br /> MADRID, 22 (EUROPA PRESS)
Un segundo de retraso a la hora de descargar un vídeo puede provocar estrés a los usuarios, especialmente a los nativos digitales, dadas las "altas expectativas" que existen en la actualidad sobre el tiempo que tardan en disponer del contenido en su smartphone, según un proyecto de investigación desarrollado por Ericsson y Vodafone Alemania.
El estudio, en el que se ha utilizado la neurociencia para estudiar la opinión real de los usuarios de banda ancha sobre el bajo rendimiento de la red, concluye que hasta los mínimos retrasos e interferencias pueden elevar el nivel de tensión y estrés del usuario, repecutir negativamente en su fidelidad e incluso en la imagen de marca del operador.
En concreto, el informe recoge que un 72% de los usuarios 'millenials' (nativos digitales) de smartphones en Alemania pierden interés en ver vídeos en dispositivos móviles si los retrasos superan los cuatro segundos, así como que un retraso de solo dos segundos al subir un selfie a Facebook basta para provocar estrés.
Los nativos digitales más jóvenes resultaron ser menos tolerantes a los retrasos en la descarga de vídeos en YouTube, como refleja que, de media, los usuarios de entre 18 y 24 años se estresan un 38% más que los mayores de 35.
"El estudio demuestra lo rápidamente que se frustran los usuarios de smartphones cuando una red de banda ancha no está funcionando de modo óptimo. Un retraso de apenas un segundo al descargar o subir contenido tiene un impacto negativo significativo en la experiencia del usuario, de manera que los servicios de streaming tienen que hacer todo para evitar que el contenido se ralentice o se detenga", destaca el director de Rendimiento de Red de VODAFONE (VOD.LO)Alemania, Guido Weibrich.
Por su parte, el director de Servicios Gestionados y Diseño y Optimización de Red en la unidad de Servicios de Red de Ericsson,
Bradley Mead, ha añadido que para los operadores es esencial entender cómo se siente la gente de verdad sobre el servicio que les suministran y cómo impacta en sus vidas del día a día.
En el proyecto se empleó la electroencefalografía (EEG) para monitorizar la actividad cerebral de 150 usuarios que se presentaron voluntarios en Düsseldorf (Alemania), a los que se les solicitó que completaran 13 tareas concretas en 10 minutos utilizando un smartphone, al tiempo que se simulaba un deterioro en la calidad del servicio.
Las tareas incluían acciones comunes, como navegar por páginas web, ver vídeos en streaming y subir selfies. Además de la EEG, se emplearon un equipo de rastreo ocular y pulsómetros para medir el rango de atención y la frecuencia cardíaca de los usuarios
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