
Huele a podrido porque la carcoma ha hecho mella en los cimientos del sistema que ellos mismos, con ilusión, con fervor, contribuyeron a levantar en su día. ¡Qué lejos quedan ya esos altruistas sentimientos! Se han quedado en el camino...
Unos han robado el dinero público para engrandecer su poder, que siempre fue vicario, adornándolo de lujos y oropeles. Otros han metido la mano en la caja para agradar o enriquecer a su propio partido, bien repartiendo dádivas o subvenciones para comprar voluntades políticas y votos en la urna, bien financiando unas organizaciones voraces que se han extendido como una mancha de aceite a lo largo y ancho del engranaje institucional y hasta del sector privado.
¿Cuántos maletines habrán exigido a cambio de concesiones, a modo de vil impuesto revolucionario? ¿Cuántos contratos para los correligionarios a los que, una vez cumplido el servicio, compete colocar en un despacho, un retiro dorado? Saben mucho? En algunas empresas, hace tiempo empezó la limpia. Pero alguno todavía se tienta la ropa. A cada caso le podemos adjuntar un buen puñado de nombres y apellidos, pero hay más, muchos más. Y en todas las esquinas se reza para que muchos dossieres sigan durmiendo el sueño de los justos. Muchos se han ido. Otros tantos se tienen que marchar para dignificar las instituciones que, con su forma de proceder, han contaminado.
Se acabó la era del partido único, del movimiento que sustentaba el sistema. Serán los jueces los que, con todas las garantías, determinen en su momento las responsabilidades penales, si es que existen. La responsabilidad política y la moral, todavía no se ha dilucidado. Tienen que rodar aún unas cuantas cabezas más.
Con sigilo, con supuestamente generosos pasos atrás, o de forma ruda y sangrienta, pero rodarán. Una vez termine el sacrificio, en el que tal vez paguen también algunos justos, sobre los despojos podrá construirse una democracia nueva.