Economía

Una productividad por los suelos agrava la crisis: lejos de mejorar, no ha hecho más que empeorar

Una palabra clave que define en qué medida el empleo contribuye al producto, y por tanto, a la riqueza del país. Y en última instancia, qué dinero, fruto del trabajo, termina en nuestros bolsillos y, no menos importante, en el del Estado. Pues bien, la mala noticia es que seguimos sin remontar en ese importante indicador.

No sólo si tenemos en cuenta el dato general de España, con un aumento del 0,7% en 2006, frente al 1,5% de media en la Unión Europea, sino también si el análisis baja al ámbito regional.

Allí, y según los últimos datos que recopila Eurostat, correspondientes a 2005, todas las comunidades autónomas, excepto Melilla (con un aumento del 8,3 por ciento) han estado cediendo terreno en productividad desde 1999.

La Rioja, el descenso más destacado

Y en este escenario, los descensos más sobresalientes son los de La Rioja, del -16,1 por ciento, de la Comunidad de Madrid y Baleares, en ambos casos del -12,9 por ciento, de la Comunidad Valenciana, del -11,1 por ciento y Canarias, del -10,8 por ciento.

Los menos relevantes son los de Galicia, con el -1,6 por ciento, de País Vasco, con el -1,9 por ciento, de Extremadura, con el 2,3 por ciento, de Asturias, con el -2,9 por ciento, de Navarra, con el -3,9 por ciento y de Castilla y León, con el -4,9 por ciento.

Este dato es uno de los más "llamativos", en sus propias palabras, de un informe sobre desequilibrios regionales en la Europa de los 27 del catedrático de Economía de la Universidad de Cantabria, José Villaverde, quien lo considera "un signo claro de debilidad de cara al futuro". En su opinión, "compatibilizar una fuerte creación de empleo y un crecimiento elevado de la productividad constituye de hecho nuestra asignatura pendiente".

¿Por qué es importante?

¿Por qué es importante? En esencia, las regiones productivas son las que "mayor capacidad de crecimiento tienen", explica Villaverde. Y va al fondo de la cuestión: "El problema no es tanto que crezca o disminuya, sino conocer las causas de porqué se está produciendo lo uno o lo otro".

Es decir, si la tasa de paro es muy alta, lo prioritario será estimular la creación de empleo, aunque con ello se resienta la productividad, como ocurría en los setenta y hasta principios de los noventa, cuando el paro llegó alcanzar los dos dígitos.

Ahora bien, en una situación de paro controlado, el acento hay que ponerlo de forma simultánea, en los dos elementos del cociente que calcula la productividad: el PIB y el empleo. Pero llegados a este punto, ¿por qué la productividad sigue siendo el gran talón de Aquiles de la economía española? Es un hecho que ha mejorado en los últimos años, pero España sigue a la cola de la UE a este respecto.

Y la Comisión relaciona el reducido aumento de la productividad de los últimos años con la entrada masiva de inmigrantes y el fuerte aumento del empleo en sectores intensivos en mano de obra, como el tan afamado de la construcción. Como muestra, un botón: la productividad española en 2007 sólo tuvo la contribución positiva del sector manufacturero, mientras que estuvo estancada en el comercio y experimentó caídas en el ámbito de la construcción.

Asignatura pendiente

Lo cierto es que no sólo la Comisión, un estudio económico de la OCDE para España en 2007, cuando quizá la fase de desaceleración en la que estamos instalados empezaba a imcubarse, ya advertía de que la productividad era uno de los principales desafíos a los que se enfrentaba nuestro país.

En tal informe se explica que "el dinamismo de la economía ha seguido estando respaldado por una demanda interna boyante y un espectacular crecimiento del empleo, basado en una considerable inmigración, una mayor participación de la mano de obra femenina y un descenso del desempleo".

Pero, en el capítulo de las advertencias, se anota que "mantener el proceso de convergencia de rentas con los países más ricos exigirá un crecimiento más rápido de la productividad; lo que implicará mejorar el sistema educativo, aproximarse a los países más adelantados en materia de innovación y uso de nuevas tecnologías, y también eliminar las distorsiones de mercado que obstaculizan el desarrollo de actividades con más valor añadido".

El quid de la cuestión

Y he aquí el quid de la cuestión. No sólo no siguen pendientes estas recetas sino que hemos llegado a una situación de crisis sin haberlas aplicado lo suficiente. Y lo que es peor: "resulta imposible", a corto plazo, aplicarlas ahora, explica Villaverde. La crisis exige medidas de choque. Sólo a medio y largo plazo, el camino sigue claro: educación e I+D+i.

Hay que recordar que aunque España ha aumentado considerablemente su inversión en este capítulo, que ya se aproxima al 1 por ciento del PIB, todavía está lejos de alcanzar la media europeo, que ronda el 2 por ciento y menos aún la inversión en Estados Unidos, que representa el 3 por ciento.

Sin embargo, Villaverde llama la atención sobre un aspecto positivo que a efectos de la productividad tendrá la crisis en la que estamos inmersos: la mayor parte del empleo que se llevará por delante es de baja calidad. Así y de forma paradójica, la productividad podría aumentar por el aporte más relevante al PIB de un empleo de mayor calidad.

Pero hay que tener en cuenta que esto es coyuntural y se baraja que se mantenga al menos durante dos años, siendo previsible que al término de la crisis se vuelva a crecimientos en torno al 3 por ciento.

Para entonces sería deseable haber abordado las tan cacareadas reformas estructurales en el mercado laboral, que tienen que ver con las mejoras en la formación profesional y en la educación, para que los trabajadores sean capaces de producir más con mejores conocimientos y con producir bienes de mayor valor añadido que ayuden a las empresas a abrirse paso en los mercados internacionales.

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