Economía

La flexibilidad presupuestaria enfrenta a Renzi con Bruselas

  • El primer ministro ataca las políticas de austeridad y aplaza el déficit

El nivel de crispación entre Roma y Bruselas se midió la semana pasada en la sesión plenaria del Parlamento Europeo en Estrasburgo. El presidente del grupo del Partido Popular Europeo, el alemán Manfred Weber, desahogó la frustración que su parte política - y el Gobierno de su país - han acumulado por la actitud del primer ministro progresista italiano: "Lo que está haciendo Matteo Renzi lleva al degolladero la unidad de Europa y favorece el populismo" dijo Weber.

Renzi ha empezado 2016 con un ataque a las políticas de austeridad, arremetiendo contra las normas fijadas por Bruselas e impuestas por Berlín. De hecho, horas antes de que Weber pronunciara sus palabras ante el pleno del Europarlamento, el mandatario transalpino echaba leña al fuego en su cuenta de Facebook: "Italia, más abierta y atractiva para las inversores internacionales, es la mejor respuesta a los que le tienen miedo al nuevo protagonismo italiano y preferirían que fuésemos más débiles y marginales, como a menudo fue en el pasado. Que se resignen, Italia ha vuelto más solida y más ambiciosa".

El pulso entre la Comisión de Jean-Claude Juncker y la tercera economía de la eurozona ha comenzado por una cuestión de flexibilidad presupuestaria. Tras haber obtenido varias derogaciones a la reducción del déficit, Renzi decidió, en diciembre, tomarse otra sin consultar con Bruselas. La excusa utilizada por el primer ministro italiano (que subió el déficit previsto para 2016 de unos 2.000 millones, desde el 2,2% al 2,4%) es que, tras los atentados de París, Italia tiene que hacer frente a gastos extraordinarios de seguridad.

Sin embargo, ha notado con contrariedad Bruselas, los recursos obtenidos gracias a la nueva derogación se han utilizado también para financiar otras medidas, como un bono de 500 euros para fomentar el consumo cultural de los jóvenes.

El riesgo ahora es que la Comisión abra un procedimiento de infracción a Italia. Además, el país transalpino ya está entre los "vigilados especiales" de Bruselas: cuando en otoño el borrador de los Presupuestos aún indicaba para 2016 un déficit del 2,2%, la Comisión anunció "un significativo riesgo de desviación de los ajustes requeridos".

Una 'bomba de relojería'

En dos años de Gobierno, Renzi ha aprobado muchas reformas pero no ha conseguido resolver los problemas presupuestarios del país. Sólo ha ganado tiempo aplazando de año en año la solución al problema. Aumentar el déficit en los presupuestos para 2016 ha servido para encontrar los recursos suficientes para evitar la subida del IVA durante este año.

El problema, sin embargo sólo se ha aplazado a 2017 y 2018: el Ejecutivo italiano introdujo en los últimos Presupuestos una "cláusula de salvaguardia" con un valor 15.000 millones para 2017 y una de 19.500 millones para 2018. Estas cláusulas obligan a una subida de impuestos en caso de que el Gobierno no obtenga los ingresos previstos a través de otras medidas.

En fin, se trata de bombas de relojería que amenazan con explotar si la economía italiana tardara a recuperarse un poco más de lo esperado. Un peligro concreto ahora que aumenta el riesgo de una nueva recesión global.

Por esto Renzi ha decidido coger la delantera y atacar Bruselas antes de que Bruselas ponga bajo la lupa su política económica. Para cambiar las reglas presupuestarias y obtener aún más flexibilidad, el primer ministro italiano quiere jugar todas sus cartas y ha llegado a bloquear el envío de los 3.000 millones de euros prometidos por Europa a Turquía para hacer frente a la emergencia de los refugiados procedentes de Siria. Según Renzi, se trata de recursos que deben de venir del balance europeo y no de las arcas de los diferentes Estados.

El verdadero motivo, sin embargo, no son los 280 millones que Italia tiene que pagar (una gota en el mar de los presupuestos de un Estado); el objetivo del mandatario transalpino es demostrar a Berlín, donde la canciller alemana Merkel tiene que lidiar con las críticas a su política de inmigración, que Roma perseguirá el fin de la flexibilidad con todos los medios. Un riesgo que los alemanes tienen muy en cuenta. Como explicó Weber en su discurso en Estrasburgo: "Italia no está dispuesta a ayudar Turquía si no es a cambio de una contrapartida. Todo esto a desventaja de Europa, de su fuerza y de su credibilidad".

El pulso entre Roma y la UE

El banco malo

Italia intenta desde hace ya tiempo lanzar un banco malo que se haga cargo de los más de 200.000 millones de créditos dudosos que lastran los balances de la banca transalpina. La cuestión, tras los altibajos bursátiles de la semana pasada, es aún más urgente. Sin embargo, cualquier medida propuesta por Roma tiene que pasar por el visto bueno de Bruselas. Y la Comisión no parece dispuesta a avalar intervenciones públicas o de entidades de control público.

La inmigración

Italia logró que se modificara el Tratado de Dublín, introduciendo un sistema de cuotas que implica la acogida de refugiados no sólo por parte de los países donde los solicitantes de asilo ingresan por primera vez a la UE (a menudo en la orilla norte del Mediterráneo) sino también del norte de Europa. Pero Roma y Bruselas siguen peleándose por los 3.000 millones de euros que la UE prometió a Turquía. Italia no quiere dar su parte (unos 280 millones) y pide que el dinero salga del balance europeo.

China

Renzi acaba de sustituir al embajador italiano ante la UE por uno de sus viceministros, Carlo Calenda. No es sólo que el primer ministro quiera tener un hombre de confianza en Bruselas (el saliente, Giuseppe Sannino, futuro embajador italiano en Madrid, fue nombrado por el anterior Gobierno de Enrico Letta). Calenda se estaba ocupando en Roma del reconocimiento pedido por China del estatuto de economía de mercado, en el marco de la Organización Mundial del Comercio. Reconocer a China como economía de mercado podría pasar factura a la industria italiana con miles de puestos de trabajo en vilo. Roma, a través de Calenda, intentará retrasar lo más posible el proceso.

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