
El TTIP será el mayor acuerdo de libre comercio del mundo, ya que la Unión Europea y EEUU suman alrededor del 50% del PIB mundial. Su negociación está en marcha y no ha parado de recibir críticas y alabanzas: las primeras están dirigidas sobre todo por el miedo a la eliminación de ciertas barreras regulatorias, legales y por su opacidad y las segundas se centran en los beneficios económicos. Son muchos los informes que se han centrado en los beneficios económicos, pero pocos los que explican por qué un acuerdo de estas características puede jugar a favor de la economía de familias y empresas. Las familias se preguntarán cómo un pacto transnacional así puede mejorar sus vidas.
El TTIP puede significar el fin de los aranceles de los bienes y servicios comerciados entre la UE y EEUU. La abolición de los aranceles ha sido siempre un buen mecanismo para incrementar el comercio entre países. Sin embargo, en la actualidad las barreras más relevantes no son arancelarias, sino regulativas; diferencias legales y de estándares entre un bloque comercial y otro. Reduciendo este tipo de barreras y las arancelarias se pretende impulsar el comercio y la inversión, aumentando así la libertad de elección del consumidor (en muchos casos mejorando la calidad-precio de los bienes disponibles) o las posibilidades de financiación o crecimiento para pequeñas empresas.
Implicaciones económicas del TTIP
Según destacan los expertos de La Caixa Research en un documento dedicado a este acuerdo de libre comercio, los beneficios económicos del TTIP son aún difíciles de calcular con exactitud. Su impacto variará en función de la profundidad de los acuerdos incluidos en cada una de las áreas. Mientras que los beneficios de la eliminación de los aranceles serán limitados por el leve impacto de promedio en los bienes (aunque por ejemplo en alimentos procesados o vehículos mecánicos aún sí existen fuertes aranceles), la repercusión de la reducción de las barreras no arancelarias (estándares de calidad, diferencias legales y regulatorias entre bloques) si puede ser muy considerable.
El impacto económico del TTIP en agregado sobre el PIB puede ser significativo. Un estudio del Centre of Economic of Policy Research sostiene que en su escenario más ambicioso, este acuerdo puede suponer un aumento permanente del PIB del 0,48% para la UE y un 0,39% para EEUU. Este impacto equivaldría a un incremento anual de la renta disponible para cada hogar de la UE de 545 euros. Sin embargo, no todo es positivo en lo económico. Aunque este efecto positivo se distribuirá entre la mayoría de la población, los costes del tratado se pueden concentrar en grupos de individuos muy concretos.
"El impacto del TTIP en el ámbito empresarial será mayor en las pymes, dado que las barreras (sobre todo las no arancelarias) les afectan en mayor proporción al no tener la dimensión adecuada para hacerles frente. La reducción de barreras no arancelarias podrá beneficiar a las pequeñas y medianas empresas ya internacionalizadas pero que no tiene escala y los recursos suficientes para conseguir los mejores precios de financiación relacionados, en particular, con los servicios comex (financiación de las exportaciones e importaciones y otras operaciones de comercio exterior como seguros de cambios, créditos documentarios u opciones sobre divisas), así como aquellas pymes situadas en el umbral de la internalización, para quienes unos menores costes pueden suponer un impulso en esta dirección", aseguran los economistas de La Caixa Research.
¿Por qué es bueno el libre comercio?
El gran economista Adam Smith escribió lo siguiente en su libro 'La riqueza de las naciones' (1776): "Lo que toda buena familia hace de forma particular por prudencia, difícilmente puede ser insensatez en el gobierno de un gran reino. Si un país extranjero puede suministrarnos un artículo más barato de lo que nosotros mismos lo podemos fabricar, nos conviene comprarlo con una parte del producto de nuestra propia actividad empleada de la manera en que llevamos alguna ventaja. En cualquier país, el interés del gran conjunto de la población estriba siempre en comprar siempre cuanto necesita a quienes más barato se lo venden. Esta afirmación es tan patente que parece ridículo tomarse el trabajo de demostrarla; y tampoco habría sido puesta jamás en tela de juicio si la retórica interesada de comerciantes y de industriales no hubiese enturbiado el buen sentido de la humanidad".
Otro de los grandes economistas de la historia defiende la libertad de comercio de forma similar. Milton Friedman explica en su libro 'Libertad de elegir' (1980) que "los economistas discrepan entre sí con frecuencia, pero no con respecto al comercio internacional. En todo momento, desde los tiempos de Adam Smith, ha habido una virtual unanimidad entre los economistas, cualquiera que fuese su opción ideológica, sobre la afirmación de que la libertad de comercio internacional redunda en beneficio de los países comerciales y del mundo. Pese a esto, los aranceles han constituido la regla. Los productores de acero y los sindicatos metalúrgicos (en EEUU) presionan para que se apliquen restricciones a las importaciones procedentes de Japón. Los fabricantes de televisores y sus obreros propugnan la adopción de 'acuerdos voluntarios' para limitar las importaciones de esos aparatos y sus componentes procedentes de Taiwan, Hong Kong o Japón".
"Todos hablan del 'interés general' para aplicar restricciones a las importaciones, sin embargo hay una voz mayoritaria que casi nunca se ha hecho oír, que es la de los consumidores", que son los que se beneficiarían de un menor coste de los bienes y servicios importados. Friedman argumenta el efecto sobre la economía de importar un bien más barato en lugar de consumir el mismo bien nacional a un precio superior, de la siguiente forma: "Suponga que, por el motivo que sea, el Japón decidiese subvencionar el acero. Si no se adoptasen nuevos aranceles o cupos, las importaciones de acero en EEUU aumentarían vertiginosamente. Esto provocaría la caída del precio del acero en EEUU y los productores norteamericanos pararían la producción del mismo, con lo cual se produciría desempleo en el sector. Por otra parte, los productos hechos con acero se podrían adquirir a un precio más barato. Los compradores de dichos artículos dispondrían del dinero sobrante para gastar en otras cosas. La demanda de otros artículos aumentaría, como también el número de trabajadores empleados en las empresas que los fabricasen. No tendría por qué haber pérdida neta de empleo, y se produciría un aumento de la producción porque los obreros que ya no están disponibles para producir acero estarían disponibles para producir cualquier otra cosa", sentencia Milton Friedman.
Por último, otra opinión más moderna y con datos en la mano es la de Gregory Mankiw, profesor de Economía en la Universidad de Harvard: "Un país abierto al comercio puede lograr una eficiencia mayor en la producción y un nivel de vida más alto especializándose en los bienes en los que tiene una ventaja competitiva. Uno de los enfoques consiste en examinar los datos internacionales para ver si los países que comercian son normalmente más prósperos. El hecho es que efectivamente lo son. Dentro del grupo de países desarrollados, las economías más abiertas crecieron un 2,3% de media entre los años 1979 y 1989, mientras que las economías más cerradas (importaciones y exportaciones representan un menor porcentaje del PIB) crecieron un 0,7%", esta tendencia se acentúa con fuerza en los países en vías de desarrollo. Mankiw explica que los ejemplos de Japón en 1850, Corea del Sur en 1960 y Vietnam durante la década de 1990 son buenos para comprobar que con la apertura comercial se dispara el nivel de vida, "pero una vez más, la existencia de una correlación no muestra que haya una relación causal. La liberalización del comercio a menudo va acompañada de otras reformas y es difícil distinguir los efectos del libre comercio de los efectos de las demás reformas", sentencia el profesor de Harvard.
De este modo, la reducción de barreras arancelarias y legales que permitirá el TTIP da mayor facilidad para comerciar entre dos bloques gigantes, lo que permitirá a los consumidores gozar de una mayor gama de bienes y servicios a precios más competitivos. Mientras que las pequeñas empresas tendrán la oportunidad de crecer en otros mercados sin la necesidad de incurrir en unos costes extras para adaptar sus productos a la legislación de los países que firmen el TTIP.