Economía

La falacia moral de la austeridad: las consecuencias psicológicas del desempleo

  • ¿La austeridad construye moral? No puede ser así, señala Robert Shiller
  • Solo lo es en casos muy extremos: para un monje, para un militar...
  • El paro es producto del capitalismo: si no eres necesario, te despiden
Imagen: Getty

El alto nivel de desempleo que registran hoy muchos países de Europa y Estados Unidos es una tragedia, pero no sólo por la pérdida de producción y las consecuencias económicas que implica. Para todos los parados que no forman parte del mercado laboral, supone un gran coste personal y emocional, apunta el economista Robert J. Shiller.

Este profesor de la Universidad de Yale, y co-creador de uno de los índices más importantes de vivienda de EEUU, destaca que para muchos de sus promotores la austeridad ayuda supuestamente a mejorar la moral. Pero escribe un artículo en Project Syndicate en el que desmonta esta idea.

Cita como ejemplo, al primer ministro británico, David Cameron, quien piensa que su programa reduce "la dependencia del Estado de Bienestar, restaura el rigor y anima a los emprendedores". Menciona, además, al congresista Paul Ryan, quien apunta que su programa es parte de un plan para promover "la creatividad y el espíritu emprendedor".

Algunos tipos de programas de austeridad sí pueden aumentar la moral, afirma Shiller. Los monjes hallan el significado de su vida en un ambiente más austero y en los campamentos de entrenamiento militar se forja el carácter. Pero el tipo de austeridad fiscal que se está practicando ahora tiene el efecto inmediato de llenar la vida de los desempleados con nada más que un sentimiento de rechazo y exclusión, escribe.

Uno podría imaginar que un período de desempleo puede ser un momento de reflexión, una buena ocasión para el restablecimiento de relaciones personales y regresar a los valores fundamentales, escribe Shiller.

Así lo creían algunos economistas como John Maynard Keynes, que en su ensayo de 1930 "Posibilidades económicas para nuestros nietos" aventuraba que para 2030 las horas de trabajo remunerado se reducirían a tres al día: una semana de quince horas, para dedicar el resto al ocio. "Cuando la acumulación de riqueza ya no tiene alta relevancia social, habrá grandes cambios en los códigos morales de comportamiento", señalaba Keynes. Todavía quedan 17 años para eso, pero parece que el economista estaba muy equivocado, apunta Shiller.

El valor del trabajo

Parece que hoy encontrar algo que hacer con nuestro tiempo que sea satisfactorio está inevitablemente relacionado con hacer algún tipo de trabajo. Hoy, la gente quiere trabajar más de tres horas al día.

El desempleo es producto del capitalismo, añade Shiller: las personas que ya no son necesarias son despedidas. Entonces, la austeridad pone de manifiesto la falta de conexión interpersonal de la economía moderna y el coste moral que ello implica.

Una solución

En un contexto tal, Shiller propone como solución en un momento de recesión como el actual repartir el trabajo. De este modo, se consigue mantener a más personas marginalmente conectadas a sus puestos, preservando así su autoestima. En lugar de despedir al 25% de su fuerza laboral durante una recesión, una empresa podría reducir temporalmente las horas de trabajo de sus empleados, de ocho a seis, por ejemplo. Más gente estaría trabajando y todo se acercaría un poco más al ideal de Keynes, señala el economista.

Claro que esta solución también tiene sus problemas. Todos los trabajadores implican unos costes fijos, de transporte, un plan de salud, que no disminuyen cuando se reducen sus horas de trabajo y, por tanto, su sueldo. Asimismo, tampoco varían las deudas y obligaciones de estos empleados: hipoteca y demás facturas.

Con todo, piensa Shiller, se puede ser feliz trabajando menos horas si esta disminución refleja algún tipo de progreso social, aunque sea gradual. Pero no se puede ser feliz con el desempleo resultante de una crisis fiscal súbita.

Esa es la razón por la que la austeridad repentina no puede ser un constructor de moral. Para la moral, se necesita un pacto social que encuentre un propósito para todo el mundo, una manera de mostrarse a uno mismo como parte de la sociedad siendo algún tipo de trabajador.

Así pues, lo importante al fin y al cabo, sería lograr un estímulo fiscal que impulsase la creación de empleo y lograse que un gran número de desempleados se regresasen al mercado, concluye Shiller.

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