
Se cumplió el guión previsto y Pedro Sánchez se dio de bruces ayer, en el Congreso, con la pinza aritmética que conformaron PP y Podemos y que imposibilita en el más corto plazo cualquier opción de gobierno del líder socialista.
La investidura fallida no sólo evidenció la soledad de Sánchez, sino que, tal y como se advierte desde dentro y fuera del hemiciclo, aboca al país a una nueva convocatoria electoral a finales de junio y a la ausencia de un Ejecutivo que pueda empezar a adoptar las medidas que nos exigen la situación económica y nuestros socios europeos.
El resultado fue tan temido como esperado por los socialistas. Su líder sólo sumó ayer los 130 votos favorables de su grupo y de Ciudadanos; Coalición Canaria se abstuvo, finalmente, en la votación y todo el resto del arco parlamentario votó en contra (en total, 219 diputados rechazaron en primera instancia la posibilidad de que el líder del PSOE pueda conformar un Gobierno). Sánchez se quedó a 46 apoyos de los 176 que otorgan la mayoría absoluta necesaria en esta primera ronda.
Pedro Sánchez se convierte, así, en el tercer candidato a la investidura que, a lo largo de la Democracia, tiene que acudir necesariamente a una segunda votación en el Congreso, al no lograr los respaldos suficientes en la primera -antes, se vieron obligados a hacerlo Leopoldo Calvo Sotelo y José Luis Rodríguez Zapatero-.
El acuerdo con Ciudadanos nació y se quedó corto en apoyos, y en la formación de Albert Rivera ponen la vista ya en el día después. Admiten que, una vez se produzca la segunda votación de investidura -mañana- comenzarán las reuniones con el resto de grupos parlamentarios, empezando por el socialista. Eso sí, la formación naranja ha ido recolocando su discurso poco a poco y sus diputados dejaban claro ayer, en los pasillos del Congreso, que C's defiende un acuerdo, un texto con medidas concretas y no una candidatura concreta -y en función de esta tesis, recalcan, seguirán actuando-.
Un discurso de candidato
No pocas voces señalaron en el Congreso que la intervención del líder de Ciudadanos, Albert Rivera, sonó más a discurso de candidato que se presenta a la investidura que el del propio Pedro Sánchez. Hizo más propuestas y las detalló mejor, señalan. Hizo, para muchos, de portavoz del líder socialista, cuya alocución quedó eclipsada por las contundentes réplicas de Pablo Iglesias y de Mariano Rajoy, quienes tiraron de ironía, sarcasmo y no eludieron el cuerpo a cuerpo, con más o menos acierto.
En la bancada popular el cierre de filas en torno a Rajoy se hizo más explícito que en otras ocasiones. Algunos nombres destacados dentro del partido lamentaron profundamente que Albert Rivera pidiese abiertamente a los diputados populares que se rebelasen contra su líder, al que reclamó abiertamente que se eche a un lado para permitir el proyecto de gran coalición a tres bandas por el que apuesta su partido. Estas mismas fuentes entienden que, ante ese órdago, el presidente en funciones poco podía hacer, en tanto que consideran muy ?difícil? contestar a ese órdago.
A lo que tampoco responden es a la pregunta de qué sucederá a partir de ahora, de cuáles son los pasos que dará el partido de Mariano Rajoy. En un tono distendido admiten que, la actual, se ha convertido en una "política de proximidad", lo que impide saber qué puede pasar de aquí a las próximas horas y dificulta cualquier especulación.
Con todo, el vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado, aseguró que su formación empezará a trabajar a partir del lunes para reestablecer los cauces del diálogo con el PSOE y C's, con el objetivo de tratar de formar Gobierno. Desde el Partido Popular reprochan además a Albert Rivera que su apoyo a Sánchez sólo vaya a servir, finalmente, para reafirmarlo como líder del PSOE.