
Aumentar los impuestos a los ricos, privatizar aeropuertos, reducir prestaciones sociales. Lo está haciendo Grecia, pero Alemania tampoco se libraría de aplicar ajustes si se encontrase bajo la lupa de la Unión Europea, el BCE y el FMI.
Según el periódico germano Der Spiegel, una inspección de la troika en Berlín es "un pensamiento absurdo" ya que la economía es robusta y el país es líder en la UE. Aun así, el rotativo se pregunta si Alemania cumple con las mismas reglas que quiere imponer al resto de los países.Y su respuesta es que no del todo, pese a sus arcas públicas saneadas.
Un punto caliente en el debate griego es la presión fiscal sobre ricos y pobres. En Alemania este tema también está sobre la mesa, porque los trabajadores con altos sueldos pagan menos impuestos que la media de la OCDE. La carga sobre la clase media y pobre es, sin embargo, más alta que en otros países industrializados. Bajo la presión de la troika, los impuestos sobre el trabajo deberían caer y aumentarían otros gravámenes como los impuestos a la propiedad.
Siguiendo con el experimento, Der Spiegel aventura que los hombres de negro forzarían al Estado a vender su participación en grandes empresas públicas que fueron privatizadas en los 90 pero que todavía pertenecen en parte al Gobierno. A diferencia de Grecia, Alemania ya privatizó grandes empresas, pero el país está presente en sectores como el postal o la telefonía.
En Grecia se ha aprobado la venta de 14 aeropuertos regionales a la operadora alemana Fraport. Si Alemania se encontrara bajo supervisión, debería cerrar o vender sus aeropuertos no rentables, como el de Kassel-Calden, donde operan 0,85 aviones al día.
Además, las ayudas de maternidad y las pensiones para los funcionarios también tendrían que reducirse, se aumentaría la edad de jubilación y los comercios deberían abrir en domingo. Los recortes en bienestar social motivarían fuertes protestas.