Economía

Los republicanos y Obama condenados a entenderse para alicatar la economía de EEUU

El pasado viernes, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, almorzó por primera vez con los líderes republicanos en el Capitolio, John Boehner y Mitch McConnell, en un matrimonio político forzado que pronto podría acabar en divorcio. Un día antes, Boehner, el presidente de la Cámara de Representantes, ya advirtió al inquilino de la Casa Blanca que si echa mano de decretos, especialmente en temas de inmigración, "envenerará" cualquier tipo de colaboración con el Congreso. "Cuando se juega con fuego, hay peligro de quemarse", advirtió.

En este sentido tanto Boehner como McConnell rubricaron un editorial en el Wall Street Journal donde mostraron su total comprimiso con la economía y la creación de empleos. Eso sí, eso implica "renovados esfuerzos por deshacer el ObamaCare, que está dañando al empleo y la salud de los estadounidenses".

Un dardo envenenado que pone en riesgo el mensaje conciliador de Obama. "Habrá capacidad de cooperación en muchas áreas mientras dejemos la politica de lado". Algo que parece difícil, especialmente en la reforma migratoria y la sanitaria, donde el demócrata ya ha dicho que "trazará algunas líneas" que no podrán cruzarse.

"La reforma sanitaria de EEUU siempre ha estado centrada en la prevención, dudo que esta parte de la reforma sanitaria sufra cambio alguno en este sentido", explica a elEconomista, Stanley Bergman, presidente de Henry Schein, el proveedor de material médico, dental y veterinario más grande del mundo. "El debate más polémico del ObamaCare está en quién va a asumir los costes, ¿es el consumidor? ¿se debe cobrar en impuestos?, ¿debe pagarlos el hospital, el médico?, en cualquier democracia, cada vez que se produce un cambio de este tipo surge la incertidumbre", afirma.

Una incertidumbre que se intensificará en los próximos meses, ya que el Tribunal Supremo tendrá que pronunciarse en un importante caso sobre los subsidios relacionados con esta reforma, y que podría pasar factura a las empresas que operan dentro del sector de la salud. Pero en otras áreas que afectan a la mayor economía del mundo, quizás la cooperación sea más probable y fomente un mayor avance. "En un Capitolio controlado por los republicanos, las expectativas típicas están en una reforma pro-empresarial, con impuestos más bajos y menos regulación", reconoce Jay Bhankharia, gestor de inversión en S&P Capital IQ.  "Uno de los sectores que más pueden beneficiarse es el energético, tras el anuncio republicano de aprobar cuanto antes el oleoducto Keystone", añade.

En plena guerra de precios dentro del mercado de crudo, los republicanos podrían forzar a Obama y los demócratas a abrir la puerta a las exportaciones de crudo y gas fuera de las fronteras del país. Como indicó McConnell durante su comparencia tras la victoria electoral, el Congreso lleva más de siete años sin aprobar una legislación que favorezca al sectro energético patrio.

Por otro lado, la reforma del impuesto de sociedades podría ser difícil de lograr con los demócratas insistiendo en obtener más ingresos a través del cierre de muchas de las lagunas del código tributario. Sin embargo, asuntos puntillosos como la repatriación de beneficios podría jugar a favor de compañías como Apple bajo una reforma esbozada por los republicanos.

Más allá de la salud, la energía y el código tributario, la atención se centra en el comercio exterior, con un mayor énfasis en la eurozona y los países de Asia-Pacífico. Hasta ahora el liderazgo demócrata del Senado ha expresado sus reservas sobre la agenda comercial del presidente. Los primeros indicios sugieren que la mayoría republicana podría ser más susceptible al apoyo de la Casa Blanca, especialmente con el Acuerdo Transatlántico sobre Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés).

"Los líderes del Partido Republicano pueden encontrar en este acuerdo un vehículo ideal para lograr el crecimiento económico y la creación de empleo sin el dilema de equilibrar estímulos adicionales con recortes presupuestarios", pone de manifiesto Josh Stanton, director de relaciones transatlánticas de la Bertelsmann Foundation, con sede en Washington.

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