
Alemania ha impuesto su disciplina y los gobiernos tecnócratas se abren paso para ejecutar las reformas solicitadas. Ahora bien, ¿quién va a comprar deuda española o italiana? La austeridad y los recortes no son la medicina definitiva y Europa sigue necesitando acuerdos y soluciones imposibles de alcanzar en un puñado de meses.
Y es que Eurozona sigue atada de pies y manos porque el BCE no puede comprar deuda en grandes cantidades y de manera permanente y porque tampoco hay acuerdo para crear los famosos eurobonos, que servirían para bajar drásticamente el coste de financiación de muchos países. La eurozona necesitaría, según cada vez más expertos, una impresión masiva de dinero y sus actuales normas se lo prohíben.
Para ello habría que modificar los tratados de la UE, y eso, en caso de hacerse, llevaría demasiado tiempo. Por tanto, el mercado sabe que mientras no se adopten decisiones de calado cualquier cosa que pueda hacerse mientras tanto no será más que un parche.
Puede ampliarse el fondo de rescate, que sea el FMI el que lidere la operación o puede aceptarse el dinero de China y el resto de los emergentes, pero lo que Europa necesita son verdaderas instituciones comunitarias y una integración definitiva. Como decía recientemente Warren Buffett, puede que Europa sea más fuerte dentro de diez años, pero mientras... Y el mercado lo sabe.
Que los tecnócratas afines a Bruselas y a las tesis de Alemania hayan tomado el poder en Grecia e Italia no es suficiente. De igual modo, tampoco es suficiente que en España sea prácticamente seguro el cambio de gobierno tras las elecciones del domingo. De aquí en adelante van a necesitarse fuertes acuerdos políticos entre todas las facciones que conformen los gobiernos de unidad nacional que han surgido y que podrían seguir surgiendo.
Los mercados, que ya tienen suficientes motivos para atacar a los países vistos los problemas estructurales que padece la Eurozona, no necesitan más culebrones políticos como los que se anticipan en Grecia e Italia, donde partidos que representan amplias porciones del arco electoral se niegan a apoyar a los nuevos gobiernos de coalición.
Poco importa que la Grecia de Lucas Papademos, ex vicepresidente del BCE, se comprometa a cumplir con los ajustes que exige la UE a cambio de nuevos paquetes de ayuda. De nada sirven las buenas palabras y la voluntad del país de seguir formando parte del euro cuando se ha perdido un tiempo precioso y queda tanto por hacer.
Igualmente, y tras el sainete que precedió a la marcha de Silvio Berlusconi, todavía no es suficiente que Mario Monti, ex comisario europeo de Competencia, anuncie que Italia hará grandes sacrificios hasta 2013 para salir de la crisis. Los inversores no están dispuestos a conceder crédito por adelantado a los nuevos gobernantes aunque éstos sean del mismo credo que los nuevos amos de Europa.
Tampoco hay tregua para España, que está a las puertas de unas elecciones generales de las que saldrá un gobierno germánico. Mariano Rajoy, que según las encuestas será el claro vencedor del 20-N, tiene preparados los ajustes recetados por la Alemania de la canciller Angela Merkel, que es quien parte y reparte las ayudas. No obstante, elecciones y cambio de poder mediante, no será hasta primeros de año cuando comiencen a implantarse las nuevas medidas de ajuste.