
El ministro del Tesoro británico ha confirmado ante Europa sus credenciales como hombre fuerte del Gabinete monocolor que las generales de mayo dejaron en Reino Unido. George Osborne ha asumido ya el rol especial encomendado por David Cameron como responsable jefe de la estrategia de negociación del estatus británico en la Unión Europea, la misma que debería desembocar en una reconfiguración con magnetismo suficiente para que el Gobierno pueda abogar por el 'sí' en el referéndum sobre la permanencia prometido por el primer ministro durante la campaña electoral.
El ascenso de quien hasta ahora había permanecido a la sombra del premier ha generado inevitables comparaciones con el tándem Tony Blair-Gordon Brown durante la década que compartieron puerta en Downing Street. Tipificado por el propio Cameron como uno de sus potenciales relevos tras este su último mandato, Osborne está obligado a esquivar el riesgo de que cualquiera de sus actuaciones se interprete como una maniobra sucesoria. De momento, la sociedad Cameron-Osborne parece una maquinaria perfectamente engrasada para garantizar resultados simbióticos.
Como prueba, la misma semana en que, por primera vez, el titular del Tesoro se convirtió en el favorito de las casas de apuestas para tomar el relevo del premier, el ministro conseguía atraer a la hasta ahora reticente Francia a su visión de que la flexibilidad con Londres va en beneficio de la Unión en su conjunto. Aunque las especulaciones sobre la fecha de un plebiscito que tiene como plazo límite diciembre de 2017 continúan, Osborne consiguió lo que su jefe no había obtenido hasta ahora: que la plana mayor del Gobierno galo muestre su disposición no sólo a escuchar, sino a aceptar las propuestas británicas.
El golpe táctico es clave, puesto que frente a la declarada connivencia de Angela Merkel a hacer un esfuerzo por mantener a Reino Unido en los Veitiocho, París había asumido el papel de la conciencia crítica. Francois Hollande había delegado en su ministro de Finanzas la artillería pesada y Michael Sapin se encargó de mandar un mensaje claro al norte del Canal de la Mancha: la UE no podía presentar un modelo "a la carta", de acuerdo con las preferencias puntuales de sus miembros.Sin embargo, la primera escala de la ronda de visitas que Osborne tiene previstas en los próximos meses a las capitales europeas ha culminado un doble objetivo: además de suavizar la posición de uno de los huesos más duros de roer del continente, ha logrado, por fin, comenzar a atraer el apoyo de uno de los actores clave, junto a Berlín, para sus aspiraciones. El mismo Sapin que hace semanas advertía a Reino Unido de que "no podía unirse a un club de fútbol y pretender jugar a rugby" aseguraba la semana pasada que veía "las bases para un acuerdo común". "Francia quiere una reforma que refuerce a Europa, no que la debilite, y por lo que he oído --de Osborne-- no hay nada incompatible con este objetivo", mantuvo.
Como consecuencia, el ministro del Tesoro pudo regresar a casa con un informe que destacó una "muy buena voluntad y una gran disposición al compromiso", tras haber "escuchado a políticos franceses reconocer la necesidad de un trato justo para los países que no están en el euro, a medida que aumenta la integración de la Eurozona".
Esta primera victoria es fundamental, no sólo por tratarse de la correosa Francia, sino porque se produce en el arranque de una nueva fase en el proceso de renegociación, es decir, aquella en la que, más que los posicionamientos de cada líder comunitario fundamentalmente para su audiencia doméstica, se tendrán en cuenta los aspectos técnicos y prácticos. Como resultado, hay ya un progreso patente entre las "dificultades" vaticinadas por Cameron como conclusión de su propia ronda de reuniones, promovida tras su victoria electoral, y el "potencial para un acuerdo en el que todos salgan ganando" identificado por su mano derecha.
La otra duda fundamental es la fecha para el plebiscito, debido a las crecientes especulaciones de que podría tener lugar antes de lo previsto, sobre todo por parte de un sector de la prensa británica que mantiene que el Gobierno baraja convocarlo el próximo verano. Cameron insiste en que la decisión se adoptará cuando las negociaciones hayan concluido, si bien la diferencia es significativa, sobre todo para su liderazgo, que quedará notablemente influenciado por el referéndum, independientemente de su veredicto.
El cambio de Tratado gana enteros con el precedente irlandés
Las opciones británicas de garantizar el ansiado cambio de tratado para dar palabra de ley a sus aspiraciones ganan enteros de aplicar el precedente de Irlanda. Después de que su ciudadanía hubiese rechazado el Tratado de Roma en referéndum, el Gobierno logró negociar con la UE un protocolo que no entraría en vigor hasta un lustro después, pero que fue suficiente para que los irlandeses votasen finalmente 'sí' a la comúnmente denominada Constitución Europea.
En un claro paralelismo con las circunstancias que actualmente afronta David Cameron, Dublín había escuchado reiteradamente que no podría esperar especificidades para gestionar las particularidades irlandesas. Sin embargo, Bruselas acabó cediendo, en base a la concesión de que el protocolo no tendría que ser ratificado antes del plebiscito.
El propio primer ministro británico ha reconocido ya que ningún cambio podrá tener lugar antes de la consulta que prevé para antes de final de 2017, por lo que el antecedente de la isla vecina cobra importancia para las ansias de Londres de garantizar que sus demandas serán tenidas en cuenta por sus socios.