
La historia se ha repetido ya unas pocas veces, aunque con pequeñas modificaciones en cada nuevo ciclo: los acreedores de Grecia, país al borde de la quiebra desde hace años, amenazan con forzar su salida del bloque del euro si no hay nuevas reformas. Con cada iteración la perspectiva de que Grecia abandone la moneda única se hace más factible. La Comisión Europea parece respaldar (de nuevo) a Alemania y fuentes del ejecutivo comunitario advertían hoy a Atenas de que si no cumple con lo pactado se enfrenta a la debacle. Y eso, después de que el FMI amanazase por su parte con retirarse de la partida si Alemania no accede a condonar parte de la deuda griega.
El nuevo capítulo de esta historia interminable se estrenó este fin de semana. Una filtración en el portal Wikileaks parecía demostrar que el Fondo Monetario Internacional, uno de esos acreedores, está presionando a Alemania, otro de los acreedores, para tomar una decisión que alivie la carga de la deuda.
En otras palabras, el FMI quiere que Berlín comprenda al fin que es necesaria una quita. Porque si no lo entiende, dejará de apoyar las finanzas griegas, y Alemania no tendrá más salida que precipitar la salida de Atenas del euro.
El Fondo reaccionó a esa filtración -imposible saber quién la hizo- con afirmaciones un tanto generales: "En interés del pueblo griego, necesitamos dar a estas negociaciones una conclusión rápida"; "el incidente de este fin de semana me ha hecho preocuparme sobre si podemos de verdad alcanzar progresos"; "estamos todavía bastante lejos de tener un programa coherente".
Dime a quién presionas, y te diré que quieres
Entre líneas de la carta de Christine Lagarde, directora del FMI, se puede leer por una parte que el Fondo quiere que Grecia dé nuevos pasos adelante para mejorar su sostenibilidad financiera a medio plazo.
Pero en los memorandos filtrados parece claro que el Fondo se está cansando de la postura alemana y podría haber decidido amenazar con dejar caer a Grecia... para que Alemania reaccione y evite que Grecia caiga.
Berlín, por cierto, ha salido al paso de todo lo publicado. Ha desmentido que haya división de posturas entre su país y el FMI, pero ha negado al mismo tiempo (y sin despeinarse) que la quita de la deuda griega sea negociable.
Lagarde y el primer ministro griego Alexis Tsipras se acusan mutuamente de haber enviado los documentos a Wikileaks, aunque no está claro a quién beneficiaría más un golpe de efecto en la mesa de negociación. Porque la perspectiva de que Grecia caiga fuera de la frontera del euro es mala, sobre todo y en primer lugar, para el propio país, pero al mismo tiempo puede que sea la única forma de que Atenas consiga al fin reducir la deuda que ahoga su recuperación.
En este juego de fuerzas, la Comisión Europea (segundo miembro de la troika) ha saltado al escenario este lunes para confirmar lo que se deduce de las filtraciones a Wikileaks. Fuentes oficiales de la Unión Europea han respaldado la postura alemana y han alertado de que la salida del euro es la consecuencia previsible de la situación actual de estancamiento en el programa de reformas.
Si Atenas quiere evitar la debacle, explican, si quiere acceder a otro pedazo de los 86.000 millones de euros en que se valora su rescate progresivo, el país tendrá que acelerar las reformas: nuevo sistema de pensiones, nuevo sistema fiscal, avances en la privatización de activos...
Las distintas posiciones parecen repetir el escenario de julio de 2015, cuando Grecia se situó al borde del abismo precisamente por no avenirse a las condiciones de Alemania, y se vio forzada a claudicar ante la sequía de liquidez bancaria y el subsiguiente corralito decretados por el tercer miembro de la troika, el BCE.
La historia se repite hasta tal punto que incluso el calendario recuerda al del ejercicio anterior. Grecia debe hacer frente a vencimientos de deuda crecientes en los próximos meses, el mayor de 2.300 millones de euros fechado en el 20 de julio.
Esa es precisamente la fecha temida por los representantes del FMI cuyas declaraciones fueron filtradas a Wikileaks y resuenan ahora con fuerza: el vencimiento de julio, la crisis de refugiados y la amenaza del Brexit (el referéndum sobre la salida de Reino Unido de la UE, que se celebrará en junio) se han alineado y -para temor y hastío simultáneo de inversores y contribuyentes europeos- dibujan el peor escenario posible para Grecia en el euro. Otra vez.