Economía

La cumbre deja la estabilidad del euro en manos del BCE

Draghi

El BCE seguirá jugando a la ambigüedad para que la presión no abandone a los países indisciplinados.

Cuestionado por la sostenibilidad de sus planes en el largo plazo, Keynes contestó: "A largo plazo, todos muertos". Décadas más tarde, Merkel puede presumir de tener un plan diseñado para que el euro sobreviva en el largo plazo... ¿Pero qué ofrece para que a corto los mercados se estabilicen? ¿Debemos volvernos austeros a fuerza del estrangulamiento del crédito?

Acompañada de su palmero habitual Sarkozy, la canciller ha dicho al resto de países que su futuro está en una Europa construida según los cánones germanos. O sea, mucha disciplina fiscal pero muy poca zanahoria que alivie el maratón que tienen por delante. Los Estados tendrán que cumplir con la restricción presupuestaria. Sólo que esta austeridad abocará a una recaída de todas las economías periféricas al mismo tiempo, haciendo inviable el pago de sus compromisos financieros. Sin embargo, el acuerdo de la cumbre no incluye ni la creación de los eurobonos, ni forma alguna de la mutualización de la deuda, ni la conversión del fondo de rescate en un banco que preste a las naciones en dificultades. Respecto a las necesidades de liquidez de los soberanos, únicamente se presentan dos propuestas todavía sin definir y plagadas de dudas. Por un lado, el adelanto de la entrada en vigor del mecanismo de rescate permanente a junio y que se plantee un alza del techo de deuda que se podrá contraer, ahora en 500.000 millones. Aunque el pequeño inconveniente de esta iniciativa es otra vez: ¿de dónde se va a obtener el dinero que Berlín no quiere poner?

Por otro lado, se plantea que los bancos centrales de la UE presten al FMI hasta 200.000 millones, de modo que el resto de países de la comunidad internacional igualen tales desembolsos hasta llegar a los 400.000. El ministro de Finanzas brasileño se mostraba favorable a que los emergentes aportaran recursos. Y China anunciaba ayer el establecimiento de un fondo por valor de 300.000 millones para invertir en EEUU y Europa. Pekín siempre ha estado dispuesta a intercambiar financiación por concesiones comerciales. Aquí el problema es que una vez entre el FMI en un país, éste se convertirá en el acreedor preferente que cobrará antes que el resto, y por tanto se seguirá asustando a los inversores. Además, su llegada precisa que toda las emisiones incluyan cláusulas de reestructuración de la deuda...

Así que esto deja en manos del BCE la misión de proveer euros cuando un país se vea castigado en los mercados. Cierto es que ayer Draghi afirmó que veía las bases -Dios mío, ¿sólo las bases?- de una mayor integración fiscal considerada necesaria para que el banco central pueda intervenir. Pero Supermario juega a una ambigüedad muy estudiada, lo que significa que se va a permitir que el agua siga subiendo al cuello de los incumplidores y que el mercado siga metiendo presión. El problema reside en que semejante visión no resuelve las urgencias del sector privado a la hora de recabar crédito. El Pacto de Estabilidad reforzado que nos brinda Merkel no trata con la cuestión de fondo de cómo se va a crecer para devolver la deuda. ¿Para qué sirven las sanciones cuando una economía se asfixia? Y ello puede retrotraernos en cualquier momento a la incertidumbre. Si los países no crecen, la única forma de amortizar el endeudamiento estriba en generar una inflación que además rebajaría el euro en beneficio de los periféricos. Pero esto amenazaría tanto al ahorrador alemán que prestó sus fondos como a la congelación de sueldos clave para la celebrada competitividad germana. El status quo conviene a una Alemania que dicta la reglas y que tiene un plan de rescate del euro basado en muchos sacrificios. A corto plazo, sólo Reino Unido se ha resistido. ¿Podrá decirse lo mismo de todos a largo plazo? Esperemos que no.

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