
Independencia unilateral y liberalismo proempresarial no son términos que cuajen bien. Y lo que había sido la Convergència i Unió del business friendly que representaba los intereses de la burguesía catalana, se ha convertido en algo incomprensible para aquellos que creen en el libre mercado y el liberalismo económico. Los líderes de Unió en entes públicos quedan defenestrados tras la ruptura.
Convergència está en una encrucijada entre su refundación o la creación de un nuevo partido, que se decidirá en una consulta el próximo 21 de mayo.
Por el camino, el partido que lidera Artur Mas ha diluido sus siglas junto con ERC en Junts pel Sí y tiene que seguir el dictamen de la CUP para seguir avanzando. Pero entre la teoría donde se descarta la independencia unilateral, y la práctica, con el president de la Generalitat comparándose con Kosovo, pintan bastos para los votantes de centro catalanes.
Golpe en la mesa
El primero en alzar la voz fue el histórico militante y exconseller, Antoni Fernández Teixidó, uno de los representantes del ala más liberal del partido. Poco después de la aprobación de la resolución rupturista del 9 de noviembre, se dirigió a través de una misiva esgrimiendo los motivos de su renuncia como diputado en el Parlament. "Que podamos compartir objetivos políticos con la candidatura de la CUP y nos marque sus inaceptables condiciones va más allá de mi probada capacidad de aceptación".
Fernández Teixidó seguía más contundente, "no comparto ni el inicio ni la deriva de las negociaciones, ni la propuesta de resolución del Parlament sobre la declaración de un Estado independiente". Dos personajes del ala más liberal próximos a Fernández Teixidó también han dado un golpe sobre la mesa ante la creciente deriva más socialdemócrata de la nueva CDC.
Las caras más visibles de los descabezados se han manifestado a través de la plataforma liberal Llibergència, el exvicepresidente de los liberales europeos, Marc Guerrero y el exsecretario de Comunicación del Govern y antiguo hombre de confianza de Mas, David Madí. Ambos, muy próximos al posicionamiento del purgado Fernández Teixidó. Y es que la nueva cúpula convergente ya no discierne entre ideologías, sino entre más o menos independentistas, y en ese terreno, han rodado también cabezas.
La última fue la de otro histórico militante y exeurodiputado convergente, Carles Gasòliba, que hace una semana dejó la presidencia del Centro Internacional de Documentación de Barcelona (Cidob).
'Españolistas'
La renuncia de este reputado economista se produjo tras varios ataques por parte del núcleo más independentista de CDC, que acusaban la institución que presidía Gasóliba de "españolista", ya que en las jornadas con otros países ponía como sujeto político a España, y no a Cataluña.
La depuración de cargos que no son suficientemente secesionistas, o que directamente no lo son, también ha tenido efectos en la capital. Una de ellas ha sido la diputada del Congreso, Inmaculada Riera, que tuvo que dejar su acta tras ser muy crítica con Mas después de la ruptura con Unió. De hecho, no se le conocen manifestaciones independentistas y su condición pro empresarial la ha llevado a dirigir la Cámara de Comercio de España.
Dentro de CDC también hay otros nombres disidentes de la hoja de ruta secesionista, pero han sido o apartados o colocados silenciosamente en puestos de menor calado. Un ejemplo es el de Santi Vila, que ha pasado de ser conseller de infraestructuras a ser el titular de cultura, y es que osó decir que Cataluña no tendría que ver su pertenencia a España como una limitación, "sino como una posibilidad".
Algo similar le sucede al exportavoz de Convergència en el Congreso, Pere Macias, que ha fichado por el equipo de Ada Colau para asesorarla en el proyecto del tranvía por la Diagonal. Aunque su caso es diferente, ya que se le asocia con la parte socialdemócrata, aunque está en desacuerdo con la independencia.
Luego hay otros casos, que a priori sí son favorables a la ruptura, pero no como a la cúpula le gustaría. Ahí están los ya ex consellers, Andreu Mas-Colell o Felip Puig, que se fueron reacios al pacto con la CUP. Todos están fuera del poder.
Mas quiere refundar el partido, y sólo en ese escenario "tendrá una presencia más activa". Por lo que la consulta de Convergència para decidir si reformar el partido o crear uno nuevo, se ha convertido en un plebiscito sobre el liderazgo del ex president, que ya ha optado por enterrar las históricas siglas de CDC.