Economía

Holanda apuesta por una Europa a dos velocidades para reforzar el futuro de la Unión

Geert Wilders, líder del Partido para la Libertad, en Holanda. Foto: Reuters.

Holanda representa una muestra poderosamente descriptiva de Europa. País fundador de la UE, el carácter singular histórico de sus provincias, sumado a la fragmentación parlamentaria derivada de su sistema político, deja un paisaje que agrega intereses y agendas, diferentes y a menudo contradictorios. En este contexto el consenso es el único pegamento posible.

Este espíritu consensual, siempre presente en la construcción europea, ha ganado intensidad en la Europa post-Brexit para intentar mantener la unidad ante la pila de amenazas que se ciernen.

Pero Holanda fue también el primer país en la que el populismo xenófobo y anti-europeo ha mostrado su fuerza de la mano de Geert Wilders. Este miércoles, el país será además el primero en poner a prueba la fuerza de los populismos en el intenso ciclo electoral que encara el continente. Pero también representará un test para la resistencia del consenso en una época de discursos extremos, dentro y fuera de sus fronteras.

Con la presión del populismo en la nuca, e impregnado de un pragmatismo impermeable a las grandes visiones, el gobierno holandés del liberal Mark Rutte también fue el primero en dar un paso al frente tras el estado de confusión en el que se quedaron los todavía 27 socios tras la salida del Reino Unido del bloque.

Londres y La Haya habían cooperado en mantener a la UE con los pies en la tierra, más allá de las grandes aventuras para conseguir una unión fiscal e incluso política, como defiende el bloque más pro-europeo de franceses, españoles, portugueses y, a su manera, alemanes.

Sin el aliado británico, los holandeses tampoco quieren caer en el grupo de los que torpedean el progreso comunitario o, simplemente, lo quieren desmontar, como húngaros y polacos.

Rutte dio una primera pista en un panel con dirigentes europeos ante la élite mundial sobre lo que espera de la Europa de la próxima década.

En el Foro Económico Mundial de Davos advirtió en enero que las "ideas románticas" sobre la integración "son la manera más rápida para desmantelar Europa", llegando a clamar que el principio fundacional de la 'unión cada vez más estrecha' estaba "muerto y enterrado".

El pragmatismo que pidió se lee detrás de la propuesta que llegaría un par de semanas después el 3 de febrero en la cumbre de La Valeta (Malta). Holanda, junto con Bélgica y Luxemburgo, defendieron progresar en la construcción europea a varias velocidades para superar el bache del Brexit, y encarar con las herramientas adecuadas el resto de crisis. "Diferentes caminos de integración y cooperación reforzada podrían ofrecer respuestas efectivas a los desafíos" de los estados miembros, recogieron las conclusiones adoptadas por el Benelux.

Un diplomático belga incluso se felicitó entonces por lo que interpretaba como una vuelta de los holandeses a la mesa pro-europea. "Esto hubiera sido impensable hace unos meses", comentó. Pero en realidad La Haya consiguió imponer su posición pragmática de la Europa a sus dos otros socios del Benelux, amigos de progresar con la integración de la unión. Con esta formula de la geometría variable, Rutte consiguió en casa salvar el empuje antieuropeo de Wilders, mientras una mayoría de sus conciudadanos todavía son contrarios a cortar amarras con Europa o el euro, y en Europa tratar las tensiones entre la vanguardia occidental del proyecto comunitario y el vagón de cola del Este.

Los varios niveles

Europa ya funciona en diferentes niveles de integración. No todos los socios del mercado común han aceptado compartir la misma moneda (euro), o levantar sus fronteras a los viajeros europeos (espacio Schengen). La UE dio más alas institucionales a la geometría variable en el tratado de Lisboa, al permitir la cooperación reforzada. Esta cooperación reforzada permite al menos a nueve estados poner en marcha iniciativas, una vez hayan recibido la autorización del Consejo y el consentimiento del Parlamento Europeo. La irrupción de las varias velocidades de nuevo en el debate en marcha sobre el futuro de Europa le ha añadido ambigüedad adicional, según reconocía una alta fuente europea la semana pasada. Había sido un plato lo suficientemente amplio para dar gusto a los que tienen más apetito europeo como a los que ya se les empieza a cerrar el estómago.

Pero Francia se encargó de indicar cuáles son los ingredientes que quiere en esta Europa variable. Para ello buscó el respaldo de los principales socios para defender "nuevas formas de cooperación" para profundizar en la integración europea. Este fue el principal mensaje de la cumbre en Versalles, en la que Francois Hollande recibió a los líderes de Alemania, Italia y España. El grupo de cabeza lo formarían los países del euro, cortando amarras si es necesario con los socios del este.

Los 27 líderes de la UE dedicaron gran parte de sus energías en la cumbre del pasado viernes a descifrar el significado y el alcance de los varios ritmos. Aunque tras la sesión no se adoptaron conclusiones, el mensaje quedó claro: la Europa de las varias velocidades se limitará a los instrumentos existes, sin facilidades adicionales para su uso. La visión gala de marchar algunos hacia la unión fiscal y últimamente política, volvía a quedar aparcada. Como advirtió el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, algunas capitales temían que estas dos velocidades introduciría "un nuevo telón de acero entre el Este y el Oeste".

Con la geometría variable limitada, al gusto de Rutte, el holandés incluso se ofreció el viernes a tender puentes con el vagón de cola. Acogerá en los próximos meses una cumbre para discutir la propuesta para el futuro de Europa del Benelux con el grupo 'duro' de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia). El espíritu consensual holandés vuelve a marcar la cadencia de la Europa del futuro.

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