
Hasta 100.000 millones de euros. Tanto podría costar la agenda de reformas propuesta por Matteo Renzi. Pero el nuevo primer ministro italiano, que acaba de asegurarse el voto de confianza del Parlamento y, según los sondeos, cuenta también con el apoyo de la mayoría de los transalpinos, todavía no ha explicado como piensa financiar sus promesas.
Renzi prevé una reforma al mes, empezando por un nuevo plan de pago a proveedores y una bajada de impuestos sobre el trabajo. Así, tocará a su titular de Economía y antiguo economista jefe del OCDE, Pier Carlo Padoan, colmar "el diferencial entre las palabras y los hechos", tal y como le ha definido Pier Luigi Bersani, antecesor de Renzi en el papel del líder del centroizquierda italiano.
La tarea de Padoan, garante del joven líder frente a Bruselas, no será nada facil; aún más si se considera que, solo hace dos meses, al Gabinete de Letta le costó mucho encontrar los 4.000millones necesarios para abolir el impuesto sobre la vivienda.
Plan para proveedores
A la espera de que el nuevo ministro de Economía explique su receta, Renzi ya piensa solucionar el problema más urgente con una artimaña contable: el nuevo plan de pago a proveedores -que busca eliminar todos los créditos atrasados de la administración pública italiana- será financiado por la entidad pública Cassa Depositi e Prestiti (CDP).
Esta caja -que recauda fondos a través del rico ahorro postal de millones de italianos- se ha convertido en los últimos años en el brazo armado de Roma en la economía. Renzi explicó que CDP tiene los recursos necesarios y que el desembolso no tendrá consecuencias sobre las cuentas públicas ya que las deudas de la entidad, siendo esta participada también por fundaciones bancarias, quedan afuera del perímetro de consolidación del Estado.
"El objetivo es librar alrededor de casi 60.000 millones para hacer lo que hizo España", dijo Renzi, asegurando que la medida podría tener "un efecto-choque con beneficios inmediatos" sobre la economía transalpina.
Solucionado el problema del plan de pago, el nuevo Ejecutivo tiene que enfrentarse a otra cuestión: la promesa de bajar los impuestos sobre el trabajo. "Dentro de un mes explicaremos donde encontrar los recursos para reducir el cuneo fiscal (la diferencia entre el salario bruto y la nómina neta de un trabajador)" repite Renzi.
Bajada de impuestos
A la espera de una declaración oficial de Padoan, el responsable económico del Partido Demócrata, Filippo Taddei, ha estimado un recorte de impuestos de casi 10.000 millones. "Italia es el país con los impuestos más altos sobre el trabajo y una gravamen fiscal de los más bajos sobre las rentas de capital" declaró Renzi, pero una subida del impuesto sobre los Bonos del Tesoro (que en Italia gozan de una alícuota más baja con respeto a las otras formas de ahorro) queda de momento descartada, ya que las familias son las que en mayoría financian la enorme deuda publica del país.
Otra posibilidad sería intervenir con una subida del gravamen sobre las otras rentas de capital, pero la última palabra sobre la cuestión le corresponde a Padoan, que conoce mejor que Renzi el humor inestable de los inversores.
En tema laboral, sin embargo, el nuevo primer ministro tendrá que respetar también otra promesa: extender el subsidio de desempleo a todos los trabajadores faltos de garantías. Se trata de una medida que el Gobierno necesita para negociar con los sindicatos, a los que pedirá aprobar una reforma que abarate el despido para los más jóvenes, y que sin embargo podría costar hasta 18.000 millones de euros.
100.000 millones
En fin, sólo con las reformas que Renzi ha asegurado hacer antes del verano, las necesidades de Roma rozan los 90 millones de euros. Y a estos hay que añadir las cuentas pendientes dejadas por el anterior Ejecutivo de Letta: se estiman casi 7.000 millones de euros para cubrir los cambios que se hicieron en los últimos meses sobre impuestos locales, copago sanitario y para financiar una prolongación de los expedientes de regulación de empleo de las tantas empresas en crisis.
En conjunto se trata de casi 100.000 millones de euros de exigencias, frente a nuevos recursos todavía en vilo. Renzi ha prometido recortar el gasto de la administración publica: sobre la cuestión ya está trabajando Carlo Cottarelli, antiguo directivo del FMI llamado por Letta para analizar los despilfarros de la burocracia. El plan de Cottarelli prevé hasta 10.000 millones de euros de recortes para 2014, mientras el brazo derecho de Renzi y ministro de la Presidencia, Graziano del Rio, cree que reduciendo el gasto público se puedan cosechar otros 3.000 millones adicionales. Además nuevos recursos podrían llegar de un acuerdo con Suiza para gravar los capitales italianos que se han fugado al otro lado de las Alpes, y del pequeño tesoro que Roma está ahorrando gracias a la bajada de la prima de riesgo de la deuda pública.
Sin embargo, a la espera de un plan más detallado, ya es posible vislumbrar los objetivos y - sobre todo - las preocupaciones del nuevo titular italiano de Economía. En la relación Going for Growth (Yendo a por el crecimiento) que el mismo Padoan presentó cuando era economista jefe del OCDE, hay algunas sugerencias para la economía transalpina. La relación subraya las necesidades de reformar la política laboral "tutelando más la renta de los trabajadores y menos su puesto de trabajo" y pide "esfuerzos ulteriores" en "reducir las barreras que impiden la competencia".
Sin embargo, la introducción del texto, firmada por el mismo Padoan, indica también los riesgos que la situación actual presupone: "la difusa desaceleración de la productividad podría hacer vislumbrar una nueva época de bajo crecimiento" escribe el antiguo economista del OECD, subrayando que es "improbable que la creación más rápida de puestos de trabajo sea suficiente para devolver la tasa de empleo al nivel de antes de la crisis".
Ahora Padoan, pasado de analista a ministro, tendrá que poner remedio a esta situación. La suya será una lucha contra el tiempo: el nuevo Gobierno, que se ha instalado en Roma sin pasar por el refrendo de las urnas, peligra con consumar en poco tiempo la confianza que los italianos -y sobre todo los inversores- parecen haberle acordado. Y si Renzi anda prometiendo un "cambio radical" en la economía, será Padoan quien tendrá que cuadrar las cuentas.