Si el euro se juega el futuro estas semanas, y precisamente lo hace en Italia y España, como admite el ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, el rescate a la economía española se rifa entre el 17 de junio y el 1 de julio. Dos fechas clave que decantarán si la intervención de facto que gravita sobre la economía española se convierte en una intervención declarada, con el impacto de estigma bancario que lleva asociado, al ser este sector el que realmente ha dado la puntilla a los recelos hacia España.
¿Por qué esas fechas? El 17 de junio se celebran las elecciones griegas, decisivas para el proyecto del euro. El 1 de julio es también un hito en la crisis europea, pues entra en vigor el Mecanismo de Estabilidad Europea (MEDE). Es decir, el fondo de rescate permanente. Y es la fecha límite para decidir sobre el rescate de España en función de cómo actúe el Ejecutivo, fundamentalmente con el incendio financiero desatado por Bankia y tras definir la Comisión Europea una serie de deberes que debe hacer el Gobierno español para no suspender en su estrategia anticrisis.
En la quincena que transcurre entre uno y otro hito, los pasos de España y de Bruselas han de ser muy medidos, contundentes y decisivos.
Según explicaron fuentes parlamentarias a elEconomista, el Gobierno reconoce que el ultimátum a España comienza con los comicios helenos, que, realmente, más que unas elecciones parecen un referéndum sobre su permanencia o no en el euro. Su resultado, por tanto, resucitará ese concepto de riesgo moral tan manoseado en esta crisis en virtud del cual la principal obsesión de la maquinaria europea es conjurar cualquier atisbo de réplica, contagio, dominó o percepción de que Grecia pueda no ser un caso aislado.
En definitiva, se trata de una lucha entre el mensaje político y la realidad de los hechos. Por eso, embridar a una España que sigue suscitando desconfianza en los mercados será clave en función de los resultados helenos. Máxime si tenemos en cuenta que el principal mensaje del izquierdista radical Alexis Tsipras, del Syriza, que sube en los sondeos, es el de recordar a Berlín que su ayuda a la economía griega redunda en beneficio de Alemania porque será la principal afectada, en su banca, por un eventual impago heleno.
Precisamente, a esa tesis, en su versión más moderada, se sumó el pasado viernes un Cristóbal Montoro que ejerció de portavoz del Gobierno español tras el Consejo de Ministros. El ministro de Hacienda recordó a "los tenedores de deuda española" que si dejan caer a nuestro país se quedarán sin cobrar lo que se les debe de manera íntegra. En definitiva, que no le interesa a nadie.
Sin embargo, la intervención solemne que Montoro realizó al arranque de la rueda de prensa -lanzó un mensaje de seguridad y confianza, insistió en que la solución a la crisis se llama euro y mostró su confianza en que Europa está detrás de España y va a responder- se vio difuminada en el turno de preguntas.
Las inseguridades de Montoro
El responsable de las arcas públicas asumió en cierta manera y, por primera vez en las filas del Gobierno, que la posibilidad del rescate a la banca está ahí. Que no son sólo rumores los que han arrastrado en los últimos días al Ibex a su peor semana desde agosto del año pasado y a la prima de riesgo a rozar los 550 puntos básicos. No lo dijo directamente, pero cuando se le preguntó por qué está seguro de que no van a rescatar a la banca española su respuesta no tuvo desperdicio: "¿Está seguro? ¿Me ve seguro? Está bien que me vean seguro...".
Lejos quedaron las declaraciones que Guindos realizó apenas 24 horas antes en la reunión del Círculo de Economía de Sitges. El ministro de Economía tildó en dos ocasiones de "auténtico sinsentido a los rumores" que hablan de que España está negociando un rescate con el Fondo Monetario Internacional. A lo mejor, la diferencia de criterio radica en que uno hablaba de fondos europeos y el otro del FMI...
Y es que, entretanto, esta semana podría marcarse en el calendario otra fecha clave en este sentido. La Comisión Europea presentará este miércoles, 6 de junio, sus propuestas sobre cómo liquidar las entidades sistémicas con problemas, de forma que sean los accionistas y acreedores, y no los contribuyentes, los que paguen en el futuro en caso de quiebra de un banco.
Bruselas quiere que se cree una red europea con fondos de resolución de cada Estado miembro -que en el caso de España equivaldrían a los fondos de garantías de depósitos-. Estos fondos estarían prefinanciados con contribuciones de las propias entidades y se usarían en última instancia, lo que puede leerse con un primer paso para ayudar a España.
Montoro insistió, en su versión más institucional, en que la UE está detrás de España, en que Europa se está moviendo y puso en valor, más allá de las críticas que el BCE y la CE han realizado en las últimas horas, que en Bruselas "se habla" del mecanismo de ayuda directa del que forma parte la Unión Bancaria.
A lo largo de la semana pasada, el Gobierno repitió una y otra vez que la patata caliente ante el acoso especulador en los mercados dependía de Bruselas. Que los deberes impuestos a España -en forma de consolidación fiscal y de reformas estructurales- se están cumpliendo y que quien tiene que responder ahora es el todo por la parte: Europa. Lo avanzó Rajoy el lunes en su primera rueda de prensa en solitario desde que llegó a la Moncloa... aunque la comparecencia fue en la sede popular del PP, en Génova.
Demasiado Bankia para caer
Montoro también advirtió del riesgo de rescate con otra máxima que Rajoy utilizó hace ya más de un mes. España es demasiado grande para caer. Por no haber asumido aún las enseñanzas que deparó esta religión, el Gobierno de Rajoy está reproduciendo el guión irlandés con su crisis bancaria punto por punto al anteponer cualquier salvamento de Bankia que no parezca un rescate a la credibilidad que proyecta el sector financiero patrio aun a riesgo de precipitar al país a una intervención.
Algo que ha despertado las críticas del presidente del BCE, Mario Draghi, quien aseguró la semana pasada que el Ejecutivo español actuó con la entidad "de la peor manera posible" al subestimar el problema. Un enfoque que vino reiterando toda la semana el líder de la oposición, el socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Y que no deja de refrendarse si tenemos en cuenta las declaraciones sobrevenidas del expresidente del grupo, Rodrigo Rato, que el pasado viernes calificó de "brutal" la inyección a Bankia y lamentó que vaya a recaer en el Estado y los accionistas, dejando claro que con los 19.000 millones que solicitó su sucesor, José Ignacio Goirigolzarri, la entidad va a tener colchones no para salir de este brete, sino para pérdidas futuras. "Es la cobertura más alta de todas las entidades españolas, y debe serlo del mundo", dijo Rato.
No extraña, pues, que el colmillo de los mercados y la desconfianza europea se hayan precipitado con saña sobre nuestro país. Máxime cuando el Gobierno sigue intentando lanzar balones fuera culpando a Grecia del alza de nuestra prima de riesgo en vez de asumir que debe lanzar un mensaje claro sobre un sector financiero que, como el Ejecutivo de Rajoy, atraviesa sus horas más críticas.