Economía

La historia muestra que no hay que demonizar las quitas públicas

Carmen M. Reinhart

Carmen Reinhart conoce como la palma de su mano la fisionomía de las recesiones económicas a lo largo de la historia. En la mayoría, no todas, el sistema bancario no tiene por qué verse dañado. "Las contracciones económicas pueden estar provocadas por una sobreproducción, por un exceso de inventario y la necesidad de reducir la producción para reajustar la actividad.

Sin embargo, esto no tiene que estar asociado con un problema crediticio más serio o un incremento en la morosidad bancaria", explica a elEconomista.

Durante nuestra charla, Reinhart da a entender que palabras como "quitas" o "reestructuración" se han demonizado cuando vienen ligadas a la deuda, especialmente pública. Sin embargo, según relatan libros como Lords of Finance, de Liaquat Ahamed, o varios de los numerosos análisis realizados por ella misma o en colaboración con otros compañeros de profesión, una de "las grandes sombras durante la Gran Depresión de los años 30 fue el hecho que la deuda dejada por la I Guerra Mundial no terminó por resolverse", pone de manifiesto dejando notar el acento cubano de su Habana natal. "Después de la I Guerra Mundial, grandes países como Reino Unido, Estados Unidos pero sobre todo Francia acabaron con niveles de deuda altísimos", señala.

Esta economista, que obtuvo su doctorado en la Universidad de Columbia y que ha ocupado puestos tanto en el sector privado (Bear Stearns, donde llegó a ser economista jefe) hasta públicos (en el Fondo Monetario Internacional), hace hincapié en cómo durante los años 20 "hubo varios intentos y agendas para resolver estas deudas pero finalmente a partir de 1931 nadie pagó". Para ello, se remite a los propios artículos de The New York Times de por aquel entonces. De hecho, en la edición del 16 de junio de 1933 uno de los artículos en portada de La Dama Gris rezaba "Francia impaga de nuevo sobre su deuda", la segunda quiebra sobre sus pagos anuales adeudados a Estados Unidos bajo un acuerdo firmado en 1926. "No estamos hablando de cantidades triviales", asegura al incidir que, en el caso galo, la deuda impagada a Estados Unidos fue de casi el 24 por ciento del PIB francés. "Este endeudamiento era puramente público mayoritariamente entre gobiernos y, sencillamente, no se pagó... hubo lo que consideraríamos un impago y un perdón de las cantidades adeudadas", apostilla.

Precedentes actuales

Un contexto casi impensable a día de hoy pero que ya ha sentado precedentes en algunos casos actuales, como la quiebra de la ciudad de Detroit, donde su reestructuración implica quitas para el sistema de pensiones público, hasta ahora un Santo Grial intocable en esta clase de reestructuraciones. Los defaults, que precedieron y ocurrieron durante la II Guerra Mundial, "no fueron tan traumáticos porque fueron de Gobierno a Gobierno y no estuvo involucrado el sector privado", justifica, al tiempo que aclara que dicho proceso "por el que los distintos países fueron sacando la deuda de sus libros, no fue simultáneo pero todos fueron borrándola". Por aquel entonces, no se produjo "el caos que hemos visto hace unos años con el caso griego, donde la deuda del gobierno estaba en manos privadas". Por eso no se puede aplicar la misma experiencia, ni mucho menos, pero Reinhart estima que parte de la solución al problema europeo "va a venir por sencillamente hacer desaparecer algunas deudas, que nunca llegarán a ser pagadas". La otra parte de la ecuación reside en elevar la base monetaria.

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