
En el imaginario colectivo los japoneses siempre han sido identificados como un pueblo educado en la cultura del trabajo, que cuando no están satisfechos con su salario o sus condiciones laborales responden trabajando aun más. Sin embargo, poco se ha hablado de las causas de este tipo de acciones, que comenzaron allá por el siglo XVII, o de si es real que esto exista.
Japón es un país relativamente pequeño donde el espacio es un bien limitado, y por tanto, los costes de almacenamiento son por tanto muy elevados. A esto hay que sumar que la relación entre empresa y empleado es de mutua leatlad, siendo normal, aunque cada vez menos, que un trabajador pase toda su vida laboral en una misma empresa.
El hecho de hacer huelga trabajando más lo que busca es provocar un exceso de producción que cause el máximo daño económico a la empresa, ya que esta se encuentra con un stock que no puede colocar ni almacenar al estar acostumbrada a la producción just in time. Esto, como en algunos casos como pueden ser las fabricas de coches, obliga a parar toda la cadena de montaje con el consiguiente perjuicio.
Sin embargo, este tipo de protesta está totalmente en deshuso en el país del sol naciente y en la actualidad, pese a que los japoneses no dejan de trabajar cuando están en huelga, lo que hacen es trabajar con desgana, aumentando de forma ostensible el número de fallos en el producto final y perjudicando a la empresa de este modo.