Economía

Juncker quiere caminar hacia la unión fiscal antes de 2016

  • Propone un fondo común que absorba los shocks que golpeen a los socios
Jean-Claude Juncker

Grecia ha consumido gran parte del tiempo y la energía de los socios de la eurozona desde que solicitara en 2010 la ayuda de sus vecinos europeos. El desajuste económico del país representa hoy el talón de Aquiles del bloque, y es en parte consecuencia del pecado original de la unión monetaria: la falta de una convergencia real entre sus miembros y de mecanismos fiscales para capear las malas temporadas.

Aunque la mirada sigue pegada a las tormentosas negociaciones, los líderes europeos dieron a finales del pasado año un mandato a los presidentes de las instituciones europeas (Comisión Europea, Banco Central Europeo, Consejo Europeo y Eurogrupo, a los que se ha sumado el del Parlamento Europeo) para que presentaran propuestas para reformar la unión económica y monetaria. Sus conclusiones se discutirán en la próxima cumbre europea de finales de junio.

El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, encargado de pilotar los preparativos, no quiere desaprovechar la ocasión. Por eso el luxemburgués, conocido federalista, propondrá dotar a la eurozona con un colchón fiscal común para amortiguar los shocks que puedan afectar a las economías nacionales, comentaron fuentes comunitarias a elEconomista. Este nuevo instrumento servirá como estabilizador automático, cubriendo parte de los gastos sociales por desempleo si un socio está en apuros.

Según la opción más conservadora, que no requeriría cambio de tratados y es la que Juncker tiene en mente, una parte de los fondos comunitarios se destinarían a completar las prestaciones nacionales a los parados en circunstancias excepcionales. En la propuesta más ambiciosa, que requeriría una modificación del tratado, se crearía un presupuesto propio para la eurozona, con el que se financiaría un seguro de desempleo europeo.

Juncker también quiere progresar en más convergencia social entre los socios europeos a través de una utilización real de indicadores sociales en la gobernanza económica. Su comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, dijo en un discurso este mes que la competitividad centrada en los precios "se ha convertido en una obsesión autodestructiva que ha generado un círculo vicioso que ha rebajado los estándares sociales en la UE". Por el contrario, una Europa social más robusta ayudaría a mejorar la convergencia económica entre los estados miembros, dijo el socialista francés.

Las fuentes comunitarias subrayan que Juncker quiere un informe "ambicioso" y "visionario", aunque vaya más de las expectativas de los estados miembros. Porque, como advirtió el presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, que también participa en la elaboración, la mayoría de los miembros del euro optan por trabajar dentro de los límites del tratado, y dentro de unas coordinadas modestas: simplificación del proceso de coordinación económica, aprovechamiento de las reformas estructurales o profundización del mercado común.

Mario Draghi, el gran aliado

Juncker cuenta con un aliado importante en su intención de apostar por cambios de calado para reformar la eurozona. El presidente del BCE, Mario Draghi, dijo el pasado marzo que "debe haber un salto adelante en la convergencia institucional". El italiano lleva tiempo defendiendo instituciones robustas centrales para coordinar reformas estructurales.

Los sherpas de los 28 socios comunitarios han mantenido reuniones con los representantes de las instituciones europeas para preparar el informe. Mañana mantendrán una nuevo encuentro. Según ha podido saber elEconomista, aunque las capitales coinciden en la urgencia por progresar en la convergencia, las maneras para hacerlo difieren. Entre las principales economías, Alemania echa el freno al tipo de cambios que busca Juncker. Su Gobierno prioriza reforzar la coordinación de las políticas económicas, a partir de una evaluación "detallada y honesta" de los mecanismos de coordinación existentes, pero aparcando el gran salto.

En el lado contrario se sitúa Italia que, siguiendo la estela de Juncker, también solicita una "reforma ambiciosa" para encarar la "la situación de emergencia social" (elevado desempleo, pobreza y desigualdad). Roma, una de las que más peleó por el plan de inversión y la flexibilización de las reglas fiscales, apunta que la capacidad fiscal común e incluso un Tesoro europeo son uno de los "ingredientes fundamentales" que faltan. Pide un seguro de desempleo europeo, que serviría de "prueba concreta de la solidaridad de la UE". Sin este mecanismo, el euro es "inherentemente frágil y es fuente de inseguridad sobre su futuro", dice.

Francia y España también apoyan la propuesta de "instrumentos presupuestarios para compartir los riesgos", como los define el Gobierno español, aunque no lo priorizan como medida en el corto plazo. Nuestro país propone para el informe de los presidentes de la UE reducir el número de indicadores para el examen de los desequilibrios macroeconómicos a dos (el balance por cuenta corriente y la tasa de cambio real efectiva). También ha sugerido aumentar la capacidad inversora permitiendo que el Mecanismo Europeo de Estabilidad pueda respaldar proyectos, o el plan Juncker pueda buscar financiación en los mercados. Si Dijsselbloem y la Comisión han cuestionado la conveniencia de la reducción de los indicadores, Alemania ha descartado ampliar los poderes del MEDE más allá de su función como fondo de rescate.

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