
Reino Unido cierra uno de los años más intensos de su historia reciente con una recuperación consolidada, inmerso en una acometida militar contra el terrorismo yihadista y gobernado por una mayoría absoluta conservadora inesperada para el propio David Cameron.
Las elecciones generales de mayo han marcado el tono de un 2015 en el que la hegemonía alcanzada por el primer ministro en su segundo asalto contrasta con el descabezamiento de sus rivales, especialmente un laborismo que en septiembre, capitaneado por Jeremy Corbyn, rompía con la Tercera Vía de Tony Blair para emprender un retorno al purismo ideológico.
Aunque resulta complicado imaginar un panorama más improbable doce meses atrás, la realidad británica vigente ratifica la velocidad de adaptación de las democracias occidentales. Pese a ser exigua, la mayoría de Cameron le permitió acallar el paulatino criticismo de un partido donde la división en materia de Europa y la delicada cohabitación de corrientes que albergan del liberalismo conservador al ADN más genuinamente tory amenazaban con resquebrajar a la derecha británica.
La victoria de mayo ha ampliado el margen de maniobra de un premier que, semanas antes de la cita con las urnas, había avanzado que este segundo mandato constituiría su último lustro en Downing Street. Sólo Cameron conoce el verdadero trasfondo de su decisión, pero resulta difícil ignorar el desgaste de la campaña del referéndum sobre la permanencia en la UE no sólo para su partido, sino sobre todo ante una cada vez más polarizada sociedad británica.
Compromisos urgentes
La primera consecuencia de su promesa es que aumenta el sentido de urgencia por materializar los compromisos de un programa por el que Cameron quiere ser juzgado. En los próximos cinco años se juega no sólo la credibilidad financiera de un Reino Unido que aspira a concluir mandato con superávit, sino su propia continuidad en los Veintiocho e, incluso, el futuro del Partido Conservador, que este año ha abierto oficiosamente la carrera por un liderazgo para el que, de momento, el mejor posicionado es el ministro del Tesoro.
En virtud de su nuevo rol como hombre fuerte del Gobierno, George Osborne encargó a sus compañeros de gabinete que identificasen el paquete de ahorros que compusieron la Revisión de Gasto presentada en noviembre, es decir, la hoja de ruta que guiará unas decisiones presupuestarias que, en 2020, habrán reducido en hasta un tercio el presupuesto de los departamentos no blindados en comparación a los niveles vigentes cuando Cameron se mudó al número 10.
Además, el Ejecutivo ha consolidado la apuesta estratégica de presentarse como "el verdadero partido de los trabajadores", para lo que no ha dudado en entrar en un territorio genuinamente laborista, con propuestas inspiradas directamente en su programa y, sobre todo, llenando el vacío que el ascenso de Corbyn ha dejado en el centro político.
Disensiones en su partido
Las disensiones en su partido han favorecido a los conservadores, como quedó bastante claro con la aprobación de la implicación británica en la campaña contra el Daesh en Siria.
Esta victoria permitió a Cameron no sólo reforzar su liderazgo, sino sobre todo resarcirse de uno de los mayores golpes en el poder, el que en 2013 lo convirtió en el primer premier en más de cien años que perdía una votación en materia de política exterior. A la segunda fue la vencida, gracias en parte al cambio que los atentados de París operaron en la conciencia colectiva.