
Burkina Faso, uno de los países más pobres de la Tierra, acaba de tomar una decisión difícil. La de negarse a exportar uno de los productos de origen animal que más éxito tiene en el mercado: piel de burro. La avalancha de la demanda procedente de Asia no sólo estaba haciendo de oro a algunos comerciantes, sino que ha llegado a poner en peligro la estabilidad de la cabaña de este équido.
La población de burros ha sido sobreexplotada, y por eso el Gobierno ha decidido cortar por lo sano y asegurarse de que el número de ejemplares no desciende por debajo del nivel sostenible, tal como informa BBC.
En Asia -y en particular en China- la piel de burro es muy apreciada como ingrediente de varios remedios medicinales. En Burkina Faso es, en cambio, un bien de primera necesidad: porque sirve como medio de transporte, porque da tracción a las explotaciones agrícolas... y porque su carne es una fuente valiosa de proteínas y grasa.
Pese a sus múltiples utilidades, los ganaderos de Burkina Faso no podían dejar la oportunidad de hacer caja, puesto que el precio de este animal ha llegado a superar los 50 dólares por cabeza, cuando hace unos años apenas superaba los 4.
El comercio crece el 1.000%
La prohibición -que afecta también a la exportación de caballos y camellos- pretende terminar con un comercio que crecía meteóricamente: si el pasado año se exportaba la piel de 1.000 cabezas de ganado al mes, a finales de 2015 ese número había subido a 6.000, y en junio superaba los 10.000. De haber seguido la progresión, al terminar el año el país habría sacrificado y vendido a Asia cerca del 10% de sus existencias de burros.
La exportación podrá retomarse cuando Burkina Faso considere que puede mantener su cabaña de 1,4 millones de burros. Mientras tanto, quienes sufran de catarro o de anemia en China tendrán que buscar un remedio alternativo.