es posible realizar para los periodistas, muestra cómo las instalaciones en ambas ubicaciones se encuentran muy avanzadas para todas las pruebas que tendrán lugar: todas las modalidades de ski, salto, biatlón o hockey sobre hielo. Muy destacable resulta el diseño del amplio estadio que acogerá este último deporte, cuyo diseño exterior se asemeja, con realismo muy conseguido, al característico casco con el que se protegen los jugadores de este deporte, tan popular en muchos países.
En los momentos actuales, en la calurosa primavera que Corea del Sur atraviesa este año, resulta difícil imaginar cómo será el paisaje cuando los Juegos se inauguren el próximo invierno. Además, debe considerarse que sus montañas no son especialmente altas, ya que su máxima magnitud se sitúa en los 1.400 metros aproximadamente. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que su situación geográfica asegura unas temperaturas, durante el mes de febrero, notablemente más bajas que aquéllas que caracterizaron a pasadas ubicaciones de este tipo de competición como fueron Sochi o Vancouver.
Además, la implicación de toda la población en este acontecimiento es especialmente llamativa, incluso considerando la tradicional hospitalidad coreana, y se perfila como factor que contribuirá al éxito en la celebración de las competiciones. De hecho, ya es posible encontrar, casi por todos los lados, la presencia de las dos mascotas del acontecimiento: un tigre blanco, llamado Soohorang, para la competición ordinaria y un oso negro asiático, Bandabi, para los paralímpicos.
Los últimos preparativos incluyen la puesta a punto del tren bala que unirá la capital, Seúl, con las instalaciones olímpicas, capaz de conectar ambas ubicaciones en poco menos de una hora. Quienes han podido ya utilizar esta infraestructura, disponible para viajar (por ejemplo) desde la capital surcoreana hasta la ciudad costera de Busan, dan fe del buen rendimiento de esta infraestructura capaza de alcanzar velocidades entre 250 y 300 kilómetros por hora.
Todo está a punto, por tanto, para que Corea del Sur vuelva a convertirse en un referente del deporte a escala mundial y cuente con una nueva oportunidad para impulsar una de las economías más dinámicas, modernizadas y robotizadas de Asia.