
Irlanda ha logrado por fin cerrar el círculo de su recuperación con el primer presupuesto que evita la austeridad como ingrediente principal. A punto de cumplirse un lustro de su bajada a los infiernos del rescate, el Tigre Celta vuelve a rugir con el crecimiento más acelerado del continente por segundo año consecutivo.
De acuerdo con las previsiones oficiales, el PIB de 2015 mejorará nada menos que un 6,2%, un porcentaje que el Gobierno espera que sirva de acicate para revalidar el poder en las generales que, según todas las quinielas, se celebrarán a principio del próximo año.
El peso fundamental de sus aspiraciones, sin embargo, recae sobre las cuentas que presentó la semana pasada. Su mejor carta de presentación electoral es la dramática diferencia entre las aprobadas hace un cuatrienio, cuando el primer ministro tuvo que comparecer en televisión para advertir de la dureza de las medidas necesarias para salir de la UCI, y las anunciadas el martes: desafiando las expectativas del inicio de su andadura conjunta, la coalición de centro-derecha ha logrado completar con éxito una histórica legislatura que deja el fin de la intervención financiera.
Disciplina impuesta por la troika
Como consecuencia, años de ajustes derivados de la dolorosa disciplina impuesta por la troika han dado paso a una nueva fase en la que Irlanda se enfrenta al reto de mantener la senda actual sin repetir los errores del pasado. La dieta del ladrillo indiscriminado y crédito hipertrofiado ha sido sustituida, de momento, por la responsabilidad fiscal.
El déficit de este año, según avanzó el ministro de Finanzas en el Parlamento, será del 2,%, notablemente por debajo del 2,7% que se había marcado de objetivo para 2015 y a años luz del 12,5 que dominaba cuando Fine Gael unió sus fuerzas a las del Laborismo para poner fin a la hegemonía de Fianna Fáil, que entre mayorías absolutas y ejecutivos de coalición llevaba 24 años en el poder.
El electorado no le perdonó su negligencia en la gestación de la crisis, ni sobre todo su gestión cuando la tormenta obligó no sólo a un programa de ajustes sin precedentes en los apenas cien años de independencia irlandesa, sino al escarnio de verse obligado a poner la soberanía del país en manos de los acreedores internacionales.
Esta herencia de un ejecutivo que había perdido la autonomía se dejó notar inevitablemente en los presupuestos iniciales del bipartito, tan extensos a la hora de hallar ahorros que, el primer año, necesitaron de hasta dos días consecutivos de sesión plenaria para poder exponer el alcance del tijeretazo.
Mayores ingresos fiscales
Cuatro años después, el panorama es tan diferente que los socios confían en que sean precisamente sus últimas cuentas antes de los comicios las que apuntalen sus opciones para un segundo mandato. Gracias a ingresos fiscales mayores de lo esperado, han permitido endulzar el polémico Cargo Social Universal y las tasas para los conductores, aumentar las partidas para las prestaciones por hijo y las pensiones para la Tercera Edad e, inevitablemente, han ayudado a alumbrar anuncios en áreas tan populares en las urnas como educación, sanidad y vivienda.
Las autoridades internacionales, han pedido reiteradamente contención presupuestaria y priorizar la resolución de la deuda antes que la generosidad, pero el Gobierno ha considerado que es hora de recompensar a la ciudadanía por los sacrificios a los que se ha visto sometida. Así, una de las prioridades del paquete del martes, según expuso el ministro del Tesoro, era asegurar que "todos los trabajadores ganen como mínimo una semana extra en concepto de sueldo" y, como parte de las ambiciones retributivas, hasta se ha permitido elevar el salario mínimo.
Michael Noonan había asegurado en sus primeras cuentas que Irlanda había "perdido la cartera". Cinco presupuestos después, no sólo la ha recuperado, sino que tiene fondos con la que llenarla. Todos los indicadores confirman a la Isla Esmeralda como el alumno aventajado que siempre había probado ser entre las plazas intervenidas, pero sobre todo como una de las economías que más progreso ha experimentado en Europa. Su éxito tiene en cuenta su partida.
Tras semanas de especulaciones sobre una potencial convocatoria electoral en noviembre, las apuestas apuntan al próximo año para la celebración de las primeras generales desde el fin del rescate. Anticipando que el Gobierno quiera aprovechar el tirón de popularidad del presupuesto, sobre todo porque muchas medidas entran en vigor en enero.