
El banco malo italiano no podrá parecerse a la Sareb. Lo ha explicado el ministro italiano de Economía, Pier Carlo Padoan, subrayando que cuando Madrid creó su sociedad para la reestructuración bancaria, España "vivía una verdadera crisis bancaria. Hoy es mucho más difícil, más bien sería imposible". Según Padoan, Italia "está intentando hacer lo posible dentro de los límites europeos". Pero la verdad es que, a pesar de los más de 300.000 millones de créditos dudosos, el banco malo italiano, del que se habla desde hace meses, corre peligro de no ver la luz.
Esta es la opinión de Giuseppe Castagna, consejero delegado de Banca Popolare di Milano (BPM), uno de los grandes bancos cooperativos italianos que están a punto de fusionarse entre ellos para cumplir con los requisitos impuestos por el Gobierno de Renzi. Estas entidades deberían ser las más interesadas a una versión transalpina de la Sareb que limpie sus balances antes de una larga ronda de fusiones. Sin embargo, según Castagna, "hoy no hay dinero suficiente para hacer un banco malo en Italia. El momento para hacerlo era 2011, pero por aquel entonces nuestro Gobierno pensaba que los bancos italianos eran sólidos".
Una medida que llega tarde
Ahora, ha explicado el consejero delegado de BPM delante de los corresponsales extranjeros, es tarde para una intervención pública, ya que Roma no tiene dinero y Europa no quiere protagonizar nuevas intervenciones: "Los créditos dudosos de BPM están por debajo del 10 por ciento de los activos, pero la banca transalpina en su conjunto tiene 350.000 millones de créditos con problemas de recuperación.
A eso se suma que las reformas propuestas por el Ejecutivo (que todavía no ha presentado su plan oficial) no tendrán efecto inmediato: "Se podría crear un mercado y acercar demanda y oferta reduciendo a un año los tiempos de amortización de las pérdidas de los activos y recortando los tiempos de espera en los tribunales, que desaniman a los inversores", añade el consejero de BPM, pero todo esto necesitará tiempo, mientras los bancos cooperativos italianos ya calientan motores para la temporada de fusiones.
El Gobierno ha aprobado el pasado marzo una reforma que busca transformar a diez "bancos populares", cada uno con activos por más de 8.000 millones, en sociedades anónimas dentro de los próximos 18 meses. La idea sería impulsar fusiones que reduzcan el número de bancos y, al mismo tiempo, permitan el nacimiento de entidades más solidas.
El saneamiento de las cuentas de los bancos cooperativos habría debido ser propedéutico para las fusiones, que comportarán costes adicionales para las entidades. "Las fusiones se hacen con la vista puesta al volumen de negocios potencial" añade Castagna, cuyo banco está explorando opciones y según los rumores podría fusionarse con Banco Popolare, creando el tercer banco italiano por activos, detrás de UniCredit y Intesa Sanpaolo.
Pero sin una limpieza de las cuentas, las entidades que nacerán de este proceso de fusión tardarán más tiempo en recuperar su rentabilidad. Rita Romeo, de la firma de análisis económico Prometeia, explica además que "trabajar con más capital para compensar los créditos dudosos significa tener que conseguir más beneficios para mantener el mismo nivel de rentabilidad". "Los bancos deberían pensar iniciativas que aumenten la rentabilidad, a través de fusiones, o que disminuyan el coste del capital", subraya.
El riesgo es que, según las previsiones de Prometeia, en 2017 las devaluaciones de créditos dudosos absorban todavía el 44 por ciento del resultado operativo de la banca italiana. En resumen, en Italia con las entidades financieras pasa lo mismo que con la economía: el país no ha intervenido cuando era necesario. Y ahora, los titubeos del pasado representan un lastre que ralentizará la recuperación.
Recuperación sí, pero con altibajos
La larga salida de la recesión económica en Italia es un camino que está jalonado por los altibajos. Un día, hay datos positivos y otro, se conocen estadísticas que contribuyen a enfriar el entusiasmo sobre las perspectivas del país. La semana pasada, tras los primeros resultados positivos de la reforma laboral (que en abril contribuyó a la reducción del desempleo), Roma registró una bajada inesperada de la producción industrial. En abril, el dato cayó el 0,3 por ciento con respecto al resultado de marzo. Se trata de la enésima señal contradictoria de la economía italiana que, sin embargo, según las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), podría alcanzar en 2015 un crecimiento de su PIB del 0,7 por ciento.