
Todos los días usamos la economía en nuestras vidas como herramienta para enfrentarnos al mundo que nos rodea. Aplicamos estas reglas, además de para pensar en asuntos estrictamente monetarios, para resolver problemas cotidianos de la vida como enfrentar una dieta, buscar inversión para curar el cáncer o para augurar sobre si los robots terminarán quitándonos nuestros puestos de trabajo.
Andrés Alonso y Javier García, coordinadores del libro Nunca te fíes de un economista que no dude, junto a Abel Fernández, nos cuentan anécdotas interesantes de este libro lleno de curiosidades y teorías económicas.
Al enfrentar una dieta ¿qué planteamiento hace un economista?
Andrés Alonso: Surgió en una comida entre los compañeros de Sintetia. Tras una fabada asturiana un amigo pidió un postre de esos con calorías importantes pero pidió el café con sacarina. ¿Cómo? Pues salió el economista que llevamos dentro para explicar que nosotros pensamos en términos 'marginales', es decir, cada caloría cuenta. Parece una tontería pero ya te has comido la fabada y el postre, lo mejor que puedes hacer después es ahorrarte calorías que puedas. Es muy similar a cuando ya has perdido mucho dinero -en bolsa o en unas tragaperras, por ejemplo-. Lo mejor es que actúes pensando que no lo has perdido, abstraerte de la situación y tratar de pensar en cuál es la mejor decisión después. Si te obcecas en recuperar lo perdido acabas perdiendo más y más.
Lo mejor para aguantar largo y tendido una dieta es que te permitas 'pequeños excesos' -repito pequeños- para aguantar lo duro que es mantenerse a dieta durante largos períodos. Dedicar un día a la semana a comer de todo, por ejemplo, te aporta mucha satisfacción y te permite entrenar la mente para aguantar mejor seis días de dura dieta. Hemos creado un modelo que lo explica con sus gráficas y todo.
¿Cómo ayudaría la ingeniería financiera a abordar problemas globales como una posible cura contra el cáncer?
Andrés Alonso: Los problemas globales son los más difíciles de solucionar. Básicamente porque son de todos, o lo que es lo mismo no son de nadie. Para abordar problemas como el cáncer, el cambio climático o la pobreza no hay soluciones únicas, pero podemos pensar de forma creativa e intentar abordar algunos. Por ejemplo, en casos como el cáncer (o, en general en tecnologías muy disruptivas o investigaciones de alto riesgo pero de gran impacto social), se podría aprender de una herramienta de la ingeniería financiera como es la titulización.
El gran problema del tratamiento del cáncer es la heterogeneidad de los tratamientos. A diferencia de los medicamentos normales donde un gran descubrimiento de un principio activo puede utilizarse para multitud de pacientes, la evolución de la investigación del tratamiento del cáncer está conduciendo hacia multitud de tratamientos cada vez más personalizados. De este modo, financiar multitud de proyectos diminutos es difícil porque su rentabilidad ajustada al riesgo los convierte en inversiones poco atractivas.
Este problema, en realidad, era el mismo que hace décadas sufría Estados Unidos con el acceso a la vivienda. Había muchos segmentos de la población que no tenían capacidad adquisitiva para llegar a una hipoteca. Para ello se utilizó una técnica llamada titulización: empaquetar legalmente multitud de inversiones heterogéneas y mezclarlas hasta que los rendimientos de todas ellas fueran un único ente o activo sobre el cual un inversor puede participar. De este modo, si una de esas pequeñas inversión va mal, no importa tanto, puesto que los inversores participan de la suma de todas.
Esta titulización que tan en entredicho está hoy por la crisis iniciada en Estados Unidos, en realidad es muy potente, y nada tiene que ver con el desarrollo de la crisis económica que todavía hoy nos azota. Por eso, el brillante economista Andrew Lo de la universidad MIT, pionero y líder del campo de las finanzas cuantitativas, propone rescatar esta técnica y aplicarla a Sanidad.
Imaginen un "Fondo Nacional por la Cura del Cáncer". Con garantía publica para los tramos de más riesgo de la inversión, pero con financiación puramente privada. Si a esto le añadimos pinceladas de teoría de gestión de carteras -a eso que nos dedicamos los financieros-, podemos llegar a demostrar los grandísimos beneficios que una inversión de este tipo tendría en las carteras de muchos perfiles diferentes de personas ahorradoras, ¡no solo ricos! Algo relacionado directamente con la inteligencia colectiva.
¿Por qué afirman que cualquier persona es capaz de invertir mejor que un economista?
Javier García: Si hay un consenso en el campo de las finanzas es que los precios de las acciones, y el de los activos en general, sigue lo que llamamos un paseo aleatorio en el sentido de que son impredecibles, o técnicamente, la mejor predicción que podemos dar sobre el precio de un acción es que mañana estará como está hoy. Todo lo que digamos por encima de eso, sería pura opinión, más o menos fundamentada, pero siempre conllevaría riesgo.
En cambio, muchos economistas se obsesionan por transmitir una capacidad de gestión superior, vendiendo que pueden obtener más rentabilidad que el resto de personas. A la larga, lo único que sabemos, es que no es así. Por lo tanto, el mejor consejo que se puede dar a una persona para invertir es estudiar muy bien el sector de actividad que le interesa -el propio Buffet declara sin rubor que no invierte en nada que no es capaz de entender-, y trabajar siempre con presupuestos ajustados a sus capacidades.
Y si queremos ir un poco más allá, nosotros solemos recordar una cita del economista Xavier Sala-i-Martín que nos pareció brillante. Si es usted economista, cuando le pregunte un amigo dónde debe invertir, la mejor respuesta es: "Invierta en Bodegas XYZ. Si le va bien, se forrará; si lo pierde todo, al menos tendrá vino para una buena fiesta".
¿Cree que la inteligencia artificial sustituirá a los directivos en las empresas?
Javier García: Uno de los mejores consejos laborales para la vida moderna es intentar prever con antelación qué tipo de trabajos serán realizados en un futuro por las máquinas. Y un buen punto de partida es el clasificar los posibles trabajos en dos dimensiones: por un lado, aquellos que requieren tareas manuales frente a los que requieren habilidades cognitivas; por otro, aquellos que requieren tareas rutinarias frente a las no rutinarias. Hasta la fecha, los empleos en los que la carga cognitiva es más elevada y en los que las tareas no son rutinarias son aquellos con menor riesgo de que un ordenador o robot sustituya a una persona.
Sin embargo, la conducción automática, el desarrollo de los campos de análisis masivo de datos, la estadística computacional y la inteligencia artificial hacen pensar que incluso las tareas no rutinarias e incluso con altos requisitos cognitivos puedan ser, en el futuro, realizadas directamente por robots. Entonces, ¿qué trabajos son susceptibles de ser automatizados y por tanto realizados por robots? Esta es la pregunta que se plantearon tres investigadores del departamento de Ingeniería de la Universidad de Oxford en su estudio 'El Futuro del Empleo: cómo de susceptibles son nuestros trabajos a la computerización' (Benedikt y Osborne, Septiembre de 2013). Sus conclusiones son realmente asombrosas: de unas 700 ocupaciones estudiadas para la economía estadounidense, un total del 47% corren el riesgo de desaparecer por culpa del avance de la tecnología.
Lo más difícil de imitar de una máquina son tres cosas: (1) la percepción y manipulación, (2) inteligencia creativa e (3) inteligencia social. La irrupción de la inteligencia artificial y las máquinas lo que están motivando es una gran revolución formativa y de conocimiento. Quien no tenga capacidad de aprender, desaprender, cultivar la intuición y, en general, intangibles difíciles de medir, tendrá que competir con máquinas que hagan su trabajo. Y esto implica hacer un 'reset' en la forma en la que gestionamos nuestras empresas.
En el libro mencionan ustedes que España es uno de los países donde menor financiación para pymes innovadoras existe... ¿Por qué?
Javier García: España está muy 'bancarizada' y poco acostumbrada a la financiación de ideas innovadoras. Para eso necesitamos nuevas lógicas. Estamos en un momento en el que España necesita reinventarse, atraer talento, fomentar que ese talento piense, trabaje y cree riqueza y empleo; en un momento donde todos los indicadores de competitividad global colocan a nuestro país entre los peores en acceso a financiación para la innovación, en creación de nuevos productos o en desarrollo tecnológico; en ese momento, hay que simplificar nuestra normativa, crear incentivos fiscales, instituciones ágiles y eficaces, atraer a inversores de todo el mundo y crear los incentivos para hacer un by pass a la banca. Sólo así podremos financiar con más éxito proyectos globales, en etapas tempranas y con alto riesgo.
En mi día a día profesional lo observo. Cuando empezamos a trabajar con empresas en distintos procesos (toma de decisiones coste/beneficio, re-financiaciones, reestructuraciones, análisis de rentabilidad de inversiones, planes financieros y estratégicos...) empezamos a observar que cuanto más innovación y más intangibles existen en una compañía más reticencias y más dificultades existen en los mercados financieros 'tradicionales' para hacerse comprender o para transmitir una mínima credibilidad.
Es muy difícil explicar a una entidad bancaria que una empresa tiene una patente con la que puede experimentar un gran potencial de mercado pero que para ello necesita cierta financiación para empezar a desarrollar (fabricar, contratar personal...) su producto. El potencial está asociado a futuro, a riesgo, y si no hay balances sólidos (e históricos), si no hay garantías personales e hipotecarias... en definitiva, si no hay condimentos habituales de análisis de riesgos en mercados tradicionales, las empresas no tienen posibilidad de conseguir financiación privada, o al menos es mucho más difícil. De ahí que se necesiten otros mecanismos, muy desarrollados ya en los países más avanzados pero también en los emergentes (capital riesgo, business angels, crowfounding...).