Economía

El problema no es Schengen ni los refugiados

Nuevamente el horror injustificado; otra vez Europa convulsionada por los terroristas yihadistas. Por esta experiencia ya han pasado aquí, en Europa, Reino Unido, España y Francia; este último país en varias ocasiones. Cuando aún estaban muy recientes los crímenes de París, esta misma semana le ha tocado a Bélgica, la ciudad donde están las instituciones políticas más importantes.

No exageramos cuando decimos el corazón de un sueño llamado Unión Europea. Una vez más, cada uno desea que este sea el último suceso, sin embargo en el fondo todos sabemos que estamos inmersos en un conflicto muy largo y que desgraciadamente antes o después los titulares nos recordarán que la guerra contra los terroristas no ha terminado.

Rápidamente la demagogia y el populismo barato señalan con el dedo: refugiados e inmigrantes. Los partidos xenófobos se dan prisa en pedir desmantelar el espacio Schengen. No, no es casualidad que los partidos aludidos anteriormente, los que claman contra Schengen, sean todos ellos euroescépticos, en el mejor de los casos.

Schengen y el euro

Schengen es conjuntamente con el euro la mayor seña de identidad de la Unión Europea, matar Schengen es matar la idea de una Europa unida. Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, decía después de los atentados de París "sin Schengen y sin libre circulación de trabajadores, de ciudadanos, el euro no tiene sentido". Podría además haber añadido que económicamente sería un desastre.

El espacio Schengen, implantado en 1995, es una piedra básica del avance económico, su supresión traería miseria económica a Europa. El Gobierno francés a través de su Centro de Estudios Estratégicos ha calculado el coste de la supresión, al menos 100.000 millones de euros, eso es un 0,8% del PIB europeo.

Pero es tan solo una previsión mínima de las pérdidas, puesto que en esos números no está incluido qué ocurriría si se pusiese fin al libre movimiento de capitales e inversión extranjera, algo muy difícil de delimitar. En las previsiones galas se contempla que el comercio bilateral entre los países de la UE podría caer en torno a un 10-20 por ciento. Para España, un país en el que por fin sus empresas han comenzado a salir al exterior, y teniendo presente que son los países comunitarios nuestros grandes socios, la supresión conllevaría mantener tasas de desempleo muy altas, máxime por el peso del turismo comunitario en nuestra balanza comercial.

El propio Juncker aporta aún más datos para ver el enorme coste a soportar. En el espacio Schengen hay 1,7 millones de empleados transfronterizos, que cruzan a diario las fronteras. Cada año hay 24 millones de viajes de negocios de un país a otro. Hay 57 millones de camiones que circulan a través de las frontera Schengen, camiones que sufren un sobrecoste extra de 55 euros por cada hora de retraso. Esa factura reduciría la competitividad de las economías europeas, especialmente las de los países periféricos, pues la mayor parte de sus destinos están en Centroeuropa.

Con todo, y como señalaban desde el think tank Bruegel, la vuelta a una Europa plagada de fronteras no es solo un riesgo económico, sino político, dado que es un símbolo visible y muy poderoso de la integración europea.

Pero si, como los datos demuestran, no se debe suprimir Schengen, Europa y sus ciudadanos deberían tener también presente que los refugiados beneficiarán a la economía europea. Los refugiados permitirán combatir una de los peores problemas que en este momento se vislumbran: el envejecimiento de su población, con Alemania a la cabeza. Es el envejecimiento de la población el que pone en peligro uno de los pilares básicos del Estado del Bienestar europeo, las pensiones.

La Comisión Europea lleva tiempo advirtiendo sobre los problemas de edad en la población de la UE, algo que llevará a una importante caída del empleo entre 2010 y 2060. Ya se sabe que sin empleo la Seguridad Social universal y pública se resiente, sobre todo en países como el nuestro donde tenemos un sistema de caja puro y a todos nuestros políticos y sindicatos les incomodan los planes privados de pensiones.

Algunos datos sobre el envejecimiento de la población en Europa: el crecimiento del factor trabajo será negativo durante 40 años dentro de cuatro años, en el 2020. La población activa, la que está en edad de trabajar, lleva cayendo desde 2010, pasando del entorno de los 310 millones de 2010, a 260 millones cincuenta años después, en el 2060; algo que la Comisión cree puede provocar la quiebra de los sistemas de pensiones de los países de la UE.

Pero es que este problema en el caso español es todavía más grave, puesto que, debido a la crisis económica, desde el año 2012 España pierde población. En 2012 la población era de 46,8 millones, y las proyecciones para 2064 la sitúan en 6 millones menos, concretamente en 40,8 millones. Además, para empeorar la situación se prevé que para 2064 la esperanza de vida haya aumentado en diez años desde el 2012. La combinación de estos factores lleva a que, para 2064, haya prácticamente por cada joven en edad de trabajar un jubilado.

El problema no es Schengen ni los refugiados. El problema, como ya se comienza a conocer, es la falta de coordinación, inversión y fortalecimiento de la seguridad. La respuesta, como siempre, es más Europa, más unida. Nuevamente vuelvo a Juncker, que ha denunciado que si se hubieran aplicado las propuestas comunitarias sobre antiterrorismo "la situación no sería la que tenemos ahora".

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