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Economía

El reto de la migración y el temor a envejecer de la UE

  • Europa necesita trabajadores foráneos, pero muchos europeos los rechazan
Cientos de inmigrantes caminan por una autovía húngara de camino hacia la frontera con Austria . REUTERS

La falta de una política coherente europea para gestionar la migración ha convertido lo que debería ser una oportunidad para paliar los riesgos del envejecimiento de Europa en una crisis mastodóntica. Más aún porque, como subrayan numerosos estudios e insisten los expertos, la UE necesitará una buena proporción de trabajadores foráneos para amortiguar la reducción de su fuerza laboral, y así costear el Estado de Bienestar.

Un estudio de la Comisión Europea y la OCDE prevé que la población europea en edad de trabajar caiga un 2,2 por ciento (7,5 millones) hasta 2020, mientras que aumentará en la misma proporción en el resto de socios de la OCDE. Sin la llegada de inmigrantes, la caída sería del 3,5% (11,7 millones). Incluso teniendo en cuenta una mayor integración de jóvenes y mujeres en el mercado laboral, la Comisión ya predijo antes de la crisis que necesitaría a más de 57 millones de inmigrantes para mediados de siglo.

Sin embargo, los políticos en las capitales y en las instituciones europeas encaran un clima adverso para abrir las puertas nacionales. La descontrolada presión migratoria actual y el auge de los partidos xenófobos desdibuja los argumentos económicos e incluso deja poco espacio para las razones humanitarias. Según el último Eurobarometro, publicado el pasado mes de julio, el 56% de los europeos tienen "sentimientos negativos" sobre la inmigración que llega desde fuera de la UE, siendo Suecia el único socio donde ganan la imagen positiva. Al mismo tiempo, el 73% de los europeos apoya una política común europea migratoria.

Los beneficios económicos

Este rechazo choca con las conclusiones de numerosos estudios sobre los beneficios que traen los inmigrantes. La OCDE menciona en un estudio de 2013 que los inmigrantes ocupan nichos importantes en sectores con crecimiento rápido, en los que no se encuentran trabajadores, y en otros cruciales para nuestro futuro, como el de los cuidados. Además, su contribución vía impuestos supera a lo que toman en beneficios sociales y, el impacto económico global tiende a ser positivo, sobre todo en países como Francia, Suecia, Bélgica o Luxemburgo, donde los inmigrantes han aportado a las arcas del Gran Ducado alrededor de un 2% del PIB.

La reciente crisis migratoria también ha servido para romper otros tópicos sobre los inmigrantes, hasta ahora vistos como trabajadores poco cualificados que llegan a la próspera Europa en busca de oportunidades. Porque, como subraya Yves Pascouau, director de las Políticas de Migración y Movilidad en el European Policy Center, gran parte de los refugiados que están llegando de Siria están cualificados o altamente cualificados. "Son los que pueden permitirse pagar el costoso viaje [que puede superar los 6.000 euros], como médicos, ingenieros, enfermeras. Los más pobres se quedan en los campos de refugiados de los países vecinos".

Por eso, la decisión de Alemania de facilitar la llegada de refugiados sirios no solo cuenta con la dimensión humanitaria, sino también con una obvia dimensión económica. Según las predicciones de la Comisión, Alemania (81 millones de habitantes) dejará de ser el país más poblado de la Unión a mediados de siglo al perder 10 millones de nacionales, y muchos más trabajadores. Berlín también ha firmado acuerdos con países como Túnez para atraer talento, además de ser el socio que más utiliza la tarjeta azul, el sistema europeo para atraer a trabajadores cualificados.

No obstante, la llegada de trabajadores foráneos plantea el reto de la integración que, como señala Pascouau, es el próximo desafío. Los analistas y los expertos de la Comisión Europea consideran que se debe priorizar la enseñanza de los idiomas y el reconocimiento de los títulos para facilitar la absorción en el mercado laboral, principal puerta de entrada para una integración exitosa en el país de acogida.

Fuentes comunitarias señalan además que casos como el de Suecia recomiendan paciencia durante el periodo de integración. Aunque el conjunto de foráneos registra una tasa menor de ocupación respecto a los suecos, aquellos extranjeros que llevan más de una década en el país alcanzan tasas similares a las de los nativos. "La integración lleva tiempo", insisten las mismas fuentes comunitarias, que no están autorizadas a hablar públicamente.

En un momento en el que se cuestiona el éxito de la integración realizada hasta ahora en las sociedades europeas (ya sea a través del modelo de asimilación francés o la multiculturalidad británica), es difícil aventurar si Europa podrá triunfar en un desafío tan poliédrico y que requiere tanta constancia en la respuesta entre todos los actores. Más aún porque aparte de las soluciones inminentes, como un sistema permanente de reparto de refugiados, "debemos pensar sobre soluciones para el futuro de la movilidad de personas para los próximos 15-20 años", concluye Pascouau. Para la UE, construida con los parches de las crisis que supera, actuar en vez de reaccionar puede resultar complicado. Pero si falla en este campo de la inmigración y los refugiados, "no será la Europa que queremos", sentenció el pasado lunes la canciller alemana, Angela Merkel.

La 'caza' de talentos

Una de las prioridades que señala la OCDE para Europa es la atracción de los inmigrantes cualificados que necesita para su mercado laboral. Desde el año 2000, los inmigrantes representan el 31% del aumento de los trabajadores altamente cualificados en EEUU, mientras que en Europa han sido solo un 14%. Para atraer el talento foráneo, la UE cuenta desde 2009 con el sistema conocido como la "tarjeta azul". Sin embargo, su éxito ha sido escaso, debido a que los Estados miembros han preferido continuar con sus propios esquemas nacionales antes que aplicar el europeo. Según comentan fuentes comunitarias a elEconomista, la Comisión presentará una revisión de esta tarjeta azul a mediados del próximo año.

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