
Hace una semana, durante el Foro económico Ambrosetti, que se celebra cada año en la localidad septentrional de Cernobbio, Matteo Renzi recibió aplausos y aprobación por parte de los directivos italianos e internacionales presentes en el acontecimiento. El primer ministro transalpino hasta logró un consenso del 69% en una encuesta entre los participantes del Foro, que suele reunir a la orilla de Lago de Como a la flor y nata de la economía transalpina e internacional.
Muchos hombres de negocios piensan que por fin Italia va por el camino correcto, es decir, el de las reformas estructurales en economía y en política. Tanto entusiasmo esconde sin embargo las dudas de algunas instituciones internacionales sobre los objetivos ambiciosos del Gobierno italiano: según la Comisión Europea y el FMI las reformas en Italia van demasiado despacio.
Las reformas van lentas
Pero Renzi sigue ignorando estas preocupaciones y delante del público del Foro ha confirmado su apretadísima agenda de medidas para los próximos dos años. Aunque el primer ministro no puede dar por concluida una reforma cuando ya tiene que pensar en otra. Así, en Roma se trabaja a contrarreloj para cuadrar las cuentas y encontrar los recursos para la reforma fiscal. No es sólo que al joven líder transalpino le resulte más fácil prometer cambios radicales que cumplirlos; es que la situación del Parlamento italiano no es la más adecuada para garantizar una aprobación rápida de las reformas.
Renzi gobierna con una mayoría heterogénea, la misma que salió de las elecciones de 2013 cuando el ala de centroizquierda tuvo que buscar el apoyo de algunos partidos centristas y conservadores. Además, en un Parlamento que tiene dos Cámaras con el mismo poder y funciones idénticas, la aprobación de una ley puede resultar muy enredada y tomar más tiempo de lo esperado. De aquí nace la idea de reformar el Senado y convertirlo en una Cámara de las Autonomías, con menos poderes y miembros nombrados por los diferentes parlamentos regionales.
Renzi ha logrado que esta reforma pasara por una primera discusión y votación en ambas cámaras. Sin embargo, para las reformas constitucionales se necesita una segunda votación a tres meses vista. Y es ahora cuando el Senado, a la vuelta de las vacaciones, tendría que dar su segundo visto bueno. Pero el líder conservador Silvio Berlusconi, que había garantizado la aprobación de la reforma en su primera discusión, ha cambiado de estrategia y ahora se opone al programa de Renzi. Mientras tanto, la minoría interna del partido de Renzi (PD) sigue poniendo trabas a las reformas de su propio líder y pide que el nuevo Senado sea electivo y no integrado solamente por representantes de las autonomías.
El tiempo va en contra de Renzi
El objetivo de los opositores de Renzi es ganar tiempo ya que cualquier modificación cancelaría los avances de los últimos meses y el recorrido de la reforma tendría que empezar otra vez de cero. Por esto, en el Senado el ala socialdemócrata del PD se ha unido con las oposiciones para presentar casi medio millón de enmiendas.
Saben que el tiempo juega en contra de Renzi: la Cámara alta del Parlamento italiano tiene que empezar el debate sobre los Presupuestos para 2016 el 15 de octubre y estará sumida en la aprobación de esta ley hasta finales de año. Así que o la reforma constitucional obtiene el visto bueno dentro de las próximas semanas o tendrá que esperar meses para ser aprobada.
El primer ministro ha decidido enfrentarse al problema. Por eso la semana pasada se reunió con los senadores de su partido para hablar de algunas posibles modificaciones, pero Renzi parece dispuesto sólo a conceder cambios de escasa relevancia que no pongan en peligro el recorrido de la reforma y seguramente, si las negociaciones se alargaran demasiado, estudia zanjarlas pidiendo una moción de confianza.