Economía

La asfixia económica y el viraje islamista tumbaron a Mursi

La asfixia económica ha terminado con el Gobienro de Mursi. Imagen: archivo

Desempleo creciente, grandes bolsas de pobreza y desigualdad económica, deuda estatal, inflación, fallos en el suministro del gas y la electricidad, crisis en el sector turístico... un cóctel explosivo que finalmente ha estallado en Egipto. Egipto da la "bienvenida" a los bikinis y el alcohol para atraer turistas

Y la economía, una vez más, en el centro de la catarsis que ha terminado el breve mandato de Mohamed Mursi, el primer presidente democrático del país en más de medio siglo que ganaba las elecciones el 17 de junio del año pasado con el 51,7% de los votos.

El Partido Libertad y Justicia (PLJ), brazo político de los Hermanos Musulmanes hasta hace dos días en el poder, no ha podido enderezar la situación económica del país en el que uno de cada cinco egipcios viven por debajo del umbral de la pobreza, con menos de dos dólares al día. Además, hay constantes fallos en el suministro de la electricidad y el gas, escasez de productos y el mercado negro de dólares y combustible prospera. Asimismo, la inflación ha escalado del 12 por ciento en 2012 al 13 por ciento este año, mientras que la renta de las familias se hundió sólo el año pasado un 11,4 por ciento. A esto se une la tasa oficial de paro que, según la OCDE, es del 12 por ciento con un paro juvenil que rondaría el 40 por ciento, según algunas investigaciones.

Monarquías suníes

En vez de llevar a cabo las necesarias reformas que auguraba la llamada Primavera Árabe, Mursi siguió dependiendo del dinero de sus vecinos ricos para poder importar alimentos y combustible. Precisamente, unas alianzas con monarquías suníes como Arabia Saudita y Qatar que tampoco han sido bien vistas por amplios sectores de la población egipcia.

Es más, en medio del empeoramiento de la crisis Mursi intentó reforzar el control gubernamental de la economía, un efecto mano dura que ha contribuido a exacerbar más aún los ánimos entre la población. Un buen ejemplo lo encontramos en el sector turístico, auténtico baluarte de la economía egipcia, que supone un 11 del PIB del país y que también ha caído. Se estima que en los últimos tres años, la actividad en los centros neurálgicos del país, El Cairo, Assouan y Luxor, ha descendido un 70 por ciento. Si en 2010 el país recibió 15 millones de visitas, en 2012 fueron cerca de 11.

Precisamente, en Luxor se vivió un hecho que resume el viraje islamista que experimentaba el país en manos de los Hermanos Musulmanes. Allí fue designado gobernador el dirigente de Al Gama al Islamiya, la misma exorganización terrorista que asesinó a 57 turistas en un templo de la región en 1997. Fue tal la oleada de protestas que Al Jayat tuvo que dimitir a una semana de ser nombrado. Con todo, reina la incertidumbre en estos momentos.

Ayer, juró su cargo Adly Mansour, presidente de la Corte Suprema y cabeza visible del nuevo Gobierno interino, por decreto militar, que conducirá al país a unas nuevas elecciones. Han dimitido en bloque todos los ministros del Ejecutivo pertenecientes al PLJ y los militares han tomado la calle. A pesar de ello, los comercios se mantienen abiertos y se hace vida normal.

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