Logroño, 22 sep (EFECOM).- El secretario general de USO, Julio Salazar y el secretario federal de CSC de Lieja, Huy y Waremme, Roger Parthoens, defendieron hoy la necesidad de fomentar el desarrollo de los países más atrasados para evitar que la inmigración siga aflorando a las fronteras de la Unión Europea.
Ambos hicieron estas afirmaciones al término del encuentro que mantuvieron las delegaciones de ambos sindicatos en la capital riojana para estrechar lazos de colaboración y analizar la realidad laboral y social de España y Bélgica.
Según Julio Salazar, la ayuda al tercer mundo debe pasar por las creación de proyectos económicos que no pasen por las manos de los dirigentes de los países más atrasados, que suelen ser un foco de corrupción, que en muchas ocasiones hacen que el dinero no llegue al fin destinado.
Sólo así se conseguirá crear empleo de manera progresiva, que evitará que todas estas personas tengan que salir de sus países de origen.
Este es uno de los fines prioritarios que ahora tiene el sindicato a través de su ONG, Sotermun.
Mientras esto ocurre, Salazar apuesta por la contratación en origen para ordenar la inmigración y por favorecer la integración de las personas que trabajan ya en España.
"El doce por ciento de la población española son extranjeros, así que desde el sindicato estamos intentando tener un doce por ciento de trabajadores inmigrantes afiliados", afirmó.
Salazar insistió en que España va a seguir necesitando la inmigración, "unos 400.000 personas en los próximos años, según un informe de La Caixa", y destacó que produce "cierto sonrojo y hasta cierto vómito" ver las actitudes de algunos políticos sobre este fenómeno, cuando hasta hace poco España era un país de emigración.
Si en España hay alrededor de 4,8 millones de inmigrantes para una población que supera los 44 millones de personas, la situación de Bélgica es aun mayor, puesto que de diez millones se calcula que hay 1,6 millones de personas venidas de fuera de sus fronteras.
Mientras que para España la inmigración es un acontecimiento reciente, que empieza a desarrollarse desde mediados de los noventa, en Bélgica se pueden advertir dos etapas.
La inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, según Parthoens, se caracteriza porque está compuesta por mano de obra española, polaca e italiana, principalmente, que vienen a levantar un país asolado por el conflicto, pero rico gracias a las riquezas naturales de su gran colonia, el denominado entonces Congo belga.
"Los trabajos que ocuparon eran los más duros, como las minas. Además, compartían una misma cultura y religión por lo que se integraron fácilmente. No hubo problemas, sobraba trabajo y la inmigración era deseada, no como ahora, que los únicos trabajadores especializados que parece que se quiere son los futbolistas", dijo.
A partir de los años ochenta y noventa esto cambio y la inmigración empieza a ser dispar, gente de Asia, Africa o Europa central con distintos valores y con una mercado laboral a la baja que genera grandes tensiones.
"Esto ha sido aprovechado por la extrema derecha en el norte de Bélgica como arma propagandista, para decir que los de fuera nos vienen a quitar el trabajo. Además, tampoco ayuda que cada vez que hay un delito provocado por inmigrantes aparezca muy destacado en los medios y se los trate de poner a todos en el mismo saco", dijo.
Para Parthoens, ni España ni Bélgica pueden encontrar por sí solas un remedio a este fenómeno, que debería pasar por un esfuerzo conjunto de los países ricos para fomentar el desarrollo de los más pobres.
"Desde luego, lo que no se puede hacer es intentar construir una muralla, porque esa gente se muere de hambre y eso les llevará a tomar cualquier riesgo para salir de esa situación", dijo. EFECOM
jgb/jlm
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