Economía

F. Timmermans: "La izquierda sólo gana cuando explica cómo sufragar el gasto"

  • Refugiados: "Los Estados tienen la responsabilidad de acogerlos"
  • Polonia: "La separación de poderes es indispensable; estamos vigilando"
Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea.

A sus 55 años, Frans Timmermans es una de las figuras de la Comisión Europea. Número dos de la institución, este laborista y políglota neerlandés supervisa todos los temas relacionados con el Estado de Derecho y los mecanismos institucionales.

Entre las negociaciones sobre el Brexit y diversas elecciones nacionales, ¿cómo es posible evitar la parálisis europea en 2017?

El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, siempre ha sido muy claro: continuaremos haciendo nuestro trabajo, actuando en los temas importantes y siendo reservados sobre el resto. Nos proponemos avanzar en el mercado interior y, en particular, en el digital; impulsar la unión de la energía; ser muy activos en las cuestiones de seguridad interna y de protección de las fronteras exteriores. En cuanto a las migraciones, terrorismo y desafíos geopolíticos, la UE debe avanzar. Durante estos dos últimos años, las mentalidades han evolucionado mucho. Los Estados miembros, en otro tiempo reacios a compartir sus datos, son más conscientes de la necesidad de una mayor cooperación. Basta con observar la velocidad con la que ha tomado forma la Agencia Europea de Fronteras y Costas.

Con respecto a los refugiados, en cambio, no existe aún una cooperación: varios países del Este rechazan la idea de acogerlos.

Es preciso continuar debatiendo, convencer a nuestros socios de que cada Estado, en las proporciones que pueden ir adaptándose, tiene la responsabilidad de acoger a refugiados. No obstante, soy más bien optimista. Estamos acostumbrados a ver a los jefes de Estado y de Gobierno llegar a acuerdos cuando sus ministros no lo consiguen. En este caso, ocurre lo contrario: se avanza en el plano ministerial, pero los jefes de Estado o de Gobierno son reticentes, ya que se topan con una cuestión políticamente sensible que existe, por otra parte, en todos los Estados miembros.

En este contexto, ¿está dispuesto a llegar al enfrentamiento con Polonia por su deriva autoritaria?

El caso polaco afecta a los valores fundamentales de la UE. Desde la Segunda Guerra Mundial, somos aún más conscientes de la importancia de la separación de poderes, que permite limitar la acción que podemos llevar a cabo con un voto mayoritario. Resulta indispensable incluso para el funcionamiento de nuestras economías. Por tanto, no archivaré este caso. Todos nuestros instrumentos están disponibles. Si no encontramos una solución con el Gobierno polaco, será preciso antes o después que las demás instituciones europeas, Parlamento y Consejo, se pronuncien. El Parlamento está muy vigilante.

Con esta fractura Este-Oeste, ¿cómo es posible definir la identidad europea hoy en día?

Ciertamente, esto es menos evidente desde el fin de la Guerra Fría. Tras el hundimiento del bloque soviético, todo el mundo pensó que el Este del continente sería como su flanco occidental. En realidad, todos hemos cambiado. La identidad europea se ha hecho más difusa. Sin embargo, si preguntamos a los europeos qué es esencial para ellos, hay elementos claros de convergencia: que nuestros hijos puedan ir al colegio en base a su talento y no de su riqueza, que nuestras sociedades nos ayuden a encontrar trabajo si estamos en paro, que las relaciones entre patronos y empleados se gestionen de manera colectiva, etc. Esta concepción no se reproduce en ninguna otra parte.

En su calidad de socialdemócrata, ¿cómo explica entonces la debilidad de los partidos de izquierda en Europa?

En mi opinión, las izquierdas europeas tienen cuestiones fundamentales por resolver. La más importante es la siguiente: ¿Queremos interesarnos únicamente por la manera en la que se gasta el dinero público o queremos tener el coraje de preguntarnos sobre los medios para ganar este dinero? La izquierda que gana elecciones en Europa siempre ha sabido hacer las dos cosas. Del mismo modo, existe a menudo una tensión entre los que desean a cualquier precio tener razón y los que están dispuestos a alcanzar acuerdos para avanzar. La izquierda contemporánea vacila también entre nacionalismo e internacionalismo. Su creencia en el Estado de Bienestar la empuja hacia la primera opción; su vocación moral, hacia la segunda. La izquierda se equivoca si opta por el repliegue. Por último, en lo que se refiere a la cuestión identitaria, debemos mantener un enfoque moderado. No pretender que el multiculturalismo es la respuesta a todo, pero no caer en el extremo inverso imponiendo cada una de nuestras normas a los demás.

Gabriel Grésillon (Les Echos)

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