Economía

El Congreso de EEUU intenta votar la "ley más odiada en Washington" sin garantías de éxito

  • La ley sanitaria de Trump corre riesgo de fracasar en su primera votación
  • Los republicanos pueden perder solo 21 diputados; 47 están en contra
  • Las ofertas y amenazas del presidente no convencen a los suyos
Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes, Paul Ryan (I) y Kevin McCarthy (C). Foto: Reuters.

Este jueves se vivirá la primera gran votación legislativa de la era Trump... o no. Sobre la mesa de la Cámara de Representantes está la Ley de Sanidad Estadounidense, apodada "Trumpcare", una enmienda parcial de la Ley de Cuidados Asequibles (el "Obamacare"). Para aprobarla, los republicanos necesitarán 215 votos de entre 237 congresistas de su partido en la Cámara Baja. Pero medio centenar de rebeldes insiste en su rechazo frontal a la ley y están dispuestos a hundir el proyecto, cueste lo que cueste. Si Donald Trump no puede convencerles para que den su brazo a torcer, es posible que la votación, y la reforma sanitaria, quede aparcada indefinidamente. Y si eso ocurre, el futuro de la legislatura quedará en entredicho.

Durante la mañana del jueves, las reuniones y las carreras se sucedieron por Washington, en medio de nuevos anuncios de diputados que presentaban su rechazo al proyecto. Los líderes republicanos saben que no tienen los apoyos para sacar adelante la votación y han aplazado la hora clave mientras Trump y los líderes parlamentarios del Partido Republicano, con el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan, a la cabeza, intentan convencer a una cantidad suficiente de diputados para sacar el proyecto adelante. Si las cosas salen bien, la ley podría votarse a partir de las 23.00 hora local (4.00 del viernes en España). Si no, cualquier cosa puede pasar: desde que el Gobierno pierda la votación hasta que esta quede aplazada unos días, o incluso que la ley desaparezca para siempre en un cajón.

En las últimas horas, de hecho, se apunta a una posibilidad sorprendente: una emienda total al plan legislativo presentado hace apenas una semana para incluir propuestas más conservadoras, como la eliminación de los requisitos básicos que deben cumplir los planes sanitarios, como emergencias, pediatría, nacimientos o enfermedades crónicas. La eliminación de este requisito crearía planes prácticamente inútiles, que no ofrecerían cobertura médica apenas o que obligarían a los asegurados a poner miles de dólares de su bolsillo en copagos en caso de enfermedad. Una medida de este calibre, exigida por los republicanos más conservadores, los miembros del "Caucus de la Libertad" (CdL), haría la ley invotable para gran parte de los moderados y aseguraría su fracaso en el Senado, donde la mayoría de miembros quieren que la ley ofrezca más cobertura médica, no menos.

Un cambio de última hora también daría alas a los diputados que exigen más tiempo para poder, como mínimo, leer lo que van a votar, y esperar a que la Oficina de Presupuestos del Congreso analice sus efectos, dado que esta reducción de los mínimos cubiertos podría incluso aumentar el gasto público en sanidad.

"¿Por qué estamos votando esto?"

Los republicanos diseñaron este proyecto para poder decir que derogaron el Obamacare, una de sus obsesiones desde 2009. Sin embargo, en ese tiempo, el partido no había llegado a ningún acuerdo de qué tipo de ley sanitaria pondrían en su lugar: los moderados querían eliminar algunos de los puntos más discutidos, Trump pedía ir más allá y ofrecer "seguros médicos para todos, más baratos y con más competencia", y los más conservadores querían eliminar el Obamacare de raíz y volver al statu quo anterior: que las aseguradoras pudieran cobrar primas más altas a enfermos y mayores o directamente negarles cobertura. El resultado final, diseñado en secreto por los líderes del partido, ha sido una media tinta que ni deroga el Obamacare, ni se limita a hacer cambios cosméticos, y que no ha convencido a nadie.

Las críticas a la ley no se han hecho esperar. Los demócratas la rechazan en bloque. Grupos de presión conservadores han declarado su oposición al proyecto y están realizando campañas publicitarias en los distritos de algunos diputados clave exigiéndoles que voten en contra. Las encuestas muestran que una gran mayoría de estadounidenses están en contra del plan. El diputado republicano Justin Amash la describía como "la ley más universalmente detestada" que recuerda.

Los análisis de los expertos no ayudan nada: según las estimaciones de la organización Tax Policy Center, con esta ley el famoso 1% más rico se ahorraría 26.240 dólares de impuestos al año y el 0,01% más favorecido vería aumentados sus ingresos en 167.000 dólares. En comparación, el 80% más pobre del país no recibiría beneficio alguno. De hecho, la mayoría de ciudadanos perdería dinero, en forma de menos subvenciones -equivalentes al 37,4% de los ingresos del 10% más pobre- lo que llevaría a que 24 millones de personas se quedaran sin seguro médico en 10 años, según cálculos de la Oficina de Presupuestos del Congreso. Además, los costes no cubiertos de la mayoría de planes -el mínimo que tienen que pagar los ciudadanos de su bolsillo antes de poder acogerse al seguro- subirían unos 1.000 dólares de media. El Trumpcare "parece hecho por una caricatura de un rico con bigote y sombrero de copa", resumía un analista conservador crítico con el Obamacare, Avik Roy.

Pero el mayor problema para los congresistas republicanos es que los más afectados, precisamente, serán los grupos demográficos más propensos a votar a su partido: los mayores que no están aún jubilados, obreros que han perdido su empleo, mineros y habitantes de zonas rurales. El miedo de sus representantes es que su aprobación les supondría una catástrofe electoral en 2018, similar a la que vivieron los demócratas en 2010. Thomas Massie, congresista republicano por Kentucky, explicaba el lunes que había recibido 275 llamadas de vecinos de su distrito pidiéndole que votara en contra, frente a apenas cuatro a favor, y se preguntaba por qué el partido les exigía aprobar tal cosa. En distritos más disputados, como el de Dan Donovan en Nueva York (ganó por apenas dos puntos a su rival demócrata), el margen era aún más aplastante: apenas un 0,1% de las más de mil llamadas que recibió eran a favor. Pero los republicanos saben que un voto en contra dejaría tocada la legislatura al completo y, en particular, la imagen de Trump como "el gran negociador".

"Voy a por ti"

El propio presidente dijo en un mitin en Tennessee que la reforma sanitaria ni siquiera era su prioridad, que él lo que quería era centrarse en las grandes reformas fiscales que había prometido, pero que había aceptado poner este plan primero siguiendo las recomendaciones de Ryan, que precisamente necesita los recortes de impuestos que lleva incluidos el Trumpcare para sacar adelante la reforma fiscal. Y cuanto más difícil parecía su aprobación, más se ha involucrado Trump, hasta el punto de poner su credibilidad y su poder sobre su partido en juego. Durante esta semana ha mantenido tres reuniones con su grupo parlamentario para pedirles su apoyo, con especial hincapié en el grupo más conservador, el CdL, que agrupa a unos 40 diputados y que considera que la ley no es lo suficientemente dura.

Trump ha usado sus tres habilidades: ofertas de enmiendas, apelaciones a la disciplina de partido y amenazas veladas. El lunes, los líderes del partido aceptaron introducir algunos cambios que reducirían aún más las subvenciones médicas a los más pobres (el 'Medicaid') y perjudicarían especialmente al estado de Nueva York, una petición expresa de varios diputados conservadores neoyorquinos. Por otro lado, en una reunión de partido, Trump dijo que esta era "su mejor y única oportunidad" de derogar el Obamacare y pronosticó que muchos "perderían sus escaños" en las próximas elecciones si no se aprueba el proyecto. Y, a continuación, se dirigió al líder del CdL, Mark Meadows, y le dijo, aparentemente en broma, que "iría a por él" si su grupo acaba siendo responsable del fracaso del proyecto.

Sin embargo, ninguna de estas tres vías ha sido suficiente para que muchos de ellos dieran su brazo a torcer. Un total de 19 republicanos del CdL han mostrado su rechazo frontal a la ley tras hablar con el presidente, 16 de ellos muy firmes. A ellos se suman otros 28 nombres, entre conservadores que creen que la ley se queda corta y moderados que creen que la ley va muy lejos, que todavía se resisten a anunciar que votarán a favor del proyecto. Si un total de 23 republicanos votan en contra, la ley será rechazada.

Además, muchos diputados miran al Senado, donde la ley es aún más impopular y los cálculos son aún más complejos: solo pueden permitirse dos votos en contra, y casi una docena de senadores republicanos han anunciado su voto en contra por causas completamente diferentes. Si el proyecto de ley va a fracasar igualmente, muchos diputados pueden considerar que lo mejor para ellos es votar en contra desde un principio y evitar la ira de sus vecinos en las elecciones del próximo año. Nadie sabe qué va a pasar, pero algunos analistas ya están empezando a señalar que la reforma sanitaria puede convertirse en la "Guerra de Irak" de Trump: una catástrofe provocada por ellos mismos que puede hundir en el fango el resto de su mandato.

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