
Hasta la actualidad el mundo se ha acostumbrado a vivir en una dinámica de inflación casi continua. Año tras año los precios de los bienes y servicios eran más elevados, algo que parece lógico e incluso se considera positivo para el buen funcionamiento de la economía. Pues eso podría haber cambiado, las mejoras tecnológicas y, sobre todo, el envejecimiento de la población están provocando cambios estructurales en la demanda y la oferta, que podrían desembocar en un proceso deflacionario continuo.
Según relata el miembro del 'think tank' Brueguel e investigador de Goldman Sachs, Jeremie Cohen-Setton, a lo largo de la historia se ha presenciado como el fuerte crecimiento mundial de la población sin un aumento proporcional de la producción provocaba incrementos en los precios. Este fenómeno económico en el que la demanda casi siempre iba por delante de la oferta puede que esté comenzando a cambiar.
Los jóvenes dedican un mayor porcentaje de su renta a consumir, es más, incluso tienen que endeudarse en muchos casos para realizar sus inversiones (casa, automóvil, educación de los hijos). Al contrario que los escalones más longevos de la sociedad, que suelen tener cubiertos este tipo de gastos. Este proceso junto con un aumento de la tecnología y la productividad han permitido que la oferta siga creciendo a un ritmo igual o superior al que se incrementaba cuando la población mundial crecía aun paso mucho más acelerado.
Una buena muestra del efecto que están teniendo estos dos factores (envejecimiento y productividad) sobre los precios, son los últimos estudios del Banco Mundial donde se evidencia que los precios de los productos alimenticios están disminuyendo a nivel global. Desde agosto de 2012 sólo se han registrado caídas, las cosechas sin precedentes de trigo, maíz y arroz, un mayor abastecimiento y más existencias a nivel mundial continuaron impulsando los precios internacionales a la baja.
A este aumento de las existencias en cuanto a alimentos se refiere se puede extrapolar al mundo de la energía. A día de hoy se está produciendo el mayor número de barriles diarios de petróleo. La OPEP mantiene y aumenta paulatinamente su producción, a la vez que otros participantes vienen pisando fuerte, como es EEUU gracias al 'fracking', Brasil con el crudo extraído de las aguas ultraprofundas o Rusia que produce unos 10 millones de barriles al día.
Por otro lado pero siguiendo con la energía se prevé que los precios del carbón, que ya han bajado 52% desde 2011, seguirán cayendo. Las compañías mineras desde Colombia hasta Australia mantuvieron la producción a medida que los precios caían por cuarto año en 2014 en un contexto de abundancia global de carbón transportado vía marítima que, según Deutsche Bank AG, este año se triplicaría.
Japón es un ejemplo
El exgobernandor del Banco de Japón, Masaaki Shirakawa, explica en un documento que durante la década de los 2000, el crecimiento de la población estuvo directamente correlacionado con la inflación en las 24 economías consideradas como desarrolladas en el mundo. Ahora que la población no crece en igual medida, perece que tal correlación no se da entre el crecimiento monetario (políticas expansivas de los bancos centrales) y la inflación.
Este economista japonés intenta explicar que el envejecimiento de la población y el descenso de la natalidad, podría conducir a los países a vivir presiones deflacionistas. La resultante caída de la demanda y la inversión podría no ser compensada por la política monetaria, especialmente si se produce una situación como la actual, conocida en inglés como 'Zero Lower Bound', en la que los tipos oficiales están cerca de cero y se produce una trampa de liquidez limitando la capacidad de los bancos centrales para estimular el crecimiento.
El investigador del FMI, Patrcik Iman, ha explicado en otro documento que la desaceleración del crecimiento de la población y su envejecimiento podría desembocar en presiones deflacionistas. Este economista utiliza un modelo econométrico que exhibe una presión deflacionista del 0,3% causada sólo por el envejecimiento de la población en Japón.
Cohen-Setton recurre a otro documento de los economistas del FMI Derek Anderson, Dennis Botman y Ben Hunt, que cree que los riesgos de deflación por el envejecimiento de la población no son inevitables si se actúa rápido y con contundencia a través de ambiciosas reformas estructurales y políticas monetarias agresivas, que puedan ejercer de amortiguadores de este cambio demográfico.